Corazones solitarios
Dentro de la Nouvelle Horreur Vague francesa, quizá
sea el belga Fabrice du Welz el cineasta más sugerente y visceral de todos los
que pueblan esa corriente moderna del terror galo, con cuyos filmes su cine se
hermana en esencia más allá de la mera coproducción a las que están sometidos
sus trabajos. Su visceralidad se inclina, eso sí, más hacia el lado del terror
psicológico cargado de simbolismo y libres interpretaciones que hacia el del género
entendido como ese festín de hemoglobina al que son adictos compañeros como
Alexandre Aja o Xavier Gens.
Con “Alleluia”, du Welz
vuelve a las Ardenas, a ese espacio rural en el que Laurent Lucas sufriera su
propio martirio en aquella joya titulada “Calvaire”, y ofrece su segunda parte
de una trilogía que comenzó hace ya diez años. Y, además, con ella el director
consigue su mejor obra desde entonces, después de un periodo ofreciendo unas
pocas películas menores y olvidables.
Vuelve el du Welz más
enfermizo, el que acerca las pulsiones humanas a límites grotescos, ofreciendo
en este caso una nueva versión –muy libre, eso sí- de “Los asesinatos de la
luna de miel”. Compone mediante la historia de estos dos amantes condenados por
sus bajas pasiones e instintos malsanos a vivir juntos para siempre, caiga
quien caiga por el camino, una radiografía del amor llevado al límite de la
locura. Dos personajes que encuentran una media naranja plasmada mediante
planos y contraplanos en los que cada uno queda tapado por la figura del otro,
soberbiamente interpretados por el propio Lucas, actor fetiche de du Welz, y
una Lola Dueñas que absorbe la pantalla con su neurótica y obsesiva
interpretación.
“Alleluia” juega a crear repulsión en el
espectador mediante su cuidada estética de serie B, que su responsable consigue
rodando en 16mm y que acerca al film a ese aroma putrefacto que desprenden
obras maestras como “La matanza de Texas” o “Henry, retrato de un asesino”. Y a
la vez también le desafía con una escena musical de un humor negro tan
desconcertante como aquel baile de los
pueblerinos de “Calvaire”. Todo ello con una realización de primerísimo nivel
que demuestra la madurez creativa y profesional del belga.
Por supuesto, no es una
cinta para todo tipo de públicos. Porque es provocadora, desagradable e
inclasificable. Sin embargo, “Alleluia” es mucho más que todo eso, incluso es
más que un retrato de dos corazones luchando contra la soledad. Es, como su
propio título indica, una expresión de júbilo. El grito de regocijo de un autor
libre, que por fin ha ofrecido la joya que llevaba una década gestando. Si
tienen que venir más obras alimenticias para que nos regale algo como esto en
el futuro, bienvenidas sean.
A
favor: Lola Dueñas, y recuperar al mejor du Welz
En
contra: es tan malsana que no es para todo tipo de públicos
Calificación ****
No se la pierda
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