“El libro de la vida”
comienza con unos niños norteamericanos que acuden con pocas ganas a un museo,
donde una azafata les recibe para enseñarles la sala dedicada a México. Allí la
azafata les contará la disputa por el amor de una bella joven entre un joven torero
que aspira a ser cantante y un héroe local cuyas medallas dan buena prueba de
su valentía, mientras La Muerte y Xibalba se apuestan entre sí sus respectivos
reinos, la Tierra de los Recordados y la Tierra de los Olvidados, en función de
quien consiga casarse con la chica.
Con esta breve
sinopsis, que prácticamente se nos desvela durante los diez primeros minutos de
la cinta, el debutante Jorge R. Gutiérrez viene a resumir a su vez el espíritu del
que supone su puesta de largo en la animación. Su debut no pretende más que
acercar la cultura y folclore mexicanos del sur al norte en particular, y en
ese sentido se convierte en un escaparate que consigue estrechar lazos entre
culturas tan cercanas geográficamente, pero alejadas en su idiosincrasia.
Su propuesta acierta no
sólo en contarnos las tradiciones de todo un pueblo y todo lo relativo a una
celebración como el Día de los Muertos, sino que a la vez da en el clavo al
reírse de todos los tópicos de los gringos hacia los mexicanos, así como al
poner en tela de juicio, que no condenándolas, algunas de las características fundamentales
de algunos de estos acervos, como la tauromaquia. Sin embargo, comete el gran error
de confundir el acercar la
cultura a Estados Unidos con americanizarla, utilizando gags más propios de una
propuesta que pretende abrirse un hueco entre audiencias más amplias y se
olvida de que es más importante contentar a unas más modestas. Una americanización
que también se evidencia en su propia banda sonora, donde encontramos versiones
de éxitos del rock en anglosajón de Elvis Presley o Radiohead al más puro
estilo pop, algunas cantadas por sus propios personajes.
Lo que acusa esta película es pura falta de identidad personal. Podía
funcionar perfectamente gracias a su trama, sus personajes y la lección que da
sobre el peso del legado, de crear nuestra propia historia y no vivir siempre a
la sombra de nuestro apellido, sin necesidad de todos esos intentos de empaquetarla
y venderla a un público adicto a los productos basura. Y es algo curioso
considerando que su productor es Guillermo del Toro, un cineasta que ha sabido
confeccionar un cine fronterizo, encontrando el perfecto equilibrio en su
filmografía entre sus raíces culturales y el cine mainstream.
Sin embargo, la propuesta de Gutiérrez compensa este grave defecto con
una puesta en escena espectacular, un sentido del ritmo que la hace
tremendamente entretenida y una animación de primer nivel. La historia
protagonizada por estos muñecos de madera animados digitalmente divertirá a
espectadores de todas las edades, pero es menos abanderada de la cultura
mexicana de lo que ella misma cree ser.
A favor: el nivel de su animación, y que entretiene
En contra: el empeño por acercar la cultura mexicana al norte a
base de americanizarla
Calificación ***
2 comentarios:
Muy en contra de ésta crítica. La película es una obra maestra de 10, que digo de 10, de 11!!!
Buff qué va, muy exagerada esa nota para todos los defectos que le he visto, y no he sido el único en vérselos, los mexicanos no es que estén demasiado orgullosos de ella, y no me extraña. Me quedo con la última de Bob Esponja
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