martes, 31 de enero de 2012

La película del mes: Belle Époque

La España que pudo ser y no fue

Belle Epoque trata del deseo, de la dificultad de elegir, de por qué hay que elegir a una mujer y perderse a todas las demás. Y coloca a la amistad, al deseo, al sexo, por encima del amor .    (Fernando Trueba)
Deliciosa. Así podría calificar a “Belle Époque”, mi película española favorita antes de descubrir otras muchas joyas de los 90 como “La buena estrella” o “Tesis”, entre otras. Porque cada plano, cada frase, cada actuación y cada brote de su magistral banda sonora es delicioso, como si de un fresco de Monet se tratase, como si estuviéramos ante un humanista trabajo de Jean Renoir, como si la propia película tuviera alma, y ésta estuviera más viva que nunca en cada fotograma.


Así que deliciosa es el mejor apelativo que se me ocurre para calificar este film, al que le dedico La película del mes por otra razón mucho más obvia: queda poco para los Oscar y los Goya, y estamos ante un film que se hizo con nueve premios de la Academia española y con una estatuilla dorada de la Academia de Hollywood. Y, encima, conquistó al público de medio mundo. Casi nada.

Tres amigos en un café
Fernando Trueba
En 1990, Trueba volvía a vivir uno de los mejores momentos de su carrera profesional. “El sueño del mono loco”, aunque no había conseguido el respaldo esperado del público, era admirada por los críticos españoles, y la Academia le había obsequiado con seis premios Goya. Se encontraba en la posición idónea, también después de su fructífera carrera comercial durante los 80, para elegir el proyecto que le entusiasmase.

A partir de aquel año, tres amigos se reunirían semanalmente en un restaurante madrileño para charlar de la vida, de su día a día y, cómo no, de sus proyectos cinematográficos. Hablo de Fernando Trueba, Rafael Azcona y José Luis García Sánchez. Entre otros temas, Trueba piensa en la futura “Two Much”, pero aún le falta dar el salto definitivo a Hollywood.

Y en medio de esas comidas, de esas charlas sobre la vida, se fue gestando “Belle Époque”, la cinta que acabaría catapultando a Trueba a la Meca del Cine. Quizá la alegría de vivir que respira la película le deba mucho a ese restaurante. Con ella, los amigos hacían una apuesta segura, recurriendo a una fórmula que tan buenos resultados les dio en “El año de las luces”. Es decir, un relato sobre la amistad, el amor, la vida y el despertar sexual en plena posguerra.

Rafael Azcona, José Luis García Sánchez
y Juan Luis Galiardo
Juntos forjaron la historia, con Azcona como guionista y Trueba y García Sánchez como inspiradores de la misma. Y sobre todo el realizador, cuya biografía impregna el relato, como ya hiciera en “El año de las luces”. Trueba, en su juventud, trabó amistad con un hombre mucho mayor que él, Manolo Huete, un ser sabio, libre y tolerante que marcaría decisivamente su vida. Huete era el padre de cuatro hijas con una de las cuales, Cristina, Trueba contrajo matrimonio. “El año de las luces” se inspiraba en un episodio de la vida de Manolo Huete, cuya peripecia sirvió de base para narrar el despertar sexual y vital de un adolescente en la siniestra posguerra española. Y “Belle Époque” cuenta la historia de amistad de un joven con un hombre mayor sabio, libre y tolerante (llamados, no por casualidad, Fernando y Manolo), con una de cuyas cuatro hijas el protagonista se termina casando.




Una suma de deliciosos factores
Penélope Cruz, Miriam Díaz-Aroca, Jorge Sanz,
Maribel Verdú y Ariadna Gil
No sólo de una estupenda factura técnica y un guión insuperable vive la película. Buena parte de su éxito se debe a sus actores, que realizaron todos un trabajo espléndido. El más celebrado fue el de Fernando Fernán Gómez, en el papel de Manolo, uno de los mejores actores, directores y guionistas de la historia del cine español, al que acompaña un Jorge Sanz que pocas veces ha estado tan pletórico en un papel. Tenía por entonces 23 años, y tras aparecer como el pequeño Conan de “Conan, el bárbaro”, pasó sin pena ni gloria por el cine hasta que el mismo Trueba le escogió para “El año de las luces”, tras la cual le lloverían multitud de proyectos. Junto a él despuntaría también en “El año de las luces” una joven actriz llamada Maribel Verdú, con la que también coincidiría poco antes en “Amantes”, de Vicente Aranda.

Gabino Diego, Penélope Cruz y Maribel Verdú
No son los únicos veteranos en la película. Otros clásicos de nuestro cine, como Mary Carmen Ramírez, Agustín González y Chus Lampreave, dejarían su sello interpretativo personal en la cinta, potenciando la comicidad del conjunto. Y no sería un veterano, pero como si lo fuera. Gabino Diego disfrutaba de un gran momento a comienzos de los 90. Durante la década anterior había destacado a las órdenes de Fernán Gómez en “El viaje a ninguna parte”, de Jaime Chávarri en “Las bicicletas son para el verano” y de Carlos Saura en “¡Ay, Carmela!”, que le valió un Goya y una nominación a los Premios del Cine Europeo como actor de reparto. Desgraciadamente, su carrera posterior, salvo algunos títulos puntuales, no volvió a gozar del mismo éxito.

