miércoles, 28 de enero de 2015

LA CRÍTICA. Alma Salvaje (Wild)

Viaje a ninguna parte
La peregrinación como camino hacia el autodescubrimiento. El cine ya ha abordado la temática del viaje existencial, el que emprende una persona en busca de sí misma. Desde “All is Lost” hasta la incomprendida “La playa”, pasando por una recomendación española, “The Way”, que tenía el Camino de Santiago como uno de sus grandes protagonistas. Lo nuevo de Jean Marc Vallée, que hace poco más de un año daba el salto al cine que disfruta recibiendo premios hollywoodienses con la loable “Dallas Buyers Club”, va en esa línea argumental.

Para analizar “Wild”, se podría partir de dos líneas que definen al film y que constituyen sus dos vías principales. En primer lugar, el buenísimo trabajo que realiza Reese Witherspoon en la que supone, de lejos, su mejor interpretación desde que ganase el Oscar hace casi una década, si bien en todo este tiempo se ha preocupado más por hacer caja que por recordarnos lo buena actriz que es. La intérprete, como su propio personaje en la ficción, carga con buena parte del peso de la cinta a sus espaldas, y lo hace con convicción, dejándose la piel por el camino.


Y en segundo lugar, está el viaje de redención personal que su personaje emprende, una traslación a la pantalla del que emprendió Cheryl Strayed en la vida real, todo un icono de la literatura estadounidense. Una travesía por la América inhóspita que para ella supuso dejar atrás su yo salvaje, ése que venía de una tumultuosa existencia desde una pérdida familiar irreparable que la llevó a coquetear con las drogas y acostarse con cualquiera que se encontrase a su paso.

Es precisamente en esta segunda vertiente donde la propuesta de Vallée no encuentra el sendero correcto hacia su destino, que no debería ser otro que el de convertirse en una experiencia vital incluso para el espectador. De hecho, intrigan más los flashbacks que el cineasta disemina a lo largo del recorrido de su protagonista y el montaje no lineal de los mismos, que obliga al espectador a ordenarlos mentalmente y rellenar los huecos que queden por llenar, que el viaje en sí mismo. Su referente directo e inmediato sería “Into the wild”, donde Sean Penn conseguía a través de una encomiable poesía visual que la odisea de Christopher McCandless se volviese emotiva y evocadora para el público. Aquí eso no se consigue, no hay un ápice de emoción, no existe un solo plano con el que te quedes maravillado, pese a la acertada dirección del canadiense y el buen hacer de su actriz protagonista.


El libro de Strayed es todo un referente en la sociedad norteamericana. Los que lo han leído lo describen como toda una experiencia vital, como una obra aleccionadora e inspiradora. La adaptación al cine de sus memorias debía convertirse en una aventura fascinante y emocionante. “Wild” no es una aventura. Ni siquiera es fascinante ni emocionante. Es un viaje hacia ninguna parte para acabar con una vida de miseria. Y si todos los viajes de este tipo van a ser como éste, es mejor quedarse en casa.

A favor: Reese Witherspoon y los flashbacks
En contra: no llega a ser la aleccionadora e inspiradora odisea existencial que pretende


Calificación **

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