martes, 30 de junio de 2009

La película del mes

Cada final de mes les traigo el análisis de algún film que viera en mi infancia (o no), que me impactara o me decepcionara sobremanera, con el objetivo de ver cómo el tiempo pone a cada cosa en su lugar

Ed Wood *****



No abandono del todo en la película de este mes una de las épocas doradas del terror de la historia del cine –hubo más, ojo-, la de las producciones de la Universal. Aún más, no abandono a Béla Lugosi y su clásico y elegante Drácula.

Tras ser “expulsado” de la franquicia Batman –en realidad el estudio prefería a otro director menos personal, y le tocó a Joel Schumacher- por culpa de la extrema oscuridad formal y argumental de “Batman Vuelve”, Tim Burton acudió a Touchstone Pictures, productora afiliada a la Disney, en la cual Burton trabajó como animador no acreditado en muchas ocasiones una década antes, con un proyecto singular: llevar al cine la vida y obra del considerado peor director de la historia del cine, Edward D. Wood, Jr. Y no cuento los años de realización que costó llevar a buen puerto “Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton”, también de la Touchstone, pues la dirigió Henry Sellick, mientras que Burton aportó simplemente su imaginería visual y la historia.


Era una etapa en la carrera de Burton muy distinta a la actual. A pesar del éxito del primer largometraje del hombre murciélago y del reconocimiento de la crítica gracias a la mágica “Eduardo Manostijeras”, Burton no gozaba del prestigio masivo y el seguimiento que medio mundo parece profesarle hoy en día. Una fiebre del público que ha llegado quizás un poco tarde, pues el inconfundible estilo burtoniano ya estaba ahí, solo que ahora lo ha pulido para adaptarlo a todo el mundo. Fijémonos por ejemplo en filmes como “Charlie y la fábrica de chocolate” o “Big Fish”, impregnadas de una atmósfera nublosa pero cristalina, vagamente luminosa, que enrarece todo el metraje, algo no visible en sus primeros trabajos. Por ello, muchos se sorprenden de que sea suya una película como “Mars Attacks!”, cuando precisamente ésta contiene su impronta personal de principio a fin.

A este período de su carrera pertenece la aún desconocida para muchos “Ed Wood”, uno de sus mejores trabajos. Burton vio “Plan 9 from outer space” y quedó horrorizado, pero a la vez cautivado. Sobre ella dijo: "Era espantosa, pero tenía algunas imágenes que nunca olvidaré". Y tenía razón. Aquel filme de Wood es un despropósito constante, con interpretaciones más acartonadas que los decorados, los cuales se caen, un montaje que mezcla sin sensación de continuidad imágenes de archivo con secuencias rodadas en momentos del día y con condiciones de luz distintas, etc. Pero a la vez es una película que se queda grabada en la memoria. Tiene un poder de atracción que posiblemente la haya convertido con los años en un film de culto, a pesar de ser considerada también la peor película de la historia del cine, y su realizador como el peor de toda la historia, gracias básicamente a esta película.

Los colores alegres siempre han estado en la filmografía burtoniana, pero para presentar justamente lo contrario que el ambiente gótico, a una sociedad enloquecida, desquiciada y burlesca. Burton siempre ha usado su ya característico estilo gótico para presentar a sus personajes más amados, a esos freaks para el resto del mundo pero a los que él humaniza. Los demás están todos locos, y pertenecen al mundo de los colores vivos.

Consciente de que haberla realizado en color habría supuesto tonos demasiado vivos para retratar al héroe de la historia, Burton optó por los tonos monocromáticos, un blanco y negro puro que al mismo tiempo la asemeja a las producciones de serie B, ya en claro declive hacia finales de los años 50.

