Viaje a ninguna parte
La peregrinación como camino
hacia el autodescubrimiento. El cine ya ha abordado la temática del viaje
existencial, el que emprende una persona en busca de sí misma. Desde “All is Lost” hasta la incomprendida “La playa”, pasando por una
recomendación española, “The Way”, que tenía el Camino de Santiago como uno de
sus grandes protagonistas. Lo nuevo de Jean Marc Vallée, que hace poco más de
un año daba el salto al cine que disfruta recibiendo premios hollywoodienses
con la loable “Dallas Buyers Club”, va en esa línea argumental.
Para analizar “Wild”,
se podría partir de dos líneas que definen al film y que constituyen sus dos
vías principales. En primer lugar, el buenísimo trabajo que realiza Reese
Witherspoon en la que supone, de lejos, su mejor interpretación desde que
ganase el Oscar hace casi una década, si bien en todo este tiempo se ha
preocupado más por hacer caja que por recordarnos lo buena actriz que es. La
intérprete, como su propio personaje en la ficción, carga con buena parte del
peso de la cinta a sus espaldas, y lo hace con convicción, dejándose la piel por
el camino.
Y en segundo lugar,
está el viaje de redención personal que su personaje emprende, una traslación a
la pantalla del que emprendió Cheryl Strayed en la vida real, todo un icono de
la literatura estadounidense. Una travesía por la América inhóspita que para
ella supuso dejar atrás su yo salvaje, ése que venía de una tumultuosa
existencia desde una pérdida familiar irreparable que la llevó a coquetear con
las drogas y acostarse con cualquiera que se encontrase a su paso.
Es precisamente
en esta segunda vertiente donde la propuesta de Vallée no encuentra el sendero
correcto hacia su destino, que no debería ser otro que el de convertirse en una
experiencia vital incluso para el espectador. De hecho, intrigan más los flashbacks
que el cineasta disemina a lo largo del recorrido de su protagonista y el
montaje no lineal de los mismos, que obliga al espectador a ordenarlos
mentalmente y rellenar los huecos que queden por llenar, que el viaje en sí
mismo. Su referente directo e inmediato sería “Into the wild”, donde Sean Penn
conseguía a través de una encomiable poesía visual que la odisea de Christopher
McCandless se volviese emotiva y evocadora para el público. Aquí eso no se
consigue, no hay un ápice de emoción, no existe un solo plano con el que te
quedes maravillado, pese a la acertada dirección del canadiense y el buen hacer
de su actriz protagonista.
El libro de
Strayed es todo un referente en la sociedad norteamericana. Los que lo han leído
lo describen como toda una experiencia vital, como una obra aleccionadora e
inspiradora. La adaptación al cine de sus memorias debía convertirse en una
aventura fascinante y emocionante. “Wild” no es una aventura. Ni siquiera es
fascinante ni emocionante. Es un viaje hacia ninguna parte para acabar con una
vida de miseria. Y si todos los viajes de este tipo van a ser como éste, es
mejor quedarse en casa.
A favor: Reese Witherspoon y los flashbacks
En contra: no llega a ser la aleccionadora e inspiradora odisea existencial que
pretende
Calificación **
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