Con “La mujer de negro”
nos encontrábamos ante una propuesta de género que rebosaba estilo en cada
fotograma. Su ritmo, la historia que contaba, ese aspecto de cuento gótico de
terror en el que la fotografía, el vestuario y la dirección artística rememoraban
la estética de los filmes de la Hammer de los 50, y sobre todo una capacidad
encomiable para generar tensión casi desde la primera escena. En ella todo
funcionaba como un reloj de precisión para intimidar como mínimo al espectador,
hasta culminar en un tramo final en el que el espectador se sentía como inmenso
en una enorme casa del terror capaz de hacer vomitar el corazón por la boca
gracias a lo bien que manejaba los mecanismos del terror.
Podrían haber parido
una secuela al menos potable, que fuera digna sucesora de la original. Pero
esta nueva entrega tiene tanto de interesante y coherente como el subtítulo con
el que ha llegado a las salas. Ya, para empezar, su guión no se preocupa por
ofrecer una vuelta de tuerca lógica, sino que se limita a dar más de lo mismo,
pero sin ningún tipo de chicha. Tenemos mismo escenario, como si hubieran
reutilizado los recursos de su predecesora, misma historia de fondo con ciertas
variaciones para dar la sensación de que hay trabajo de guión detrás, y
prácticamente la misma trama con distintos personajes. Aquí ya no tenemos el
acertado semblante fantasmagórico de Daniel Radcliffe, sino a la sosainas y
poco creíble Phoebe Fox como una institutriz que se muda a la casa con unos
huérfanos víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, un poco de “El
orfanato” y “El espinazo del diablo”, pero enmarcados de nuevo en el argumento
que ya explotara la primera entrega.
Pero lo peor de “La
mujer de negro 2: El Ángel de la Muerte” es la dirección de Tom Harper, cuyos
comienzos catódicos se notan, y no para bien. Porque de la lujosa ambientación
de época de la anterior pasamos a una realización puramente televisiva, como si
estuviéramos ante un episodio piloto doble de una serie que nunca llegó a
cuajar, como si de un episodio de “American Horror Story” se tratase, pero sin
el descaro y la habilidad de la serie de Ryan Murphy para moldear a su gusto
los distintos géneros que toca.
Lo que resulta son
noventa angustiosos minutos que no ofrecen ni tensión ni despiertan el interés,
y que incluso repiten o bien los solventes sustos del trabajo de James Watkins,
o los que ya hemos visto en un sinfín de cintas similares. Una película
contraindicada para aquellos que disfrutaran con aquella decente casa del
terror. Y para los que la detestaran, claro está. Aunque al lado de la que nos
ocupa, aquélla ya no resulta simplemente decente, sino una absoluta obra
maestra.
A
favor: nada
En
contra: todo, especialmente su realización televisiva
Calificación *
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