R is for Reset
Cuando tu estructura
narrativa, como antología del terror que pretendes ser, consiste en presentar
26 cortos en los que la muerte juega un papel crucial, con el abecedario como
única herramienta de cohesión, partes de una cualidad y a la vez de un talón de
Aquiles: la capacidad de presionar el reset cerebral que te otorga el fin de
cada pieza y el comienzo de la siguiente. Una cualidad porque si un corto te
aburre, la agonía tiene fin y puede dar paso a una genialidad. Y un punto débil
porque no te da tiempo a saborear cada entrega, para bien o para mal, y ya
estás ante una nueva.
“ABC’s of Death 2”
sigue adoleciendo de los mismos hándicaps de su predecesora. 26 cortos de
terror embutidos en dos horas de metraje sigue constituyendo algo excesivo, una
forma de poner a prueba la paciencia del espectador, que cuando llega a la última
letra ya está exhausto. Y, por supuesto, la irregularidad de los trabajos
presentados, en los que se da quizá demasiada libertad a sus creadores, es algo
inherente a toda antología en la que participan distintos realizadores.
Sí, esta secuela aún
tiene por delante la difícil y prácticamente imposible tarea de solventar estos
dos grandes escollos, pero al menos consigue que la sensación general que te
llevas sea ligeramente más positiva que la de su predecesora. Hay una mejor
realización, un trabajo más depurado en la presentación y confección de los
segmentos, y ya no te llevas la impresión de que en la mayoría de los cortos
han tratado de tomarte el pelo, haciendo alarde de un humor absurdo y grotesco
que no encaja con una antología de terror. E incluso las grandes tomaduras de
pelo de la película –por ejemplo, “G is for Grandad”, “P is for P-P-P-P-P
Scary!” o “W is for Wish”- poseen una media superior a aquel bochornoso corto
de Ti West de la primera entrega o aquellas “W is for WTF” o “F is for Fart”
que eran de vergüenza ajena.
Y entre propuestas que
empiezan bien pero acaban desinflándose –“K is for Knell” o “U is for Utopia”-
y trabajos que funcionan bien en solitario pero que sigo preguntándome que
pintan en un film de estas índole –“E is for Equilibrium” o “H is for Head
Games”-, destacan cuatro piezas que, en comparación con el resto, se convierten
en genialidades, especialmente durante su recta final: “R is for Roulette” de
Marvin Kren, un estiloso relato en blanco y negro inteligentísimo y con giro
final; “S is for Split” de Juan Martínez Moreno, en el que sorprende el buen
uso que hace el director de “Lobos de Arga” de la multicámara y el fuera de
plano como mecanismos para generar suspense; “X is for Xylophone”, o lo
macabros y juguetones que pueden ser los directores de “À l’intérieur”; y sobre
todo “Z is for Zygote”, la más bestia, bizarra y polémica de toda la cinta.
Pero mucho ojo,
constituyen genialidades dentro del conjunto y en comparación con sus
compañeras de pesadilla, que no llegan mucho más allá del pasable. Pero ya es
un paso de gigante en una franquicia que ha pasado de la calificación de
horrible a pasable en una sola entrega. Y una antología que, como ocurre con sus
distintos segmentos, invita a darle al reset. Sólo eso explica que haya ganas
de ver una tercera parte.
A
favor: ya no existe esa sensación de que te están tomando
el pelo
En
contra: la propuesta en sí sigue siendo irregular y
agotadora
Calificación **
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