miércoles, 14 de enero de 2015

LA CRÍTICA. Whiplash

Buen trabajo
Tal y como se cuenta en varias ocasiones en “Whiplash”, si el baterista Jo Jones no hubiera humillado a Charlie Parker en público lanzándole unos platillos en plena actuación, no existiría “Bird”. De esa anécdota nació la leyenda, del tesón y esfuerzo por mejorar se forjó el mito, independientemente de que no fallara ni una sola nota en aquel momento. El jazz ya no es lo que era, está muriendo, y como dice el personaje del autoritario Fletcher en el film, los discos que se encuentran en cualquier Starbucks son buena prueba de ello. Porque no hay dos palabras más dañinas que “Buen trabajo”.

En su segundo trabajo, Damien Chazelle habla precisamente de eso, de reconocer el talento y exprimirlo al límite, de la perseverancia como único vehículo para alcanzar el ansiado éxito. Cualquier otro sentimiento puede aplastar el sueño de ser uno de los grandes. Cualquier atisbo de Humanidad puede hacerte perder el compás. Es de principio a fin una historia de enseñanza llevada al extremo, de cómo el fin justifica los medios y cómo estos pueden alentar o desanimar. Es la búsqueda de un nuevo Charlie Parker y escarba en lo que se esconde en la exigente trastienda de la música, en la que una sola nota fuera de tempo puede decidir tu futuro.


Chazelle logra una excelente dirección en la que música e imagen van de la mano. Pocas veces se ve un montaje en el que cada fotograma vibre con cada nota musical hasta el punto en que lo hace esta película. Logra así un film que es puro ritmo, y que solamente se relaja y se vuelve ligeramente convencional y previsible a partir de cierto momento crucial en la trama, para luego remontar en sus últimos minutos, como si de un trasunto cinematográfico del “Caravan” de Juan Tizon y Duke Ellington se tratase, y ofrecernos uno de los finales más vibrantes de los últimos tiempos, capaz de exorcizar al protagonista y al público.


“Whiplash” es un brillante ejercicio de narrativa cinematográfica, en el que Chazelle además se perfila como un formidable director de actores. Mención especial para el joven Miles Teller, todo un descubrimiento que tiene la difícil tarea de no languidecer ante un titán de la interpretación como J.K.Simmons, al que ya iba siendo hora de que le llegase el reconocimiento que merece. El actor representa la figura absorbente y dominante que Teller requiere para ser un gran músico, y juntos logran que una propuesta que es puro ritmo no decaiga prácticamente en ningún momento. Y de la disciplina militar que impone el personaje de Simmons, del sudor y la sangre que acaban bañando los platillos, sólo se le puede decir a Chazelle “Buen trabajo”, aunque esperemos que con ello no se acomode de cara a su próximo trabajo.

A favor: El dúo protagonista, especialmente J.K.Simmons, y el nervio de su director para que intensidad visual y musical vayan de la mano
En contra: cierta pérdida puntual de ritmo perdonable

Calificación ****

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