Pero tratándose del cineasta, “Ed Wood” no podía resultar un biopic al uso. Una frase de Burton resume perfectamente el camino que sigue la película: "Me gusta el hecho de que Wood siempre fuera optimista, incluso en las peores circunstancias. ¡Estaba convencido de estar rodando Ciudadano Kane! En una de sus últimas cartas antes de morir, escribió que había vivido intensamente y que había realizado grandes películas. Y en realidad había sido abandonado y era un alcohólico. Eso es lo que me fascinó de él". Así, Burton eligió plasmar una época en la vida de Wood desde sus comienzos por abrirse camino a base de llevar sus extravagantes y patéticas ideas –proponía películas como “El fantasma se va al oeste”, para hacernos una idea de la magnitud de su ceguera mental- a las grandes productoras hasta el estreno de la película que le daría la gratuita fama que se ganó con los años, y siempre convencido de estar dirigiendo obras de arte, pasando por su paso por el teatro, con obras que servían de preludio a su falta de talento, pero no de ganas y pasión desmesurada por el cine, y su afición oculta por el travestismo.

Pero lo más acertado fue hacerlo en tono de comedia, ridiculizando a la vez que alabando a su protagonista como a otro de sus adoradas criaturas de claroscuros, ahora ayudado también por la ausencia de color. “Ed Wood” nos regala con esta premisa diálogos desternillantes como este:

-Ed: Bill, ¿qué vestido te gusta más, el rojo o el verde?

-Bill: ¿Cuál es el rojo?
-Ed: ¿Cómo dices?

-Bill: No puedo distinguirlos, soy daltónico... pero me gusta el gris marengo.

Y cómo no, muestra a un Ed Wood totalmente alejado de la realidad, convencido hasta las cejas de estar dirigiendo grandes películas como “Ciudadano Kane”, con cuyo director, Orson Welles, se permite Burton cruzar el destino en una inolvidable, e inventada para la vida del protagonista, secuencia en un bar en la que Welles le habla a Wood de la libertad que tuvo realizando su más afamada cinta y de lo mucho que vale la pena luchar por los propios sueños y no pasarse la vida realizando los sueños de otro. Burton le puso rostro a Welles a través de Vincent D’Onofrio, fantástico actor que, sinceramente, es su viva reencarnación física, la mejor que he visto en pantalla. No obstante, la voz original no es la de D’Onofrio, sino que fue doblada al no convencer al director.

Son tantos los aciertos que tiene esta película que no cabrían en una sola crítica. Burton impregna todo el metraje de un aura de film propio de la Guerra Fría, haciendo un sentido homenaje a lo que supuso el cine de esa etapa. La frase inicial de Jeffrey Jones en el ataúd, una presentación adaptada de la que su personaje realizara al comienzo del “Plan 9 from outer space” original, va seguida de unos créditos iniciales que rememoran lo que fue aquella película, en forma del travelling que suele usar Burton al comienzo de todas sus obras.

Otro de los aciertos de “Ed Wood” es el fantástico elenco que llena la pantalla. Johnny Depp, en la segunda de sus siete participaciones hasta la fecha actual con Burton, sobreactúa genialmente para encarnar al protagonista, secundado por Sarah Jessica Parker, Patricia Arquette, Bill Murray, Lisa Marie –por entonces pareja del realizador- y el citado Jeffrey Jones, entre otros. Pero por encima de todos ellos sobresale Martin Landau, que se transmuta literalmente en Béla Lugosi, quien acabó sus días adicto a las drogas, muy fáciles de conseguir para las estrellas en aquella época, y recuperado parcialmente para hacer realidad las locuras de Wood. La interpretación de Landau fue magistral, y le valió el Oscar a mejor secundario, el único galardón dorado que un actor ha conseguido en un filme de Burton, que siempre recibe nominaciones en apartados técnicos. Landau ganó igualmente el Globo de Oro y el Premio del Sindicato de Actores, quedando injustamente el trabajo de Burton en el olvido. Obtuvo también, y muy merecidamente, el Oscar al mejor maquillaje.

