jueves, 20 de junio de 2013

En paz descanse... James Gandolfini (1961-2013)

Todavía no me lo creo. He tardado unos minutos en empezar a escribir este artículo, porque todavía no salgo de mi asombro. James Gandolfini ha fallecido a los 51 años de edad, según confirma HBO, víctima de un posible infarto en Italia. Un actor que me ha acompañado prácticamente desde que era pequeño, desde que le vi por primera vez en “Amor a quemarropa” y “Velocidad Terminal” y ya desde entonces no pude desprenderme de su rostro y fuerte presencia ante la cámara.

Hijo de padre italiano y madre estadounidense criada en Nápoles, Gandolfini nació en Nueva Jersey en el seno de una familia humilde que inculcó un amor profundo hacia sus raíces italianas. Tras diversos empleos, y mientras actuaba en Broadway, comenzó a hacer sus pinitos en cine a las órdenes de Sidney Lumet (“Una extraña entre nosotros”) o Tony Scott (“El último boy scout”, “Amor a quemarropa”), y desde entonces se convirtió en un secundario recurrente en Hollywood. Volvió a trabajar con Lumet (“La noche cae sobre Manhattan”) y Scott (“Marea Roja”), y probó con Barry Sonnenfeld (“Cómo conquistar Hollywood”), Álex de la Iglesia (“Perdita Durango”), los hermanos Coen (“El hombre que nunca estuvo allí”), Gore Verbinski (“The Mexican”), Joel Schumacher (“Asesinato en 8mm.”), William Friedkin (“Doce hombres sin piedad: Veredicto final”), Clint Eastwood (“Medianoche en el jardín del bien y del mal”) o Gregory Hoblit (“Fallen”).

Sin embargo, fue en 1999 cuando le llegó la fama con su papel de Tony Soprano en la aclamada “Los Soprano”, que le valió un premio del American Film Institute, un Globo de Oro, tres Emmy, varios galardones de los SGA y tres menciones en los premios de la crítica televisiva, entre otros. Y, pese a este éxito, no se prodigó todo lo que me hubiera gustado en la gran pantalla, por lo que el Oscar siempre se le resistió. Pero aún así pudimos verle en “The Mexican”, “El hombre que nunca estuvo allí”, “Asalto al tren Pelham 123”, de nuevo a las órdenes de Scott, “Donde viven los monstruos” o recientemente en “Zero Dark Thirty” o “Mátalos suavemente”.

Y llegados a este punto, sigo sin creerme que haya muerto este actorazo que se ganó las simpatías del público y la crítica a pesar de su imponente físico, que le valió encarnar a no pocos personajes despreciables. Con tan sólo 51 años se nos ha ido un grande, que deja apenas medio centenar de títulos en su haber, pero todos ellos memorables. Descanse en paz, maestro. 

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