sábado, 28 de febrero de 2015

LA CRÍTICA. Cincuenta sombras de Grey

Sumisión para princesitas
Anastasia resbala y cae torpemente al entrar en el despacho de Christian. Él acude a levantarla del suelo. Mientras se aproxima, la cámara avanza hacia ella, que dibuja en su rostro una expresión romanticona de “me acabo de enamorar para siempre”. Junto con este encuentro, y la conversación que mantendrán a continuación, quedan presentados dos personajes y deberías entender la atracción que él despierta en ella. Lo que viene a continuación es una sucesión de diálogos que pretenden ser un tira y afloja entre ambos, pero repletos de frases ramplonas y simples, o momentos en los que él le roza la mejilla y ella cierra los ojos como flotando en una nube, sólo un par de escenas después de ese primer encuentro que debió dejarnos claro por qué este señor causa ese poder de fascinación en ella.

No lo consigue. Para entender esa primera escena hay que ser una princesita deseosa de encontrar un chico siniestro y enigmático al que moldear. Éste es el nivel del guión y las pretensiones de una de las películas más esperadas del año, basada en un auténtico best seller que ha encandilado a millones de lectores, especialmente mujeres, en todo el mundo. Los demás aspectos de la película tampoco es que sean para tirar cohetes. La dirección pretende ser elegante pero no pasa del telefilm, la música no encuentra el tono general adecuado, las escenas de sexo son modositas y nada excitantes, y sus interpretaciones son de auténtico manual del mal actor. Su pareja protagonista no tiene química, él no transmite ese poder de superioridad que necesita su personaje, y Dakota Johnson se salva en su fragilidad, pero solamente por la mediocridad que la rodea. Da igual cómo acabe la trilogía, la base es esta cinta, y a nivel cinematográfico cojea por todos lados.


“50 sombras de Grey” es un producto hecho por y para esas féminas que han lubricado con las páginas del libro, y los hombres que las acompañan aguantando el tipo. Sólo hay en ella un aspecto valiente, y se produce durante su primera mitad. La propuesta se convierte, contra todo pronóstico, en una comedia romántica involuntaria, tanto en su guión como en la interpretación de los actores, incluso en la banda sonora de Danny Elfman. Una comedia patética y tontorrona que parece querer parodiar y mofarse del material original.


Gracias a este “salto de trampolín sin agua”, la cinta logra un desenfado que se agradece, pero que sólo existe para introducirte en una segunda mitad en la que la trama toma un giro más serio y oscuro. Esto funcionaría si no fuera porque lo que intenta venderte, su trasfondo, es pura sumisión para princesitas. Aquí no hay sado, no hay un juego sexual de sumisión y dominación, lo que tenemos es la historia de un ser que quiere controlar a la mujer con la que está, un maltratador psicológico que confunde, como el propio film, el control en exceso con la dominación sexual propiamente dicha. Y lo que queda es machismo edulcorado para engañar a las masas. Es inconcebible que esté gustando a más de una espectadora, y menos que más de una vea en él el prototipo del hombre de sus sueños. A todas ellas va dirigida. A los demás, a los que busquen erotismo y bondage sin mojigaterías, siempre les quedará “Emmanuelle 2”. O “Secretary”. O “El amante”. O “Las edades de Lulú”…


A favor: Dakota Johnson, y cierto intento de burlarse del material original durante su primera mitad
En contra: todo lo demás

Calificación *

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