Hay tres tipos de
personas en este mundo. Algunos no quieren creer que el mal existe en este
mundo y, cuando llama a su puerta, no saben defenderse a sí mismos. Son las
ovejas. Luego están los predadores que hacen presa del débil, los lobos. Y por
último existe un tipo de personas que viven para enfrentarse al lobo y proteger
a las ovejas. Son los perros pastores. De esta manera tan simplista resumía el
padre de Chris Kyle, el francotirador más letal de la historia militar
estadounidense, a la raza humana. Este pensamiento caló tan hondo en el
personaje a quien se dedica la última película de Clint Eastwood, que el propio
Kyle –correcto Bradley Cooper, sin más- llegaba
a categorizar a quienes le rodeaban de una manera aún más simplista. Lo
incomprensible para él era quedarse en casa viendo cómo las Torres Gemelas
caían el 11-S. Si no luchas por tu país, eres un cobarde.
En “American Sniper”,
Eastwood se deja llevar por ese espíritu simplista y sirve una cinta
manipuladora y extremadamente patriótica que solamente muestra una de las dos
caras de la contienda. Aquí hay unos buenos perfectamente definidos, los
americanos, y unos malos malísimos, los islamistas, y cada fotograma
desprende un hedor a propaganda. Es un film tremendamente localista. Sólo con
la moral patriotera yanqui podría valorarse y comprenderse una propuesta como
ésta.
Por el camino, además
de conferir un halo de romanticismo a la figura del francotirador, de un cowboy que se ve afectado por
disparar a un niño en la cabeza pero que siempre rendirá cuentas ante Dios por
cada vida que ha quitado con orgullo, porque lo ha hecho por su nación,
asistimos a todo un manual de tópicos imprescindibles del género bélico. Desde
la violencia engendrando violencia hasta la adicción que produce la guerra,
algo que Kathryn Bigelow ya retratase con mucha mayor objetividad y frialdad en
la muy superior “En tierra hostil”.
Sin embargo, lo peor de
“American Sniper” es que tras la cámara se encuentra un clásico del celuloide
como Eastwood. Un maestro que se atrevió a cuestionar el patriotismo yanqui a
través de una fotografía mítica en “Banderas de nuestros padres” para luego poner
la otra mejilla, la del bando japonés, en la soberbia “Cartas desde Iwo Jima”,
tratando a ambos bandos como iguales. Aquí no tenemos eso, ni siquiera se
reconoce al realizador de obras míticas como “Sin Perdón” o “Mystic River”
salvo por un ritmo tan pausado que puede llegar a aburrir. Lo que sí tenemos es
un trabajo de encargo obra de un cineasta que ha venido a glorificar la figura
del gran héroe americano desde la más absoluta cobardía.
A
favor: Bradley Cooper, simplemente correcto
En
contra: su falta de ritmo, su tufillo a cine patriótico, la
cobardía de Eastwood tras la cámara… casi todo
Calificación *1/2
No hay comentarios:
Publicar un comentario