sábado, 31 de octubre de 2009

La película del mes

Cada final de mes les traigo el análisis de algún film que viera en mi infancia (o no), que me impactara o me decepcionara sobremanera, con el objetivo de ver cómo el tiempo pone a cada cosa en su lugar


El resplandor ****1/2

S.K. contra S.K.

Es Halloween. Como no podía ser de otra manera, la película de este mes debía ir dedicada a algún clásico del cine de terror. Lejos de recurrir a los habituales de estas fiestas –a saber, psycho-killers y demás monstruos del séptimo arte-, he preferido optar por una de las películas que más me aterrorizaron en mi infancia. No es que “El resplandor” sea la película más terrorífica de todos los tiempos, pero sus imágenes subliminales me acompañaron durante muchos años cuando me encontraba frente a un amplio pasillo o solo en el cuarto de baño –de esto tiene buena culpa también Hitchcock y su “Psicosis”-. Antes de escribir este reportaje volví a verla tras muchos años, y me sorprendí desviando la mirada en más de una ocasión.

Bien es sabido que Stanley Kubrick se atrevía todo género que se topara en su camino, y el terror no iba a ser menos. Con “El resplandor” consiguió, aunque algunos se empeñen en no admitirlo, lo mismo que con “2001: Una odisea del espacio”: dar un nuevo enfoque al género bajo su particular punto de vista. A pesar de ello, el tiempo ha tratado peor a la primera que a la segunda en la memoria cinéfila de mucha gente. Mientras “2001” es venerada como uno de los mayores hitos de la ciencia-ficción de toda la historia, la que nos ocupa es tristemente calificada como payasada por cierto grupo de “expertos”. Pero del papel de la crítica en su momento y de la reacción del público con los años hablaré más adelante.
Lo cierto es que no fue esta la primera oferta de la Warner a Kubrick para zambullirse en las arriesgadas aguas del terror, género muy codiciado tras el éxito de filmes como “La profecía” o “El exorcista”. Fue precisamente esta última la que motivó que Kubrick se interesara por el proyecto. Los estudios le habían ofrecido la oportunidad de dirigirla, pero él se encontraba recién salido del escándalo de la obra de culto “La naranja mecánica” e inmerso de lleno en su siguiente film, “Barry Lyndon”, que supondría un enorme fiasco en taquilla. Visto el exitazo de la película de William Friedkin, y para resarcirse del fracaso de su anterior trabajo, Kubrick se puso como meta tomar las riendas de una horror movie. Primero le ofrecieron realizar la secuela de la novela de William Peter Blatty, pero Kubrick también la rechazó con el argumento de "¿Qué se puede añadir para superar a la primera? ¿Que vomite ella en otros colores?". De hecho, dicha secuela la dirigiría John Boorman y supondría un enorme batacazo comercial. Warner volvió a confiar en él con la condición de hacer una película más comercial y le envió una novela aún sin publicar escrita por un primerizo pero prometedor autor llamado Stephen King, que había saboreado las mieles del triunfo gracias a la estupenda acogida tanto de crítica como de público que tuvo “Carrie” bajo la batuta de Brian de Palma.

Comenzó entonces un acoso telefónico en el cual Kubrick siempre colgaba a King por no llegar a un acuerdo y que acabaron con la famosa frase de este último “Un tal S.K. está hasta las narices de un tal S.K.”, tras lo cual fue él quien colgó el teléfono. Comenzaba así una disparidad entre los dos que se acentuaría durante el rodaje y tras el estreno. Uno de los puntos en los que chocaron fue en la elección del protagonista. La Warner e incluso el mismo Kubrick tenían pensado desde antes de poseer los derechos que la protagonizaría Jack Nicholson, a quien Kubrick seguía los pasos desde “Easy Rider” y el cual le encantó en “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Ambos ya habían hablado anteriormente de realizar un biopic de Napoleón y a Nicholson también le ofrecieron “El exorcista”. El actor no pasaba un buen momento profesional y personal. A pesar del Oscar obtenido por la cinta de Milos Forman, era cada vez más difundido el rumor de los jugueteos de Nicholson con la cocaína. Además, tenía que lidiar con la ruptura con Anjelica Huston, con la acusación de su amigo Roman Polanski por pederastia y con el fracaso de su primer película como director. King exponía sus diferencias con el estudio por dicha elección. Veía más en el papel a Jack Palance o Jon Voight, pero la Warner se negaba en rotundo. Años después, y en esto sí acertaría en parte el escritor, aseguró que “Creo que Jack Nicholson es un actor excelente y creo que hizo todo lo que Stanley le pidió en la película e hizo un trabajo tremendo, pero es un hombre que roza la locura. El personaje requería una locura gradual, pero Jack parecía loco casi desde el principio”. Los fans del novelista estaban totalmente de acuerdo especialmente con esta última frase.