Por primera vez no podemos asociar la banda sonora con Danny Elfman, exhausto por su multidisciplinario papel en “Pesadilla antes de Navidad”. En su lugar, Howard Shore compuso una partitura muy propia de la serie B, incluso Z, a la que homenajea esta película, de las menos conocidas para el gran público –incluso algunos que dicen ser fans suyos la desconocen- que ahora parece sentir fascinación por la obra de Burton a raíz fundamentalmente de los últimos 10 años, pero al cual muchos ya conocíamos desde hace décadas, de las cuales “Ed Wood” se erige como su mejor película, con permiso de “Sleepy Hollow” y demás joyas sobre freaks tratados con el amor y respeto del padre de un monstruo.

jueves, 25 de junio de 2009

Un día sorprendente y desconcertante

Hoy me he topado con tres noticias, dos de ellas sorprendentes y la otra como mínimo desconcertante, tras un día no menos sorprendente y desconcertante -me ahorraré detalles morbosos sobre mi vida, que no es el tema del blog-.
La primera sorpresa sorprendente es la desorbitante cifra que "Transformers 2: La venganza de los caídos" ha hecho en su día de estreno a nivel mundial, nada más y nada menos que 120 millones de dólares en todo el mundo, siendo la mitad para EEUU y la otra mitad en el resto del globo. Esto la sitúa justo detrás de la más taquillera en su día de apertura, "El caballero oscuro". Sin embargo, ésta se estrenó un viernes, y la cinta de Michael Bay un miércoles, por lo que el mérito es mayor (los estrenos de los viernes suelen cosechar más éxito que los de los miércoles), y más teniendo en cuenta que se ha visto doblada gracias a la aportación mundial. Solo falta que corra la misma fortuna que la película de Christopher Nolan, que se mantuvo semana tras semana y alcanzó los 533 millones, cosa que no ocurrió con la tercera de la lista, "Spider-Man 3", que pinchó rápidamente hasta acabar en 336 millones.

La otra sorpresa la ha dado la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, o Academia de Hollywood para entendernos, que pretenden que sean 10 las nominadas a mejor película el próximo año en los Oscar. Con ello quieren hacer justicia con aquellos filmes que se quedan siempre fuera de dicha candidatura, principalmente por su género. Fue el caso, por ejemplo, de "Wall-E" y "El caballero oscuro", dos joyas que se tuvieron que conformar con candidaturas de segunda -descontando el Oscar a Heath Ledger-. Pero la sorpresa no es tan grande si tenemos en cuenta que éste era el sistema usado en los primeros años de la ceremonia, durante los años 20. De hecho, en 1934 y 1935 hubo 12 nominadas. Aún así, ocurrirá lo de siempre, que habrá cintas que se queden fuera, y por supuesto ocurrirá el efecto contrario: habrá algunas que sobren.

Y la noticia desconcertante ha sido el fallecimiento de Farrah Fawcett a los 62 años de edad víctima del cáncer contra el que llevaba luchando tres años. Fawcett, por si hay alguien que no la reconozca al verla, fue una de las famosas "Ángeles de Charlie" originales, aunque también participó en películas tan legendarias como "Los locos de Cannonball" y "La fuga de Logan". Uno de sus últimos trabajos fue a las órdenes del también difunto Robert Altman en la deliciosa "El Dr.T y las mujeres", donde hasta se atrevió con un desnudo integral en público. Descanse en paz.

martes, 23 de junio de 2009

LA CRÍTICA

Señales del futuro ***1/2

Cuando Alex Proyas estrenó la magnífica “Dark City” escribió con letras doradas una página de la historia de la ciencia-ficción de finales del siglo pasado, junto a compañeros como los hermanos Wachowski, cuyo “Matrix” guardaba no pocas similitudes estéticas con la segunda película del realizador australiano, cuatro años después de su más que prometedor debut con “El cuervo”.