Ariadna Gil y Fernando Fernán Gómez
Pero en medio de tanto clásico, destacaban las jóvenes promesas. 1992 sería el año de Penélope Cruz, gracias a los éxitos de la que nos ocupa y de “Jamón, jamón”, su gran descubrimiento de cara al público, la película que la hizo acreedora del título de “niña del cine español”. Y todos sabemos cómo ha seguido su carrera posterior. No con tanto reconocimiento, pero sí de enorme calidad, ha resultado la carrera de Ariadna Gil, que ese año también confirmaría su estrellato gracias a “Amo tu cama rica”, de Emilio Martínez Lázaro, y cuya trayectoria posterior contiene títulos innumerables películas memorables, como “Los peores años de nuestra vida” o “Soldados de Salamina”. Y Miriam Díaz-Aroca, aunque resulte fresca en su interpretación, no prosiguió su carrera como sus compañeras de reparto, siendo más conocida como presentadora y actriz de televisión actualmente.

Todos juntos contribuyeron al desorbitante éxito de crítica y público que acompañó a la película durante los dos años siguientes a su estreno en España. Triunfó en medio mundo, suponiendo un descomunal éxito de taquilla en nuestro país y en Estados Unidos, gracias a su Oscar como mejor película de habla no inglesa, un galardón que Trueba celebró sobre el escenario con este ocurrente discurso.


Ganó el BAFTA en la misma categoría, y en España se haría con el premio Turia y el Sant Jordi a mejor película, con el premio de la Unión de Actores para Penélope Cruz, con cuatro premios del Festival de Peñíscola (director, guión, película y actor para Agustín González), el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor director, tres Fotogramas de Plata (actor para Jorge Sanz, actriz para Ariadna Gil, y película) y hasta una nominación al Oso de Oro en Berlín. Se hizo, además, con nueve premios Goya, entre ellos mejor película, director, guión y actor de reparto para Fernando Fernán Gómez, que ganó al también nominado Gabino Diego. Desgraciadamente, la cantidad de actrices que trabajaron en ella no podían figurar entre las nominadas, así que la cosa quedó peor repartida en ese sentido. Ariadna Gil se hizo con el de actriz, mientras Chus Lampreave hizo lo propio con el de actriz de reparto, arrebatándole el premio a Mary Carmen Ramírez. Jorge Sanz no ganó el de mejor actor, y Penélope Cruz y Maribel Verdú ni siquiera estuvieron nominadas. La primera, al menos, sí conseguiría nominación ese año como actriz por “Jamón, jamón”, perdiendo frente a Ariadna Gil. Todo un reconocimiento para una de las películas españolas más premiadas.


Una partida de campo
Al comienzo del reportaje mencionaba a Monet y Renoir. No es casualidad, pues todo “Belle Époque” desprende aroma a campiña francesa, a sueño esbozado por genio de la pintura, como si de un cuadro se tratase. Y era éste precisamente el tono que buscaba Trueba para la película. Antes de comenzar a gestar la historia, el realizador les mostró a Azcona y García Sánchez “Partie de Campagne”, de Renoir, para mostrarles el aroma que quería imprimir a la película.

Pero por encima del aspecto estético, que está plenamente conseguido gracias a los parajes encontrados en Portugal, lugar de filmación, se aprecian numerosos rasgos característicos de los trabajos del cineasta francés: el amor a la vida, la sensación de libertad, la exaltación de los sentidos o la influencia del paisaje y la naturaleza en los sentimientos. Los personajes de “Belle Époque”, como los de “Partie de Campaigne” o “La règle du jeu”, huyen de la ciudad a un ambiente más puro y salvaje, en el que, en contacto con la naturaleza, quedan abolidas ciertas normas y prejuicios, donde afloran los instintos. También son característicos los enredos amorosos como motor de la historia, y la necesidad de elegir del personaje principal, y la aproximación a la tragedia hacia el final. En la banda sonora también se respira cierto toque francés gracias al formidable trabajo de Antoine Duhamel, colaborador en diversos filmes de la nouvelle vague, que aportó música popular y tradicional francesa a la partitura cinematográfica, y con quien Trueba ya había colaborado en “El año de las luces” y “El sueño del mono loco”. Volverían a coincidir en “El embrujo de Shanghái” y la también multipremiada “La niña de tus ojos”.

Estas referencias podrían explicar el título francés de la película, pero incluso en este aspecto, Trueba fue más allá. La Belle Époque es como se conoce al período de la historia de Francia comprendido entre 1890 y 1914, que precedió a la llegada de la I Guerra Mundial. Retrospectivamente, estos años previos son en comparación mucho más bellos que los que llegarían posteriormente, con dos guerras mundiales y una crisis económica mundial como catalizadores de los miedos de toda la población mundial. Durante este periodo el placer reinaba y la alegría de vivir caracterizaba la vida cotidiana.

Así, Trueba aplica el mismo concepto al mundo en que viven los personajes, que han preferido huir del bullicio de la ciudad para refugiarse en un ambiente bucólico donde dar rienda suelta a sus pasiones, a la libertad de pensamiento, al libre albedrío. Mientras, el mismo país vive un falso estado de bienestar. La acción transcurre en los albores de la II República, y aunque la alargada sombra del crack del 29 les está tocando de lleno desde el punto de vista económico, los españoles ven un rayo de esperanza en el fin de la monarquía. Un país que se siente libre, feliz, y en el que un joven desertor del ejército es acogido por un hombre mayor liberal, padre de cuatro bellísimas chicas con las que coquetear.

Pero todos sabemos cómo acabó la historia. La comedia alegre que propone Trueba se vuelve tragedia hacia su desenlace, con el suicidio del cura y el fin de la libertad de Fernando, cuando ya ha elegido a quién quiere y se casa con ella. Pero hubo un final aún más desgarrador, el que viviría el país unos años después. La Guerra Civil, y la posterior dictadura franquista, acabaron con el sueño de la España que pudo ser y no fue, la república democrática que en la España de los años 30 no tuvo dónde asentarse y florecer, pero que existió durante un pequeño periodo. Algunos soñadores lo vivieron. Ésa fue su belle époque.

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