Bajo la superficie de las aguas
Siempre es interesante
ver cómo un actor se pasa al otro lado de una cámara y asume el rol de
director, cómo recoge influencias de todos los cineastas para los que ha
trabajado y encuentra su propio camino como contador de historias. Ya lo han
hecho con éxito Clint Eastwood, Mel Gibson o Robert Redford, y más
recientemente Ben Affleck, George Clooney o Tommy Lee Jones, todos ellos con
resultados en muchos casos sobresalientes.
Ahora es Ryan Gosling
quien se sienta en la butaca del director para presentar “Lost River”, una
oscura fábula que se mueve entre los suburbios de un Detroit en bancarrota, una
ciudad fantasma sometida a un hechizo que la impide salir a flote de su propia
inmundicia. Lo que el actor propone es un perturbador cuento de hadas repleto de
lobos al acecho de los débiles, de los que hacen lo que sea necesario por
sobrevivir y los monstruos que se aprovechan de esa situación.
A nivel argumental,
este siniestro relato sobre el capitalismo y la conquista del sueño americano
escondido bajo la superficie del agua está bien perfilado, a pesar de un
desenlace que cruza la línea del absurdo y la presuntuosidad. Gosling consigue
transmitir al espectador su mensaje a nivel de guión, y logra un mundo tan
retorcidamente onírico como aterradoramente real repleto de personajes bastante
bien matizados sometidos a todo aquello que se le pasa por la cabeza al
director.
Sin embargo, a nivel de
dirección, pese a momentos puntuales de ingenio y fuerza autoral, Gosling se
acomoda en la silla como realizador tanto como viene haciendo como intérprete
desde “Drive”. Y es precisamente al cine de Nicolas Winding Refn a lo que
recuerda esta ópera prima, pero como una versión sucia y empantanada del
trabajo del cineasta danés. Se mira tanto en el espejo de su maestro que otras
referencias al cine de David Lynch o Terrence Malick quedan como meras copias a
un nivel mucho menor.
Lo que resulta en
definitiva es una obra mal equilibrada, con una historia potente, una buena
dirección de actores –aunque Ben Mendelsohn se los come a todos- y un universo
bastante atractivo, pero que adolece de una realización totalmente desprovista
de personalidad. Puede hacerse extremadamente extraña para muchos espectadores,
pero éste es el menor de sus males cuando trata de asemejarse a otros directores.
Una lástima, porque de haber sido más original tras la cámara, su debut
apuntaría maneras de prometedor realizador, y no se hallaría ahogado bajo la
superficie de las aguas de ese río perdido del título. Y ya que como actor
viene repitiendo el mismo personaje desde hace cuatro años, siempre le quedará
como salvoconducto ser guionista. Su río aún no está perdido.
A
favor: la potencia del relato relato y el muestrario de
personajes del que hace gala Gosling en su guión
En
contra: la dirección nada personal, que recuerda demasiado
al cine de Winding Refn
Calificación **
Se deja ver
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