Ha pasado poco más de una década y los fans que ha ido ganando aquella película a la que el tiempo ha catapultado muy merecidamente a la categoría de culto seguimos esperando otro milagro similar del director y escritor. No habiendo sido posible, hemos tenido que contentarnos con auténticos blockbusters como “Yo, robot” con más sustancia que la mayoría de los filmes palomiteros que inundan las salas actualmente, pero aún carentes de esa aureola que confirió a “Dark City” como una de las más lúcidas y a la vez sombrías experiencias audiovisuales y conceptuales de los últimos años.

Proyas parece aún seducido por el reverso oscuro de Hollywood, ese que se esmera más en ganas dinero que en la calidad, pero no por ello ha perdido su universo personal. “Señales del futuro” contiene así una atmósfera opresiva, situaciones de tensión milimétricamente insertadas, y un look visual en el que predominan los tonos fríos.

Con “Yo, robot” fuimos concientes de que estábamos ante un nuevo vehículo de lucimiento para Will Smith, y como tal concienciación dejamos pasar los chistes del actor y que primara la acción sobre todo lo demás. El guión tan solvente de aquélla ayudaba a digerirla, y Proyas concibió una película entretenida, enérgica e inteligente. Pero en “Señales del futuro”, el peso ya no recae en la estrella –Nicolas Cage no es Will Smith, e incluso nos cae mal algunos, aunque en esta ocasión está bastante correcto-, y las miradas se han centrado en el director, con más razón teniendo en cuenta la relevancia que “Dark City” ha ganado con los años.

Por ello, esperamos de este nuevo trabajo una seriedad inusitada, algo que sin duda tiene. Esperamos una gran historia, algo que también posee. Esperamos que mantenga el tipo durante dos horas, algo que no le falta en absoluto. Y esperamos por supuesto notar la mano de Proyas al menos en el aspecto audiovisual, y esto es lo que afortunadamente más sobresale. Pero que sea una adaptación de un film del director para el público en general, como ocurriera en su anterior cinta, es algo que no deseamos ver. Así, en “Señales del futuro” se enfrentan dos fuerzas: la de un cineasta con identidad propia que tiene una interesante historia entre manos y sabe llevarla a buen puerto, a pesar de la previsibilidad de la misma, y la de unos productores que quieren un bombazo en taquilla, una película que hermane más con el público que con los pocos seguidores que puedan llegar a verla.

Así, “Señales del futuro” es una película entretenida, muy interesante, potentemente dirigida, con secuencias que quedan grabadas en la retina –el plano secuencia del accidente aéreo y el del metro son para quedar enmarcados por siempre como buena muestra de lo que debe ser el cine espectáculo- y un guión que cambia de tercio un par de veces sin por ello resultar difícil de seguir, aunque pueda resultar fácil verlo venir en su desarrollo. Pero el empeño por hacer una película para el público es lo que más tropieza con ella –se nota en el tópico pasado del protagonista-, hasta el punto de alargar la trama para mostrar el Apocalipsis en todo su esplendor. Porque de haberse dejado libertad a Proyas, el necesario desenlace no habría resultado tan risible y esta película habría llegado a algo dentro de su género. No habría alcanzado a su trabajo más célebre ni por asomo, pero no olería tanto a producto veraniego desaprovechado.

A favor: el poderío visual del mejor Alex Proyas y las escenas de accidente del avión y del metro
En contra: el final puede parecerle ridículo a muchos; la sensación de que por culpa de Hollywood no haya llegado a más

domingo, 21 de junio de 2009

LA CRÍTICA

¿Hacemos una porno? ***

En tiempos de crisis una buena dosis de ingenio, poco o nulo sentido del ridículo y por supuesto la necesidad de llegar a fin de mes pueden llevar a algunos a tomar medidas tan desesperadas, pero lucrativas después de todo gracias a la era Internet, como rodar una película porno sin medio alguno pero con mucha motivación. Éste es el camino que toman dos amigos de toda la vida, los Zack y Miri del título original, en la última ocurrencia del ex-prodigio del cine independiente Kevin Smith.

