El regreso de la bombona de butano
No hay mejor objeto
para describir la filmografía de Javier Fesser que la bombona de butano. Y a la
vez no existe mejor elemento representativo de esta España que arrastra chapuza
tras chapuza. Así la ha entendido también siempre Francisco Ibáñez. Para los
dos no existe mejor forma de retratar nuestro país que reírse de él a base de botijos,
cachiporras y porrazos en la napia. Ya en 2003, Fesser entendía el humor de
Ibáñez como un divertidísimo slapstick
de límites inabarcables, al mismo tiempo que convertía su filmografía de la
bombona de butano en la única capaz de llevar las aventuras de los agentes de
la T.I.A a la gran pantalla, con todo el riesgo que ello conlleva.
Por esta razón, la
vuelta del universo del director al del historietista no podía ser más
bienvenida, pues los dos tienen un concepto idéntico de lo que es la comedia, y
la concepción de ese humor y de sus mundos no podría encajar más perfectamente.
No hay nada en “Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo” que no explotara
ya Fesser en “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”. Mismo sentido del gag patrio
basado en reírse de la actualidad más inmediata, aunque ello conlleve insertar
algún pasaje de comicidad discutible –la mofa hacia cierto reality revienta audiencias-, y en la idea de que no hay límites
físicos para sus protagonistas.
Pero aquí hay una
diferencia fundamental. Su condición de película de animación 3D le permite ir
más allá al cineasta de lo que ya lo hizo hace una década. Fesser se mueve como
pez en el agua en su salto a la animación y plasma con todo lujo de detalles el
universo de Ibáñez, y a la vez lleva aún más al borde del imposible las
capacidades físicas de sus personajes. Puede que su guión no sea todo lo
complejo que pudiera haber sido, o que esté pasada por un filtro infantil que
no impide que disfruten de ella los mayores, o incluso que algún gag se alargue
demasiado en el tiempo, pero su modelo de entretenimiento está tan bien
calibrado que no levanta el pie del acelerador en ningún momento.
Estamos posiblemente
ante la mejor cinta de animación 3D española de la historia, esa que aúna algo
que a otras compañeras como “Las aventuras de Tadeo Jones” o “Planet 51”,
aunque muy buenas ambas, se les resistía: su capacidad de ser originales y de
dar gags visuales y de guión a la altura de la factura técnica del producto. Y
pese a que la filosofía del trompazo constante y el sentido del ritmo frenético
de esta nueva misión imposible de los dos agentes puedan resultar a partir de
cierto punto de la historia algo repetitivas y agotadoras, no deja de ser un
divertimento que funciona con más precisión que un invento del profesor
Bacterio. Fesser ya ha pedido disculpas por abandonar al dúo de Ibáñez tras el
desastre de su secuela. No es necesario, con este film se ha redimido. Pocas
veces me ha hecho tan feliz ver una bombona de butano en la gran pantalla. O
más de una.
A
favor: su factura técnica, sus gags, la vuelta de Fesser y
las posibilidades de la animación 3D de llevar al imposible el slapstick
En
contra: su sentido del ritmo y su filosofía del trompazo
constante pueden resultar agotadores
Calificación ****
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