Casi desde el principio fue elegida también Shelly Duvall, que encarnaría a Wendy, la esposa de Nicholson en la ficción. El pequeño Danny Lloyd sería escogido de entre millares de niños en un casting en el que buscaban a un actor de no más de seis años y sin experiencia previa en la interpretación. Y finalmente, el cocinero Hallorann fue a parar a manos de Scatman Crothers, papel que consiguió gracias a Nicholson, con quien había trabajado en “Alguien voló…”.
Uno de los detalles más llamativos de la producción de “El resplandor” es el hecho de que no se rodara en un hotel de verdad, sino en una réplica que mezclaba varios hoteles. La fachada, el laberinto, los cuartos de baño, el salón de música, el recibidor, la cocina… todo lo que vemos en la película son decorados sacados de diseños ya existentes en hoteles. Un capricho de Kubrick que retrasó el comienzo del rodaje un año y encareció la producción hasta los 19 millones de dólares, más de lo que la Warner esperaba en un principio. Todo fue erigido en los estudios Elstree, incluidas las secuencias en la nieve, donde se estaba filmando en aquel momento “El imperio contraataca”. Hasta el mismísimo Spielberg tuvo que esperar a que finalizase el rodaje para usar los estudios para “En busca del arca perdida” –la sala donde Jack escribe era la misma que posteriormente se inundaría, con otro decorado, en la secuencia en la que Harrison Ford y Karen Allen caen a un pozo lleno de serpientes-. No fue la única escena que exigiría un año de preparación por orden del perfeccionista Kubrick. La secuencia en la que la sangre emana del ascensor costó planificarla justo ese tiempo, para finalmente quedar rodada en tres tomas.
Otro de los muchos caprichos y excentricidades del director se manifestó mucho antes de rodar. Para el guión, Kubrick confió en la novelista Diane Johnson, con la que lo co-escribiría. Al director le había entusiasmado el retrato que la escritora hacía sobre el aislamiento en el claustrofóbico relato “The Shadow Knows”. El objetivo era mantener la historia principal de la novela –familia que debe cuidar de un hotel en temporada de cierre y poco a poco se ve afectada psicológicamente por los espíritus que habitan en él- y algunos detalles de la misma que le daban relevancia –el famoso “resplandor” de Danny, por ejemplo- y realizar algo distinto, más cercano al psicoanálisis en la relación padre-hijo, al terror psicológico. Para ello, reescribieron el libreto original de King, muy fiel a la novela, lo cual irritó de nuevo al novelista. Entre las ideas descartadas de la novela figuraban la de los arbustos tomando vida y el anticlimático final con el hotel explotando, por resultar secuencias vulgares y ridículas –de hecho, lo eran-. Sobreviven algunos detalles como el comentario del director del hotel acerca de que éste se levantó sobre un cementerio indio, algo que en realidad poco aporta a la trama, a no ser que sirva para lanzar teorías acerca de su final.

Pero si algo fue relevante en el resultado final fue la actitud exigente y perfeccionista del director hacia sus actores, incluso un tanto déspota, hacia cuándo una escena resultaba perfecta o un desastre. Llegó a repetir tantas veces las escenas que exasperaba al equipo técnico y artístico. La escena en la que Nicholson dice “Here is Johnny!” (“¡Aquí esta Jack!” la doblaron en España) fue repetida 157 veces, siendo de las más repetidas de la historia del séptimo arte, y la secuencia del golpe con el bate de béisbol en las escaleras llegó a repetirse cerca de 60 veces. La interpretación de Duvall en los momentos de pánico y angustia fue tan real debido a que el cineasta la maltrataba psicológicamente mediante insultos para sacar de ella lo mejor –en el resto de momentos la actriz no resultaba tan creíble-. Incluso reescribía diariamente el guión. Tal fue la irritación que Nicholson se negó a aprenderse el guión y esperaba a que Kubrick le pasara la hoja modificada del día para memorizarla.

Durante la filmación, la hija de Kubrick, Vivian, rodó un documental que consistía en un día normal de rodaje. Narrado por un exaltado Jack Nicholson, quien seguramente aguantaba el ritmo del rodaje gracias a las drogas, en “Making The Shining” podemos ver a un Kubrick ensimismado en su máquina de escribir y al fondo a Shelly Duvall tirada en el suelo e histérica recibiendo consuelo y aire de una ayudante, sin que el director levante la vista siquiera para preocuparse por ella. La actriz tuvo que ser internada en un centro psiquiátrico a raíz de una crisis nerviosa que sufrió al finalizar el rodaje. Todo este compendio de manías, unido a los problemas de espalda del protagonista y a un incendio que arrasó parte del decorado, alargó el tiempo de rodaje a 27 semanas de las 17 previstas.

Si “2001” fue una revolución en la ciencia-ficción y “Barry Lyndon” consiguió ser iluminada con la simple luz de las velas, “El resplandor” hizo su particupar aportación al cine con el uso de la steady-cam. A pesar de que este mecanismo, consistente en un soporte acoplado a la cámara qué permite moverse con ella sin que la imagen tiemble, fue inventado por Garret Brown, a quien Kubrick contrató para manejarla, aquí se convierte en un elemento crucial para contar y dar atmósfera a la historia. Las escenas en las que la cámara persigue al pequeño Danny en su triciclo son ya un clásico del cine, capaces de aportar la dosis perfecta de tensión ante la duda de qué nos encontraremos tras la siguiente esquina de los estrechos pasillos del hotel.