Smith ha pasado de la lúcida comedia indie de sus primeros trabajos al cine políticamente incorrecto en apariencia, pero demasiado correcto en su conjunto. Ha tenido que soportar ver cómo su época, la cual no supo aprovechar del todo, pasaba sin pena ni gloria, a pesar de haber sido en sus comienzos una joven promesa. Ahora se ve relegado a ser un obseso de “Star Wars” y los cómics que de vez en cuando gesta comedias blandengues del estilo “Una chica de Jersey” y es incapaz de volver a divertirnos con aquel cúmulo de despropósitos que fue la genial “Dogma” –la cual sí era incorrecta desde el comienzo hasta el final-, un freak que hace alguna cargante aparición en pelis de otros, como la última entrega de “La jungla de cristal”, interpretándose básicamente a sí mismo.

“¿Hacemos una porno?” contiene, por suerte, las esencias del cine del Smith primerizo, el de “Clerks”: diálogos bastante ingeniosos y las enésimas referencias al universo galáctico de Lucas y los tebeos. Smith nos sirve incluso una original, más kitch que pornográfica, versión de “Star Wars”, aquí titulada “Star Whores (La guarra de las galaxias)”, así como algún que otro diálogo punzante sobre los actuales juguetes sexuales del mercado, como la linterna masturbatoria.

Sin llegar a ser tan genial como la misma “Dogma” y sin estar siquiera a la altura de su debut, su nueva locura es divertida, ocurrente y consigue de sobra su objetivo, que no es otro que el de entretener. Pero en definitiva, “¿Hacemos una porno?” parece más una película surgida de la mente del último fenómeno de la comedia made in USA, Judd Apatow, que de la pluma y la imaginación de Smith, quien ha tenido que soportar ver, como le ocurriera a los hermanos Farrelly –no obstante, estos sí supieron explotar su propio éxito-, cómo Apatow le roba un terreno que en realidad no ha tenido nunca. Lejos de resignarse a seguir haciendo cine como aquellos, busca obtener el mismo éxito usando las mismas fórmulas. Y sí, la película parece más de Apatow que de Smith, pero el público no ha reaccionado como se esperaba, y en taquilla su intento no ha dado sino para recuperar su inversión y la de los malditos hermanos Weinstein.

A pesar de haber perdido parte de su propia identidad, el director sale airoso con esta comedia que comienza muy bien pero acaba en la cursilería propia de las películas románticas, algo que ya se olía desde el comienzo, con la pareja de amigos de toda la vida que termina descubriendo que están enamorados. En ese tramo final tan azucarado para lo que se preveía como una comedia marca de la casa Apatow, solo sobresale Jason Mewes, el eterno compinche de Smith, su atrevido desnudo frontal y su técnica del timón holandés.

A favor: la técnica del timón holandés de Jason Mewes

En contra: previsiblemente, se endulza llegado el final; que Kevin Smith no es Judd Apatow

martes, 9 de junio de 2009

"Bad Night", te puede tocar a ti

Posiblemente ya hayan visto este anuncio en marquesinas y en televisión desde principios de este mes. El spot lleva por slogan “esta noche te puede tocar a ti, estreno el próximo fin de semana”, y en él vemos ecos a la saga “Saw” y la española “[REC]”. En el anuncio no se da más información que una web y un título, “Bad Night”, además del slogan mencionado. Una vez entras en la página, lo que hay es otra pista que lleva a otro nuevo enigma: introduces tus datos y tu correo, subes una foto tuya con expresión de miedo y a esperar a que te avisen…

Sí, se trata de una campaña de marketing viral, ¿pero de qué? El misterio parece parcialmente desvelado si leen la política de privacidad del formulario a rellenar, en el cual se hace alusión a la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), algo que, ya de entrada, contradice la filosofía del marketing viral de borrar todo rastro que lleve al origen, a la clave del anuncio.

