El poder de la sangre
Que el título de esta
reseña no lleve a engaño. No se está haciendo referencia a la excelente guía
vampírica de Pedro L. López. Que tampoco engañe el título de la película. En
“Stoker” no hay vampiros, o al menos no tal y como los conocemos. No está el
chupasangre al que hiciera famoso Bram Stoker, tan explotado dentro de la
cultura popular y tremendamente reconocible para el gran público debido,
fundamentalmente, al séptimo arte. Y sin embargo, algo de vampírica tiene esta
película. Hay algo seductor en ella, magnético, depredador, que la liga con los
seres de la noche que hemos visto mil y una veces en el celuloide.
Lo que propone “Stoker”
es un ritual de iniciación hacia la maldad regido por las relaciones consanguíneas
entre familiares, una especie de “La sombra de una duda” de Hitchcock pero con
resultados muy malévolos en la perturbadora relación que se establece entre un
misterioso tío, recién llegado a la familia tras el fallecimiento en extrañas
circunstancias de su hermano, y su sobrina, una aparentemente cándida joven que
esconde en su interior una oscuridad aterradora, unas aptitudes de cazadora
humana innatas.
Su historia está muy
trillada, sí, pero qué importante es la presentación por encima de la trama. Para
eso tenemos a Park Chan-Wook, un cineasta que sabe bastante de pasajes macabros
–recordemos que suya es la Trilogía Vengeance- teñidos de una poesía visual
única. Eso es lo que más destaca de la película, que en su salto a Hollywood el
cineasta surcoreano haya sido capaz de mantener su impronta personal y conferir
a una partitura tan repleta de lugares comunes y tópicos cierto toque de estilo
que la aleja de otras propuestas similares. Su fotografía es sublime, la banda
sonora acompaña perfectamente a la narración y la hace aún más perturbadora, el
sentido esteta del montaje de Chan-Wook está presente y sus intérpretes, en
especial el inquietante y omnipresente Matthew Goode y la inocentemente
perversa Mia Wasikowska, están muy bien dirigidos. Sorprende que, estando
ligeramente encorsetado dentro de las leyes de la industria de Hollywood –es un
proyecto de encargo que dura bastante menos que todas las que ha realizado
hasta ahora-, salga indemne y le dejen aplicar su personal sello autoral.
No obstante, ahí reside
su principal problema, que aunque su estilo sobresalga por encima del conjunto,
el guión, más allá de sus tópicos, su previsibilidad y sus agujeros
argumentales, no está a la altura de nada de lo que haya hecho el cineasta
hasta ahora. Guión y realización no van de la mano, a pesar de que el libreto
sea bastante fuerte y extraño dentro del panorama actual –lo escribe, atención
a esto, el protagonista de “Prison Break”, Wentworth Miller-, y tras una
primera hora sugerente, su media hora final no puede evitar caer en la
verborrea excesiva y la película se hace demasiado masticada para ser entendida
por un público más mayoritario. Y es que por mucho que s metraje se vaya
tiñendo poco a poco de rojo, por mucho que el envoltorio sea profundamente
llamativo, “Stoker” tiene muy poco que rascar bajo su preciosa superficie.
A
favor: la pulcra y elegante dirección de su director, su
reparto
En
contra: que no hay tanta profundidad bajo su suntuoso envoltorio
Calificación: **1/2
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