Es precisamente el cambio de guión constante durante el rodaje lo que resalta cuando se analiza la película en profundidad. Tiene acusados cambios de ritmo a lo largo de todo el metraje, como si las escenas hubieran sido rodadas por separado sin demasiada conexión entre unas y otras y finalmente se hubiera intentado dar cohesión al resultado final en la sala de montaje. Kubrick solventa este detalle dividiendo la historia en segmentos, como hiciera en “2001”. Aún así, los cortes siguen estando presentes en algunas situaciones, como si buena parte del material hubiera quedado descartado. Como prueba, un ejemplo: tras la secuencia en la que Wendy descubre las marcas en el cuello de Danny y huye de su marido creyendo que éste le ha golpeado, vemos a Jack en el bar del hotel; acto seguido vemos a Wendy avanzar angustiada por los pasillos con un bate en la mano y le dice que su hijo le ha contado que hay una mujer en una de las habitaciones. Es evidente que algo falta entre ambas secuencias, y esa carencia puede verse en otras muchas partes de la película. Asimismo, el momento en que Jack comenta al barman el incidente con Danny tres años atrás se cuenta muy superficialmente, y otros momentos, como la locura progresiva del protagonista, llegan demasiado pronto, no resulta tan gradual como el mismo King advirtió acertadamente.

Pese a estos posibles fallos –otros errores de raccord han sido descartados como tales, como la pelota que es tirada al niño en el pasillo y que en el siguiente plano ya no está, y son vistos más bien como descuidos deliberados de Kubrick tratándolos como elementos que son arrojados por los fantasmas para atraer a los personajes-, y a la pobre interpretación al comienzo de la película de Duvall, “El resplandor” cumple a la perfección su cometido: intrigar, acrecentar el nerviosismo y la tensión y hacer pasar un mal rato sin recurrir más que a imágenes subliminales y una banda sonora opresiva. Un montaje totalmente claustrofóbico, en el que influyen muchísimo las piezas musicales, que hace que cualquier “error” que pueda poseer sea pasado por alto por quien esto escribe. Lo que queda con los años es la genial aportación de un maestro, un genio que a cada género le ponía su sello personal.


Con el paso de los años, “El resplandor” no ha sido tan bien tratada como “2001” o “La naranja mecánica”. Como dije anteriormente, hay quien incluso la considera una payasada, una mala película –fue nominada incluso al Razzie a peor director y peor actriz-, como sentenciaron algunos críticos en su época que ahora se rinden a sus pies. No es tan recordada como ellas, pero bien merece un puesto de honor a su lado. Levantó polémica –algo normal en la carrera del cineasta- no solo con el autor de la obra original, que renegó del producto y en cuanto Kubrick soltó los derechos en 1996 dio el visto bueno para realizar una soporífera miniserie dirigida por Mick Garris, sino entre los conservadores, que no vieron con buenos ojos sus imágenes subidas de tono, como la secuencia con la inquilina nudista o aquella en la que dos supuestos señores, uno de ellos con disfraz de oso, tienen una postura sospechosa en una de las habitaciones del hotel. Precisamente por estar disfrazado no pudo echarse encima la censura del todo, y por haber filmado primero el plano de lejos, lo cual impide ver con exactitud lo que ocurre. En cuanto a la escena del baño, cuando la mujer comienza a envejecer nos damos cuenta de que no es gratuito el desnudo, por lo que nuevamente eludió a los censores.

A la película no le fue del todo bien en taquilla. Pese a no resultar un fracaso absoluto, pues recaudó 44 millones en Estados Unidos, no cubrió las expectativas del estudio, convirtiéndose en otro traspiés económico del director, que nunca tuvo buena suerte en taquilla. Vista la baja recaudación en su país natal, Kubrick decidió estrenar una versión distinta en cada país. Así por ejemplo, en España tenemos 114 minutos de los 146 totales. Esto, no obstante, no salvó la recaudación. Kubrick se implicó tanto que incluso eligió el reparto de doblaje en distintos países, incluyendo España. Dirigido por Carlos Saura, el doblaje es la mayor polémica que ha levantado el filme en nuestro país en sus casi tres décadas de vida. No contaba con la voz habitual de Nicholson, cuyo doblador parecía leer el guión en lugar de interpretar un papel, perdiéndose así buena parte de la soberbia interpretación del actor. A Duvall la dobló Verónica Forqué, en una voz que va como anillo al dedo al personaje, pues es muy parecida a la original, pero que tampoco supo dar la entonación adecuada. Además, Kubrick tradujo de manera distinta según el país la frase que insistentemente escribe Jack en los folios, siendo aquí “No por mucho madrugar amanece más temprano”, algo que no tiene que ver con la historia y mucho menos con la frase original, que dice “All work and no play makes Jack a dull boy”. Este desastroso doblaje hizo que muchos críticos y espectadores de nuestro país la hayan tildado de mala película.

