lunes, 15 de enero de 2018

LA CRÍTICA. Tres anuncios en las afueras

En las afueras…
Si por algo se ha caracterizado el cine de Martin McDonagh es por ese corrosivo sentido del humor con el que el director y guionista siembra sus propuestas. Un humor a veces ridículo, a veces muy negro, ya visto con anterioridad en otros directores como Guy Ritchie –el bueno, el de “Lock & Stock” o “Snatch”-, y que le iba como anillo al dedo a las criminales historias que contaba en “Escondidos en Brujas” y “Siete psicópatas”.

“Tres anuncios a las afueras” es la confirmación de que ésa es la impronta del cineasta. Independientemente de la trama que cuente. Porque lo que debería ser un drama o un western contemporáneo seco, al más puro estilo de los hermanos Coen, con la historia de esa madre que la emprende contra las autoridades locales para hacer justicia para con su hija violada y asesinada, se ve impregnado de cotas de humor que bordean el ridículo –esa conversación con las pantuflas-, el humor negrísimo –un oficial escuchando ABBA mientras al fondo se produce una situación trágica-, o sencillamente están fuera de sitio –ese flashback de la hija.


Y aquí está el mayor riesgo que McDonagh asume. Pues lo que tan bien funcionaba en sus dos trabajos previos, aquí puede producir el efecto contrario, el de que el espectador salga continuamente de la cinta y no llegue a empatizar con ella. Pero que esta apreciación, ya personal para cada uno, no lleve a engaño. “Tres anuncios en las afueras” sigue teniendo virtudes que la hacen merecedora de la estampa de buena película. Principalmente su reparto, rubricado con las poderosas interpretaciones de Frances McDormand, Sam Rockwell y Woody Harrelson, en tres roles que representan a esa América profunda, ajena a toda ley del mundo civilizado, donde la única regla es la que hace cada uno por su propia cuenta. Tres personajes, eso sí, marcados por el sello de su creador, que les acerca de vez en cuando peligrosamente a la línea del absurdo y la burla deliberada.


Y por supuesto, tiene momentos de grandeza, especialmente dos que ocurren entre llamas. Momentos a los que también nos había acostumbrado McDonagh anteriormente, de esos que hay que ver con la boca bien abierta. Pero grandes momentos no hacen una gran película, y el resultado es un film irregular, que funciona a ratos, cuando su exacerbado sentido del humor se lo permite. Quizá era su objetivo, que los que comulguen con sus salidas de tono salgan encantados de verla, y que los que no lo consigan se queden precisamente en las afueras. Si es así, objetivo cumplido.

A favor: su trío protagonista, y sus momentos de grandeza entre las llamas
En contra: su peligrosa tendencia hacia la comedia

Calificación ***
Merece la pena

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