Infernal Affairs
A medio camino entre la
idea crepuscular y romántica del samurái japonés y el sentido de la acción y la
violencia del cine hongkonés, la cinematografía surcoreana ha conseguido
desmarcarse de sus compañeros orientales a base de nervio en el desarrollo de
sus tramas y de una poesía visual sobrecogedora que convierte una mancha de
sangre en una obra de arte.
“New World”, segundo
trabajo tras la cámara del guionista de la magnífica “I saw the devil”, Park
Hoon-jung, es una de las películas surcoreanas más japonesas y hongkonesas que
han podido llegar a nuestras carteleras. Un film de triadas y mafiosos chinos
afincados en Corea del Sur, de escaladas de poder y criminales amorales de los
bajos fondos, de gánsters y policías que confunden continuamente sus
identidades.
De hecho, es tan poco
surcoreana que su visionado remite directamente al de una obra cumbre dentro
del thriller chino, “Infernal Affairs”, de la que luego se valdría Scorsese
para la menor, aunque buena, “Infiltrados”. Aquí también tenemos una red de
agentes infiltrados en una familia de mafiosos, de agentes que acaban olvidando
su identidad personal en pro de una misión condenada al fracaso. Pero lejos de
ser una copia, “New World” aprovecha esta premisa argumental para fundirla con
“El Padrino”, y teje una trama de corrupción interna por hacerse con el mando
de “la familia”.
Es en su falta de
identidad, tan desdibujada como las de sus personajes, donde más se resiente
esta película. Del cine japonés toma ese ritmo tan pausado que hace que la
cinta repose tanto en sí misma que acaba cansando, algo que se ve afectado por
su exceso de duración. De la cinematografía china, la trama en sí misma. Los
actores, bien en su mayoría, especialmente la participación de un icono como Choi
Min-Sik. Su guión, cuanto menos, es solvente a la hora de dosificar la
información, jugando hábilmente con los giros argumentales. Pero una historia
como ésta demandaba más nervio en la realización, una impronta mucho más
surcoreana, algo de lo que “New World” puede presumir solamente durante sus
últimos 40 minutos, cuando decide poner el piloto automático y poner toda la
carne en el asador. O en el interior de un ascensor, donde transcurre una de
sus escenas más autóctonas. La mejor, sin duda. Y, con todo, sigue siendo una
propuesta muy superior a la mayoría de productos similares que nos llegan del
otro lado del Atlántico. Si es que en Oriente saben hacer las cosas.
A
favor: la escena del ascensor, y su superioridad frente a
otras propuestas similares venidas desde Occidente
En
contra: su falta de identidad e intensidad, el exceso de
metraje
Calificación ***
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