Para acabar, un comentario sin el cual posiblemente reventaría. Pocas veces, pese a sus limitaciones, una película ha superado tanto a una novela. Stephen King, y puede que con esto me lluevan palos, es un escritor sobrevalorado, experto en el terror literario, pero no tanto en el terror cinematográfico. De ahí que sus intentos en el cine hayan resultado nefastos y ridículos. Un escritor que precisamente peca de lo que criticó a Kubrick con los años diciendo que “Es un film que tiene todos los tipos de estilo y es vistoso. Lo puedo ver cualquier día, creo que es maravilloso para ser visto, pero es una película... Stanley Kubrick quería hacer un film de horror he hizo El resplandor, y lo que yo sentí fue que había hecho un film sobre el vacío total, sin entender las bases del género”. El problema del señor King es que no entiende el género a nivel cinematográfico, pero sí lo domina a nivel literario. Unos arbustos que cobran vida por ejemplo es una idea ridícula para una película, pues lo que funciona en un libro no queda tan bien trasladado fielmente a la pantalla. “El resplandor”, la novela, es una obra larga, tediosa, pesada, que no produce tensión alguna, como bien demostró la adaptación de Mick Garris, mucho más fiel que la de Kubrick. Lo que hizo éste fue una adaptación al cine, una acertadísima visión personal sobre el terror psicológico, sobre las relaciones paterno filiales y sobre cómo nos domestica la sociedad, pero cómo demostramos que al apartarnos de la sociedad volvemos a ser salvajes. No somos buenos por naturaleza y Kubrick lo sabe. Ya nos lo decían los drugos, y lo volvió a confirmar Jack Torrance hacha en mano. El final, con esa foto de 1921 en la que aparece el protagonista, el eterno vigilante del hotel, es uno de esos misterios que al igual que la figura del monolito nunca osó desvelar Kubrick. Otra pincelada más de un genio que volvió a pasearse por un género inhóspito para él con la soltura del mismo Hithcock, al que él tanto admiraba.

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miércoles, 28 de octubre de 2009

LA CRÍTICA

El secreto de sus ojos ****1/2

Hay películas que marcan un punto de inflexión en la carrera de todo director. Éste puede haber realizado buenas o incluso muy buenas películas, pero existe una obra en toda su carrera que lo catapulta a la categoría de maestro. Juan José Campanella es de esos directores que nunca defrauda. Ha dirigido muy buenas películas, algunas de ellas intencionalmente reconocidas como “El hijo de la novia”, y otras menos conocidas pero igualmente loables como “Luna de avellaneda”. Pero es con “El secreto de sus ojos”, que semana tras semana se ha ido convirtiendo gracias al boca a boca en un fenómeno que empieza a reventar la taquilla, con la que finalmente se ha consagrado.

“El secreto de sus ojos” contiene realmente varias historias en una sola. Comienza con un cuento, con una narración en primera persona acompañada de imágenes –imágenes que luego descubriremos que son reales en las vidas de los personajes-, narración que intenta su protagonista, un formidable Ricardo Darín, plasmar en forma de novela tras varios intentos fallidos y papeles tirados en la basura. Pero todas las narraciones pertenecientes a esa novela que es incapaz de comenzar conducen a un mismo punto: un crimen que él mismo investigó dos décadas antes y que le obsesiona desde entonces, uno de esos sucesos con los que debemos aprender a vivir a pesar de no haberse hecho justicia.
Campanella abandona la dulzura de trabajos anteriores y sirve una historia que a pesar de estar enmarcada en un país y contexto histórico concreto, resulta intemporal en su contenido pues su argumento bien podría suceder en otro momento y lugar. Además, elude cualquier análisis político y social de la época, y se centra en algo aún más relevante: el inexorable paso del tiempo y la necesidad de abandonar el pasado para avanzar hacia el futuro. Los personajes, y en especial su protagonista, viven anclados en aquel crimen atroz que no les deja continuar con sus vidas, y Campanella evita las concesiones a la sensiblería típica de otras películas de su filmografía –sensiblería, por otra parte, que siempre ha sabido manejar a la perfección para que no resulte empalagosa- y prefiere seguir la senda del cine negro en un relato que se alarga varias décadas.

Sólo hay una secuencia en todo el metraje que parece caminar peligrosamente sobre la línea de las emociones exageradas –a saber, la de la mujer corriendo tras el tren en el que va un amor inconfeso, y cómo ambos juntan sus manos a través del cristal del vagón-, pero Campanella se encarga de que no resulte tan tópica en la escena inmediatamente posterior a ella, cuando uno de los personajes de burla de ella por ser demasiado típica. Y nos sirve un plano secuencia magistral en el estadio de fútbol de esos que obligan a arrodillarse ante el genio de un gran cineasta, que propone un formato arriesgado para contar su historia.

Acompañan al que ya se confirma como sensacional tándem Campanella-Darín una fotografía excelsa, un guión de esos que dan ganas de leer la novela en que se basan, una banda sonora para el recuerdo y actores de la talla de Soledad Villamil y Guillermo Francella -increíble su complicidad con Darín- que completan un reparto sobrio en una película que dista de ser una obra maestra del cine en general, pero que sí resulta una gran obra maestra en la carrera de un director que para quien esto escribe se consolida como un excelente contador de historias.

