El ¿fin? de la pesadilla
Siempre hubo una
progresión lógica e innovadora en la saga que iniciaran Jaume Balagueró y Paco
Plaza en 2007. Podría haber sido muy fácil repetir los esquemas de aquel éxito
inesperado, pero los dos directores, tirando de conocimientos sobre el género y
de amor hacia el mismo, consiguieron darle una vuelta de tuerca que iba desde
las pinceladas de comedia demoniaca hasta el acertado uso de la multicámara. Ya
en solitario, Plaza logró dar otro giro a la franquicia abrazando sin complejos
la comedia gore de Raimi o Jackson –pero a la española, que sabe mejor-,
rompiendo la cámara en primera persona en mil pedazos y lanzando un mensaje
soterrado de advertencia sobre el amor como poderoso parásito infeccioso.
Ahora por su cuenta, a
Balagueró le toca dar cierra definitivo a la historia, y a estas alturas de la
película, poco se preocupa por sorprender y por dar un final digno que se aleje
de lo ya visto antes, o lo que se vería en cualquier otro film del género. Se
agradecen ciertos toques de ingenio –siempre es una alegría volver al edificio
original y ver algunos cameos y guiños a la trilogía anterior-, pero en su
conjunto, “[·REC]4:
Apocalipsis” no es más que una secuela funcional, con poco pulso narrativo –tarda
bastante en entrar en materia, y los tiempos muertos son más comunes de lo
necesario- y una desgana que la erigen como la más floja de las cuatro
entregas. Es como si su director hubiera aceptado ponerse al frente del timón
de un barco cuyo destino le importa más bien poco, y en ese sentido es también
la más floja de toda la filmografía del cineasta leridano, sin por ello ser una
mala película en absoluto.
Cuando tienes elementos
tan suculentos aunque recurrentes como monos, un barco de pasillos estrechos,
una infección zombi en masa y un motor con el que realizar tu propia bacanal
visceral –quizá el momento más festivo del film-, todo debería salir a la
perfección. Pero al contrario, “[·REC]4” desaprovecha sus muchas cartas con actores sobreactuados –sí, más
que Manuela Velasco, con diferencia la más acertada del reparto-, efectos
discutibles, un guión soso y predecible y un giro hacia la acción con tal exceso
de adrenalina que se vuelve incluso mareante en el momento en que la cámara
actúa como un infectado más. Un survival que debió tomarse un poco menos en
serio a sí mismo y al que le falta tirar la casa por la ventana y volverse
gamberra y desprejuiciada como su predecesora. Al menos, el broche de bronce ya
está puesto. O no.
A
favor: algunos toques de ingenio, volver al edificio
original, y que entretiene
En
contra: se limita a cumplir como entretenimiento funcional
y se toma demasiado en serio a sí misma
Calificación ***
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