Muchos son los que han puesto el grito en el cielo ante esta nueva manera de la fundación de llamar la atención, acusándola de frívola y de restar seriedad al tema que trata usando semejante campaña publicitaria. En Cinéfagos Anónimos no vamos a entrar en debates de este calibre. Prefiero comentar el spot desde el punto de vista cinematográfico. Lo peor del mismo es únicamente que nunca llegaremos a ver una versión extendida –un largo, para entendernos- de este “Bad Night” que con tan poca duración resulta escalofriante y estremecedor. Y es que tras la cámara parece estar el incombustible Álex de la Iglesia, mientras que los gritos y la expresión de pánico la prestan Carolina Bang, con quien de la Iglesia ya trabajara en la serie de televisión Plutón BRBNero.

Parece que hasta este fin de semana no conoceremos la verdad. Por ahora les animo a que pinchen en la imagen promocional de “Bad Night” y se dejen llevar. Y recuerda, “esta noche te puede tocar a ti”.

sábado, 6 de junio de 2009

LA CRÍTICA

Terminator Salvation **1/2

Mucho ruido y pocas nueces

Quizás sea “Terminator” la saga que más ha marcado la evolución de la ciencia-ficción seria -excluyamos a “Star Wars”- y de las técnicas infográficas al servicio del espectáculo. El primer “Terminator” ofrecía una nueva historia de la que nutrir al género, una estética de serie B reconvertida en espectáculo de masas en su segunda parte. Más grande, más larga y más ruidosa, “Terminator 2: El juicio final” superaba a su predecesora, ya firmemente asentada en el olimpo de obra de culto, en espectacularidad y efectos, a pesar de contar la misma historia. Y mientras “Terminator 3: La rebelión de las máquinas” apostaba por la economía de metraje y por ofrecer más de lo mismo, que es mucho, ayudándose de uno de los desenlaces más coherentes de los últimos años –coherente para la misma saga, por supuesto-, el “Terminator Salvation” que ahora nos llega lo hace mostrándonos lo que en las anteriores solo eran ráfagas tímidas en medio del estruendo: la definitiva guerra contra las máquinas puesta por fin en imágenes en un largometraje, con un John Connor consciente ya de su papel de líder.

No puede achacársele a esta nueva vuelta de tuerca, que no del todo resucitación –para eso ya está la solvente serie de televisión basada en la franquicia-, el ser demasiado previsible. Ya eran previsibles las anteriores, pues precisamente la historia no puede cambiarse, ya estaba todo escrito. Del mismo modo que el desenlace de la tercera entrega reducía a la nada al film por no llevar a ningún sitio al mismo tiempo que era el único final posible, en la segunda parte sabemos que Connor no puede morir, o el futuro de la humanidad y todo lo que hemos visto hasta entonces caería por su propio peso. En resumen, nos encontramos ante un modelo que no se puede permitir los cambios temporales de “Regreso al futuro”, sino que todo está ya previamente predestinado a ocurrir, pues el pasado marca el futuro, y viceversa. “Terminator Salvation” no comete así la desfachatez de jugar a los dados con el tiempo y se erige como primera parte real de la saga, aquella que debería ocurrir antes de la que James Cameron presentara hace un cuarto de siglo, antes de que Connor enviara al pasado a su padre para salvar a su madre. Consciente de su papel en la franquicia, “Terminator Salvation” es fiel a la historia original y nada en ella cambiará lo que hemos visto hasta ahora, y por tanto su previsibilidad es en parte necesaria.