A favor: el plano secuencia en el estadio
En contra: no se me ocurre

viernes, 23 de octubre de 2009

"Paranormal Activity", la nueva Bruja de Blair


Ha pasado exactamente una década desde que Eduardo Sánchez y Daniel Myrick sorprendieran con un formato novedoso bajo el título de “El proyecto de la Bruja de Blair”, un experimento fílmico que combinaba el marketing viral y el morbo que despertaba una leyenda urbana extendida como una infección por la red y el mockumentary, una sátira de los documentales –aunque a este género debería pertenecer más bien la reciente “District 9” y “El diario de los muertos” de Romero-, y a la cual han copiado en infinidad de ocasiones. Hasta en España nos hemos atrevido con las sobresalientes entregas de “[REC]”.

Dicho esto, podría parecer que “Paranormal Activity” es un subproducto más perteneciente a este movimiento. Pero está despertando tal revuelo que es imposible no hablar de ella en particular. La película costó cerca de 15000 dólares, bastante menos que el filme de Myrick y Sánchez, y fue presentada en 2007 en festivales como el Slamdance Film Festival y el Screamfest Film Festival. Pero no encontraba distribuidora, y según cuenta la leyenda, Spielberg adquirió una copia en DVD en 2008 y quedó tan horrorizado que casi la destruye alegando que “algo” le había dejado en su habitación del pánico. Acto seguido, se puso en contacto con el director de la película, Oren Peli para rodar un remake de mayor presupuesto. Éste se negó, y convenció a Dreamworks y Paramount para que realizaran un pase a un reducido grupo de personas con el objeto de demostrarles que no era necesario tocar nada. Instalaron cámaras de visión nocturna en la sala y las reacciones iban desde gritos hasta gente abandonando la sala.

Pues bien, dos años más tarde llega a todo el mundo “Paranormal Activity”, que gracias al boca a boca ha ingresado ya en Estados Unidos la cifra de 38 millones tras un mes en cartel, donde ha ido escalando posiciones y ya es número 1. Todo parece indicar por su tráiler y la expectación que está despertando que se trata de parte de la campaña publicitaria y que la película no es para tanto. De hecho, los que la vieron en el pasado festival de Sitges aseguran que da menos de lo que promete, que decepciona para entendernos. Así lo dejan claro en la crítica que los chicos de http://www.aullidos.com/ han hecho de ella.

Y parte de la campaña también es el llamamiento que desde la distribuidora hacen para que los internautas firmen en la web oficial para lograr que la película se estrene en su ciudad, erigiéndose así como la primera película bajo demanda. Hay que llegar a 200000 peticiones para conseguirlo, y aún no han llegado a 2000. Difícil que esto sea cierto, pues “Paranormal Activity” tiene ya prevista la fecha de estreno para el 25 de Noviembre en salas españolas. Les dejo el tráiler original –mejor no verla doblada, que ya tengo malas experiencias con “Cloverfield” y “District 9” en ese sentido- y la web donde realizar su petición, así como la crítica de Aullidos.
¿Quieres que "Paranormal Activity" llegue a tu ciudad? Pincha aquí

domingo, 18 de octubre de 2009

"Harper's Island", el slasher de los 90 se traslada a la pequeña pantalla


13 semanas. 25 sospechosos. 1 asesino. Ésta era la premisa de una de las series revelación de la temporada, o debería decir del verano. “Harper’s Island” se perfilaba como el típico slasher, pero esta vez trasladado a la televisión. Trish y Henry se van a casar, y pretenden hacerlo en la isla Harper, donde pasaron su niñez. Entre los invitados se encuentra Abby, la mejor amiga de Henry desde la infancia, que vuelve a la isla siete años después de la masacre ocurrida en la isla a manos de John Wakefield, quien asesinó, descuartizó y colgó de un árbol a seis personas, incluyendo a la madre de la joven. Lo que no esperan es que pronto uno a uno irán cayendo a manos de un asesino. ¿Ha vuelto Wakefield o en cambio alguno de los presentes ha cogido su testigo?

La serie, creada por Ari Schlossberg y producida por el realizador Jon Turteltaub, quien también dirige el piloto, no aguantó el tirón durante sus trece únicos episodios, tanto que no renovaron para una segunda temporada (si es que era posible, pues ya en el episodio final se explicaba toda la trama). Las audiencias no ayudaron semana tras semana, y “Harper’s Island” iba cayendo en el olvido. En España tuvo algo más de suerte, pero aún así quedó relegada por la mala mano de Telecinco. Entre sus actores principales se encuentran rostros televisivos conocidos como Christopher Gorham (la serie “Betty”), Katie Cassidy y Jim Beaver (ambos conocidos gracias a la serie de culto “Sobrenatural”) o Cameron Richardson, cuyo papel de niña adolescente hiperdesarrollada en “House” constituye su mayor logro. Y entre ellos los ya veteranos Richard Burgi (“Mujeres desesperadas”), Harry Hamlin (“Furia de titanes”). Y al frente Elaine Cassidy, recordada por ser la criada muda en “Los Otros” de Amenábar.

Y es una pena, porque “Harper’s Island” puede que no sea una obra maestra, puede que tenga más agujeros de guión que otras series mejor consideradas como “Héroes”, y puede que posea personajes bastante planos. Pero lo cierto es que entretiene, y eso es algo que no pueden decir todos los productos televisivos de mayor éxito. La serie sigue el esquema del slasher del cine adolescente de los 90 en los tres puntos que mencionaba anteriormente a rajatabla, incluyendo alguna muerte salvaje e inesperada. Porque ¿acaso tenía trasfondo dramático y un guión solvente “Sé lo que hicisteis el último verano”, por ejemplo?

