Más allá del límite
Tres amigos viajan a
California cuando reciben una señal de un hacker que ha conseguido meterse en los
servidores del MIT. Por el camino deciden desviarse de su ruta e investigar el
origen de la transmisión, que les lleva a un caserón abandonado en medio del
desierto de Nevada. En la casa parece que nos encontramos ante una cinta de
terror más, hasta que… No conviene desvelar mucho más del argumento de “La
señal”, una modesta propuesta de género tan difícil de clasificar como de recomendar,
que podrá sorprender a muchos pero decepcionar a otros en función del nivel de
credulidad del espectador.
La segunda película de
William Eubank, ya a simple vista, nos deja claro que a este señor más vale
seguirle la pista. El realizador maneja muy bien los pocos recursos
cinematográficos que tiene a su alcance y hace de las carencias una virtud.
Buena fotografía, solventes efectos especiales, interpretaciones decentes -especialmente
Laurence Fishburne y Olivia Cooke, y atención a la siempre agradecida aparición
de Lin Shaye-, un excelente manejo de la cámara en las escenas de acción, y una
habilidad sobresaliente para crear atmósferas enrarecidas e intrigantes. Es
decir, una factura técnica y artística de primer nivel para un film que no ha
contado precisamente con medios demasiado generosos.
Y, además, muestra una
buena mano a la hora de manejar los distintos géneros que transita. De la
película de terror found footage que
apunta que serán sus primeros 25 minutos pasamos a la ciencia-ficción pura y
dura, en una cinta que tiene reminiscencias de “Cube”, “La amenaza de Andrómeda”
o incluso “District 9”, y que sabe perfectamente mantener el suspense durante
la primera mitad de su relato. Es elogiable cómo Eubank va caminando poco a
poco, sin vergüenza y con paso firme, hacia lo desconocido, y cómo su película
va recordando cada vez más a un episodio alargado de la televisiva “Más allá
del límite”.
Sin embargo, pese a su
incuestionable potencia visual, lo que sí demuestra “La señal” es que está más
preocupada por el envoltorio que por ofrecer un contenido mínimamente
coherente. Y es aquí donde entra en juego la credulidad del público. Porque
habrá quien finalmente se deje engañar por todos sus chispazos de ingenio, que
los tiene y en abundancia, pero para los demás superará en más de una ocasión el
límite de la inverosimilitud. Para ellos, todo lo que ocurra tras sus primeros
cincuenta minutos de metraje será una sucesión de un “WTF” tras otro, jugando
al más difícil todavía y a sorprender al respetable. Hasta llegar a un clímax
que supone la cúspide de esa incredulidad y se torna en decepción por culpa de
una explicación final que o bien puedes ver venir hacia mitad de película o
bien no acaba de cerrar todos los cabos sueltos de un guión no del todo bien
hilvanado ni preocupado por sus personajes. Pero, a pesar de todo, no dejamos
de estar ante una propuesta interesante y entretenida, y ante un cineasta que
podría dar una obra mayor con unos pocos centavos más y un libreto mejor pulido
entre sus manos.
A
favor: la dirección de Eubank y sus chispazos de ingenio
En
contra: lo mucho que puede superar el límite de la
inverosimilitud
Calificación **1/2
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