La comedia suicida
Existen filmes con una
marcada vocación suicida, que se empeñan en imponer un estilo creativo ceñido a
un modelo alejado absolutamente de lo que el espectador contemporáneo está
dispuesto a ver en el cine. Concretamente, este mismo año hemos podido
disfrutar de una propuesta como “Kingsman”, que aúna el entretenimiento
estadounidense con la flema británica en un salto de trampolín a una piscina
sin agua, que ha convencido porque su mezcla es efectiva a todos los niveles,
porque ha sabido adaptar su base referencial al cine mainstream.
“Mortdecai” también
pretende ser cine suicida. Su modelo a seguir es la comedia británica de los
años 70, aquella que esgrimieran John Cleese y compañía en la prodigiosa “Fawlty
Towers”, con ciertos toques de cartoon
yanqui y pocas pinceladas de cine entretenimiento made in Hollywood. Pero muy
pocas, prácticamente inexistentes. Y sólo por estas referencias debería ser un
film a elogiar, aunque quizá no por todo tipo de públicos.
Pero no es así. La
nueva película de David Koepp lo intenta, trata de mirarse en el espejo de esa
comedia británica transgresora, valiente y audaz, de vocación totalmente
suicida si se la trataba de llevar al gran público. Y aquí radica su mayor
problema. Que este tipo de humor no es para todo el mundo, y mucho menos encaja
dentro de los parámetros del género actualmente.
“Mortdecai” acaba siendo pues un chiste sin
gracia, en el que Johnny Depp trata por todos los medios –para algo es el
productor de la cinta- de simular ser el señoritingo inglés de bigote tan
vomitivo como su acento y maneras. Ésta es una película para su lucimiento
personal, para que haga de Johnny “Sparrow” Depp por enésima vez. Suyos son los
insufribles chascarrillos y muecas que pueblan las mil y una escenas de
diálogos supuestamente hilarantes de la película, pero que fallan tanto en su
actor protagonista como en el espíritu de un guión empecinado en recuperar un
estilo de comicidad ya caduco, nada fácil de vender a las grandes masas y mucho
menos en formato de largometraje. El resto del reparto, aunque correcto frente
a él, tampoco es que pueda hacer mucho por mejorar un conjunto que falla desde
su arriesgada base referencial.
Pese a lo anacrónico de
su planteamiento, “Mortdecai” no es ni de lejos la peor película del año, como
muchos se extreman en aventurar, no llega a aburrir ni a causar daño a nuestras
retinas. Es sencillamente una aventura suicida sin arnés de seguridad, que se
ve con una mueca de perplejidad en el rostro, de cierta vergüenza ajena. La que
produce el saber que lo que vemos debe tener gracia, pero nos es imposible
reírnos. Básicamente porque su base humorística sólo tiene cabida en manos de
británicos. Y en pequeñas dosis televisivas, a ser posible.
A favor: el riesgo que
asume al tratar de adaptar al gran público un estilo de humor suicida
En contra: Johnny Depp,
y que el riesgo que asume no encaja con el estándar de comedia actual
Calificación *1/2
No merece mucho la pena
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