El gran mérito es su capacidad para enganchar al espectador, que desea que llegue el siguiente capítulo para conocer la identidad del asesino o en su defecto la de la próxima víctima (aviso, nadie está a salvo de morir, así que no se encariñen de ninguno de los personajes). Puede que la identidad final del asesino defraude a más de uno, pero en su desenlace, “Harper’s Island” realiza alguna reflexión, aunque tímidamente, acerca de lo que somos capaces los seres humanos, de lo que puede esconderse en nuestro interior y que está latente desde la infancia, ese irrefrenable impulso asesino que algún día llegará a aflorar. Por eso pido que si la ven no se dejen llevar por su superficialidad aparente, pues en su tramo final se esconde mayor profundidad dramática y psicoanalítica de lo que pueda parecer. Porque llegados al final a más de uno le podrá resultar incomprensible la explicación final y poco creíble, pero eso es debido a nuestra insensibilidad por estar ante la ficción, cuando en la realidad ocurren hechos más atroces e inexplicables. Les brindo la oportunidad de descargarla en calidad óptima gracias a marcos32.

Capitulo 1 - Whap
Capitulo 2 - Crac-kle
Capitulo 3 - Ka-Blam - Enlaces intercambiables
Capitulo 4 - Bang - Enlaces intercambiables
Capitulo 5 - Thwack - Enlaces Intercambiables

Capitulo 6 - Sploosh - Enlaces Intercambiables
Capitulo 7 - Thrack, Splack, Sizzle - Enlaces Intercambiables
Capitulo 8 - Gurgle - Enlaces Intercambiables
Capitulo 9 - Seep - Enlaces Intercambiables
Capitulo 10 - Snap - Enlaces Intercambiables

Capitulo 11 - Splash - Enlaces Intercambiables

Capitulo 12 - Gasp - Enlaces Intercambiables
Capitulo 13 - Sigh - Enlaces Intercambiables

miércoles, 14 de octubre de 2009

LA CRÍTICA

La huérfana ***1/2
(Orphan)

Los niños malvados ya son un tema recurrente en el cine de terror, casi constituyen un estereotipo por sí solos. Ya sea como una secta de menores malignos (“El pueblo de los malditos”, “Los chicos del maíz”), como niños sacados del mismísimo infierno (“La profecía”, “El hijo del mal”) o sencillamente como una horda de demonios que reivindican su independencia de los adultos (“¿Quién puede matar a un niño?”), lo que tenemos es pura crueldad infantil, el choque entre la dulzura que se les supone y la maldad de la que son capaces. Por eso, es posible que esta fórmula ya tan trillada sea lo que repela a los espectadores a priori pensando en términos de “otra de niños cabrones”.
Pero no, “La huérfana” huye ya en su comienzo de todos los estereotipos posibles. Una secuencia onírica abre el tercer largometraje del español Jaume Collet-Serra, como ya hiciera su debut en el terror hace unos años, la cruel, aunque demasiado tópica, “La casa de cera”, que tenía entre sus mayores virtudes dicho comienzo y el clímax final, quedando el resto relegado a un mero slasher adolescente. Lo que viene a continuación es otra vuelta de tuerca al subgénero que nos ocupa. Y es que el director parece no sólo haber aprendido de su experiencia en el terreno del videoclip y de los errores cometidos en su ópera prima, sino que esta vez parece que los productores, entre ellos Joel Silver y Leonardo DiCaprio, le han dejado bastante libertad para contar la historia a su manera.

Collet-Serra parece madurar en cada fotograma de su última película. Cada plano, cada situación y cada sonido –la película hace un inteligente uso del mismo como herramienta para crear desconcierto; no por casualidad uno de los personajes es sordo- parece calculado al más mínimo detalle, como bien harían Shyamalan o incluso Hitchcock. “La huérfana” no sorprende solamente por su giro final, que ya es suficiente, sino por su elegante puesta en escena, huyendo de los tópicos que una película con su mismo argumento ha creado con el paso de los años.

Muchas son las virtudes que encadena Collet-Serra en esta terrorífica a la vez que sarcástica mezcla de los complejos de Peter Pan y Electra, y entre ellas se encuentra un inteligente guión repleto de secretos, porque Esther no es la única que los esconde. Y se sirve sobre todo de unas interpretaciones de altura, en particular ese careo madre-hija entre la nuevamente estupenda Vera Farmiga y la pequeña Isabelle Fuhrman, todo un descubrimiento. La niña supone el mayor reclamo del filme y sobre ella recae casi todo el peso y la credibilidad de la cinta. Su personaje de niña rechazada y mala, muy mala, es de esos que como Damien merece un lugar especial en el podio de los infantes más malévolos del celuloide.

