Líbranos de ella, Señor
Ya lo dice la Biblia.
No habrá paz para los malvados. Ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los
pervertidos sexuales, ni los cobardes y los crueles. No hay sitio para ellos en
el Reino de Dios. Pero los pocos habitantes que parecen quedar en un fantasmal
pueblo irlandés tienen una posibilidad para salvar sus almas, siempre que sea
antes de la medianoche. Tienen unas pocas horas para huir de ese infierno en el
que se ha convertido la tierra que pisan, para conseguir el perdón divino y
ascender a los cielos.
“Let us prey” presenta
su propio Apocalipsis terrenal enclaustrado en las paredes de una comisaría,
donde policías y reos deberán ajustar cuentas si evitar la condena eterna. Una
premisa interesante en cuyo desarrollo vemos destellos del cine de John
Carpenter –el uso de la banda sonora y la propia historia, que recuerdan a “Asalto
a la comisaría del distrito 13”-, de la polémica “Martyrs” o incluso algunos
segmentos y planos que rememoran a “Los pájaros” o “El resplandor”.
Sin embargo, se queda
en eso, en su premisa argumental. Más allá de las ingentes cantidades de
hemoglobina que bañan sus imágenes más agradecidas, lo que realmente salpica de
la ópera prima del cortometrajista Brian O’Malley es que no acaba de arrancar
nunca. Sus primeros setenta minutos constituyen su carta de presentación, un
prólogo que no se hace pesado pero en el que el espectador se pregunta hacia
dónde tirará la historia. Y es en sus últimos veinte minutos cuando, en lugar
de arrancar definitivamente y dejar clara su trama, se entrega sin complejos a un
festival gore repleto de excesos y poco verosímil, donde la locura se adueña de
la función y no se hace ningún intento por reconducir la historia.
Y es precisamente en
ese exceso, y en las secuencias más sanguinolentas, es donde O’Malley deja
claro su pulso narrativo. Se regocija en las muertes y en las escenas más
creepy del producto. Porque buen trabajo de maquillaje hay. Pero lo demás tiene
muy poca factura técnica. Está tan mal dirigida que incluso se ve la cámara en
alguna ocasión reflejada en un cristal. Ni siquiera la imponente presencia de
Liam Cunningham o el carácter comedido de Pollyanna McIntosh –el resto del
reparto, horrible-, convertida en la heroína del conjunto, salvan a esta
película del desastre. Merece arder en el fuego eterno. Y con ella, sus
responsables. No hay sitio para ellos en el Reino de los Cielos. Ni creo que
pretendan hacerse un hueco.
A
favor: Liam Cunningham y Pollyanna McIntosh, y las escenas
gore
En
contra: todo lo demás
Calificación *
Ni se moleste
No hay comentarios:
Publicar un comentario