Podría esperarse del ecléctico McG que usara los artificios de “Los Ángeles de Charlie” y la película no se sostuviera estéticamente. No es el caso. El director rehuye de sus manías habituales en la dirección y ofrece un monocromático futuro post-apocalíptico cercano a los escenarios de una cinta bélica del calibre de “Salvar al Soldado Ryan”. El 2018 que recrea vuelve a ser consecuente con la historia que narra, y se planta como una de las mejores bazas de esta película. Ayudan a ese cometido el siempre sobrio Christian Bale, quien sin embargo se ve ensombrecido por un actor con mucha fuerza en escena, Sam Worthington, y la banda sonora de Danny Elfman, muy alejado, al igual que McG, de sus tics habituales.

Puede que mostrar en pantalla la definitiva batalla hombre-máquina sea más de lo mismo, pero “Terminator Salvation” lo solventa con muchas buenas dosis de entretenimiento, polvoriento y ruidoso donde los haya, con unos efectos hiperrealistas –aquí se contempla otro avance más de la saga en materia de efectos especiales-, que no decae casi en ningún momento.

Pero debajo de tanto ruido subyace el principal problema: un guión que suspira en cada línea. En especial durante la primera hora de metraje, la inexistencia de este guión solo puede hacer equiparar a esta entrega con “Transformers”, pero no con la trilogía original. Cuando por fin llegan los primeros resquicios de guión, la película se ve sumida en su propio estruendo, absorbida por la dosis vibrante que McG insufla al conjunto, una buena muestra de cine espectáculo, pero con menos contenido que la serie B de la que partía en un principio, y a la que parece ir destinada –no olvidemos que realmente es el comienzo de toda la historia, y tras ella iría cronológicamente un clásico de la serie B-.
Rabiosa, vibrante, y por supuesto muy ruidosa, “Terminator Salvation” se permite solo cuatro momentos de nostalgia, aunque no precisamente de momentos nostálgicos para la misma saga: una niña que recuerda a la de “Aliens, el regreso”; la dedicatoria final al mago Stan Winston; la recuperación de un grande, Michael Ironside; y la fugaz aparición, para algunos ridícula –se oía más de una risa en la sala- del incombustible Schwarzenegger, recuperado con su aspecto de hace 25 años gracias a la magia digital. Lo demás se reduce a una entrega necesariamente previsible, ferozmente espectacular, pero tan silenciosa en el fondo como ruidosa en su envoltorio.

A favor: su buena dosis de constante espectáculo
En contra: el guión, casi inexistente
Crítica también disponible en locoporelcine.com

jueves, 4 de junio de 2009

David Carradine (1936-2009)

Fue el mítico Kwai Chang Caine de la serie de televisión “Kung-Fu”, papel que marcaría su posterior carrera. A pesar de ser un ignoto en las artes marciales hasta entonces, su papel de monje shaolin chino-estadounidense en dicha serie le catapultó a la fama mundial y despertó en él el interés y la afición por el kung-fu. Encasillado eternamente en el subgénero, David Carradine fue recuperado magistralmente en un papel similar gracias a Quentin Tarantino en “Kill Bill”, lo cual hizo aumentar aún más el mito.

Productor, guionista, director y compositor aparte de actor, el polifacético Carradine fue encontrado muerto el 3 de Junio en su habitación de un hotel de Bangkok, donde rodaba una nueva película, “Stretch”. La leyenda ha ido más allá, tras publicarse que dicha muerte ha ocurrido en extrañas circunstancias, hablándose de ahorcamiento, de suicidio o hasta asesinato.

Todo no hace más que alimentar y engrandecer a un gran actor de la pequeña y la gran pantalla, que trabajó en sus trabajos más serios con directores tan relevantes como Martin Scorsese, Walter Hill, Ingmar Bergman y nuestro José Luis Borau. Fue nominado en cuatro ocasiones a los Globos de Oro, galardón que siempre se le resistió, uno al Oscar y otra más al Emmy por la serie que le otorgó la fama. Algunos echamos de menos incluso una última nominación al Oscar como secundario por ser el Bill de Tarantino. Sea como fuere, un clásico que nos deja a los 72 años de edad y convertido ya antes de su muerte en todo un mito de la pantalla. Descanse en paz.
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