Juegan solamente en su contra un desenlace que se torna descaradamente slasher, psycho killer incluido, un trailer que mejor no vean si no quieren que les destripen parte del argumento, y los reparos que tengan algunos a verla pensando que van a ver lo mismo de siempre. Esto último se desvanece gracias al estiloso toque de su director, y cómo no, a su valentía, porque pocos directores se atreven a rodar una secuencia de seducción entre padre e hija, entre otros muchos momentos comprometedores y que levantarán más de una ampolla entre los defensores del menor, tan turbadora como la que nos muestra un director libre de ataduras y que esperemos repita la misma proeza en trabajos posteriores. Si es así, más nos vale ir aprendiendo su nombre.

A favor: Isabelle Fuhrman, espléndida; la dirección, excelente
En contra: a muchos puede repelerle un tema tan trillado; a Collet-Serra se le va la mano al final hacia el slasher

lunes, 12 de octubre de 2009

"Zombieland", en tierra de zombis


Ha sido uno de los grandes atractivos del recién terminado Festival de Sitges, donde ha conseguido el gran premio del público. Se trata de "Zombieland", que como su propio título indica, trata de una tierra tomada por los zombis.
Cuando el mundo entero ha sido infestado por una horda de zombis, lo mejor es tomarse la supervivencia en clave de humor. Ésta es la premisa de esta comedia terrorífica que en palabras de su realizador es una oda al cine de John Landis: «Crecí viendo esas películas, de hecho, mi director favorito es John Landis. Su película Un hombre lobo americano en Londres es la mejor comedia de terror del mundo. Supongo que la conexión con el cine de los 80 está ahí y en la aparición en el filme de un actor que fue una estrella de la comedia de aquella década y de quien prefiero que no se diga el nombre para no desvelar nada de la película»

Dicha estrella podría ser Bill Murray, acreditado pero cuyo papel en la cinta se desconoce. Aunque no es el único cameo que se mantiene en secreto en la película.
Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Emma Stone y la niña nominada al Oscar Abigail Breslin conforman el cuarteto protagonista de este enorme divertimento que arrancó carcajadas en el festival de cine fantástico y de terror por excelencia. Un servidor ya ha tenido ocasión de ver los primeros minutos y debo decir que son cuanto menos originales, incluidos unos créditos iniciales tan atractivos como los de "Watchmen". Habrá que esperar hasta Diciembre para verla, pero les voy dejando el trailer en alta definición para que se vayan haciendo una idea.


La otra película relacionada con el tema es la francesa "La horde", la llamada a ser el film francés radical del año, fruto de los debutantes Yannick Dahan y Benjamin Rocher, una de zombis desmesurada que comienza siendo convencional y acaba tornándose en algo salvaje y excesivo. La trama promete una lucha entre muertos vivientes, gángsters y policías.

viernes, 9 de octubre de 2009

LA CRÍTICA

Ágora ***

La pasión de Amenábar

A nadie debería sorprender que en su último y más ambicioso proyecto Alejandro Amenábar se haya zambullido de lleno en el péplum, género hasta ahora no pisado con fuerza por el cine español, olvidando la infame “El reino de los cielos”. Lo que subyace bajo su cuidadísima ambientación de época es la misma preocupación que por la religión y sus efectos colaterales lleva teniendo el realizador desde “Los otros”.

Al contrario de lo que hiciera en “Mar adentro”, donde llegaba a hacer uso y abuso del melodrama para cargar tintas contra la iglesia y el estado, sorprende que el ateísmo de Amenábar no salpique hasta el más mínimo escondrijo de los suntuosos decorados de “Ágora”. El director hace acoplo de inteligencia no tomando partido por ningún bando en concreto. Porque lo que le interesa no es levantar ampollas contra el cristianismo, lo cual parece ser el único mensaje que algunos han visto oculto en su último trabajo. Su interés está más bien en el fanatismo como peligrosa arma de coacción. Y no importa si nos encontramos ante el judaísmo, el cristianismo o las religiones paganas, pues el terrorismo religioso impregna por igual a cualquier doctrina. Y mucho menos importa la época que se retrata, pues su discurso es perfectamente válido en nuestros días.

Existe en “Ágora” otra cara que se desarrolla paralela a la de la exposición histórica y religiosa. Junto a ellas convive el relato de una pasión, la de una mujer por la filosofía, la astronomía y las matemáticas. Una mujer, Hipatia, símbolo tardío del pensamiento humano –su importancia histórica no fue reconocida hasta varios siglos después, y de no haberse destruidos sus estudios posiblemente el ser humano habría progresado en diversos campos más rápidamente-, libre pensadora convertida en mártir dentro de un periodo convulso, donde judíos, cristianos y paganos convivían en un ambiente carente de paz.

