La matanza de Texarcana
Formulada como un
dossier de un hecho trágico real aún sin resolver que atemorizó al pueblo de
Texarkana en los años 40, “Terror al anochecer” acababa en su desenlace
desprendiendo puro metacine con el
estreno de la película en sí misma atrayendo a las salas a los habitantes de un
pueblo que se resistía a dejar de mirar hacia su pasado. Es de una lógica
aplastante, por tanto, que en su debut en el largometraje, el televisivo
Alfonso Gómez-Rejón, formado como prometedor cineasta en la cantera de
“American Horror Story”, haya entendido que lo relevante a la hora de abordar
una nueva versión de ese clásico del slasher
setentero – surgido al rebufo de “La matanza de Texas”- sea el legado,
tanto el paterno filial como el cinematográfico, y que comience su film
justamente durante una proyección del clásico de culto de Charles B. Pierce en
un autocine.
Es el legado de la
original lo que mueve la trama de esta nueva historia que empieza de manera
fascinante y creativa, mediante un plano secuencia que presenta a los
personajes, y que continúa con la idea de mantener esa dualidad fronteriza que
tanto caracteriza a un pueblo que se sitúa a medio camino de Texas y Arkansas.
Por un lado, no estamos ante un remake, sino ante una secuela que utiliza a su
modelo como excusa para activar la trama, a la vez que se desarrolla de manera
paralela a ella y la homenajea –el cameo de Spark Plug-. Se permite incluso
insertar fragmentos de la obra de Pierce durante sus escenas de asesinato. Por
el otro, se trata de una propuesta cuya acción se desarrolla en 2013, pero cuya
estética es eminentemente setentera, del mismo modo que Pierce lograba una
película de los 70 en su concepción del slasher con una deslumbrante
ambientación de los años 50.
Y en tercer lugar,
estamos ante un film que tiene sus raíces en la televisión, pero que no se
olvida de ser cine. Por ella pululan las licencias artísticas y narrativas que
su director ya ha exhibido en el ámbito televisivo, y el producto desprende
cierto aroma a AHS. Planos inclinados, fuera de campo, fundidos, elipsis y
cualquier otro tipo de recurso efectista del que ya haga abuso en la serie. No
por casualidad en la producción está Ryan Murphy, verdadera alma mater de la
serie, que deja su impronta en alguna escena de sexo o de corte homosexual y en
la aparición de cierto secundario cuya presencia se justifica como uno de los
engranajes argumentales esta secuela.
Pero no son sus excesos
lo que la pierden, ya que estos dependerán de lo soportables que resulten en su
vertiente catódica, sino que “The Town that Dreaded Sundown” comienza de manera
convincente y arrolladora, y va apagándose conforme avanza el metraje. Su guión
siente la necesidad de ampliar el dossier comenzado por Pierce, prefiriendo la
investigación plomiza antes que dejar aflorar su vena más slasher, que no obstante nos regala algunas muertes bastante
originales y perturbadoras. Este ambicioso intento de reboot de puro metacine
desaprovecha su potencial y lo efectista
de su puesta en escena y acaba siendo poco terrorífico e intrigante, hasta
llegar a una tópica resolución final que busca el giro argumental imposible a
pesar de que dicha resolución se huele casi desde la mitad del metraje. Y
finalmente acaba vilipendiando a su referente y no hace justicia a un material
que lleva cuarenta años pidiendo a gritos ser revisitado y reiniciado. El
asesino fantasma, el hombre del saco, merecía un reboot de mayor calibre.
A
favor: el ejercicio de metacine que realiza utilizando la
cinta original como leit motiv de la
historia
En
contra: el slasher que pudo ser y no es en pos de la
investigación plomiza
Calificación **
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