Su pasión es el leit motiv de esta película, y Amenábar mezcla sus teorías sobre el movimiento de los planetas, perdidas para siempre por culpa de la irrupción de los cristianos, con todo el contexto histórico y religioso de la Alejandría del siglo IV. Tres vertientes que por separado resultan apasionantes, pero que el director no ha sabido combinar creando un producto de visionado uniforme. Porque su “Ágora” tiene preocupantes bajadas y subidas de ritmo, precisamente causadas por esas tres vías que no son capaces de compartir la misma trama. Si bien funcionan a la perfección independientemente, la pasión de Hipatia por ejemplo puede resultar anticlimática en medio de todo el conflicto social e histórico que se nos presenta. Y para dar cohesión, Amenábar ofrece planos externos de nuestro planeta y planos generales de las urbes con la atronadora banda sonora de fondo, para procurar que el cambio de un tema a otro no resulte demasiado evidente.
Pero si algo prohíbe a “Ágora” ser una gran película es la falta total de pasión de su director para contar la historia. Le preocupa más exponer la propia pasión de su protagonista y los hechos que la rodearon que conseguir que el espectador se implique con ella. Eso la convierte en una película distante con el público, y solo se intuye cierto despegue pasional en su tramo final, aunque ello implique tomarse cierta licencia histórica que edulcore la película en un desenlace, todo hay que decirlo, de una belleza inolvidable. No ayuda una actriz protagonista, Rachel Weisz, demasiado fría en su encarnación de Hipatia. Gran actriz, nadie lo duda, pero que no logra transmitir fuera de la pantalla sus inquietudes. Porque no todo es saber llorar ante la cámara, y eso debería saberlo una intérprete de su categoría.
Amenábar peca de ambicioso en los temas a tratar y no es capaz de poner el suficiente arrojo en la manera de contarlos, pero sin duda su ambición se salda con una magnífica dirección técnica y artística. La fotografía, el vestuario, la banda sonora, los decorados… todo justifica el enorme presupuesto de esta superproducción, la más cara del cine español, que se erige como una buena película, pero que no alcanza el nivel de obra magna por culpa de un ritmo irregular y una absoluta falta de pasión en su puesta en escena.
A favor: el despliegue técnico y artístico
En contra: tiene demasiados altibajos y le falta pasión a la hora de contar la historia

sábado, 3 de octubre de 2009

LA CRÍTICA


[REC]2 ****1/2

Fantaterror al cuadrado

Muchos reprocharon a aquella fabulosa aportación al fantaterror español que era “[REC]” que se detenía innecesariamente en explicaciones en su tramo final. Lo que Jaume Balagueró y Paco Plaza consiguieron con una primera entrega que apostaba por la subjetividad y los sustos de pasillo, y algunos recursos como el rebobinado y la visión nocturna para crear desconcierto en el espectador, como inteligentes herramientas adrenalíticas algunos sintieron que se desvanecía por el empeño de ambos por dar coherencia a la historia al final.
Lo único en lo que la esperadísima secuela, o debería decir RECuela como la denominan en Fotogramas, imita a la anterior es en limitar la visión del espectador a los encuadres de una cámara. Y es precisamente lo que se le reprochó a la primera lo que da motivo y argumento a esta segunda parte. Pero no se equivoquen: “[REC]2” no es una mera explicación de todo aquel abanico de posibilidades que sus creadores abrieran en el desenlace de su predecesora, sino que dicho desenlace ayuda a crear todo un universo alternativo en torno a lo que vimos entonces.

“[REC]2” es más gamberra -el mismo trailer, con el “En tierra extraña” de Concha Piquer de fondo, es toda una declaración de intenciones-, más salvaje, más sangrienta, más cómica e incluso más paranormal que la primera parte. Lo que Balagueró y Plaza consiguen es fantaterror clásico elevado al cuadrado, con más de todo, un cruce entre las pelis de zombis de toda la vida y “El exorcista”. Así, aquel desenlace que tanta controversia creara es usado sutil y creíblemente para construir algo totalmente distinto, un juego de posesiones infernales que convierte a los presuntos zombis en algo que es mejor no desvelar para que lo descubran los mismos espectadores, pero que explota los temas ya recurrentes en la filmografía de ambos directores.

Lo han hecho. Balagueró y Plaza nos la han jugado. Nos colaron una peli de zombis innovadora en su presentación y de la que ahora solamente nos sirven los últimos minutos, cuando Manuela Velasco era arrastrada hacia la oscuridad, una oscuridad que encierra el mal y que solo podemos ver con la visión nocturna. Y cuando parece que este recurso y la reaparición de la protagonista de la primera pesadilla son puramente alimenticios y acaban con el suspense se revelan como lo más importante de una secuela que puede que en su acercamiento a lo paranormal pierda a parte de su público, pero que a quien esto escribe ha seducido desde el principio.

Por el camino se resienten algunos detalles, como la participación del trío de adolescentes, algo magistralmente resuelto mediante el uso de dos historias paralelas mostradas en momentos del metraje distintos, hasta que todos los personajes finalmente se unen. Pero nada empaña a esta magistral reentrada en el horror en la que ya no existe el factor sorpresa. Aunque poco importa, pues sus creadores han sido conscientes de ello y han dado la vuelta de tuerca necesaria para evitar la sensación de déjà vu. Una vuelta al edificio barcelonés que gira hacia lo sobrenatural de una manera tan coherente que solo podía ser obra de dos genios, dos genios que parecen haberse desbocado para regocijo de todos. Y para colmo podemos volver a disfrutar de Ferrán Terraza. Esta vez como zombi y mazo en mano, eso sí, pero ya con eso basta.

Lo mejor: el feliz y creíble giro hacia lo paranormal
Lo peor: dicho giro puede hacerle perder público
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