El western de MacFarlane
El salvaje oeste era
una mierda. Eso parece querer decir Seth MacFarlane en “Mil maneras de morder
el polvo”. Cualquier cosa podía traerte la muerte en el lejano oeste. Un
millón, tal y como reza su título original. Enfermedades, forajidos, borrachos,
animales, los indios, el clima… Era una lucha diaria por la supervivencia. ¿Quién
habría querido vivir allí? Si “Regreso al futuro” hubiera sido realista, ni Doc
Brown lo habría escogido como periodo histórico en el que pasar el resto de sus
días.
Tras conseguir
domesticar su sentido del humor para hablar sobre la inmadurez y la
desnutrición sentimental de quien aprendió a vivir a través de la pantalla del
televisor en la rotunda “Ted”, MacFarlane nos arrastra por el desierto para
seguir los pasos de un completo gallina con muy poca confianza en sí mismo al
que da vida, y labia, el propio director y guionista, y demostrarnos de paso
que no todo tiempo pasado fue siempre mejor. Para ello, utiliza sus habituales
recursos cómicos. Es decir, humor soez y cultura pop catódica forzadas a ir de
la mano sobre un tren con destino desconocido.
Para bien o para mal,
esta nueva película es a la carrera del creador de “Padre de familia” lo que la
reivindicable “Kingpin” –aquí “Vaya par de idiotas”- a la filmografía de los
Farrelly: un trabajo libre de toda atadura comercial en el que demostrar de qué
pasta estás hecho. En el caso de MacFarlane, situarse a favor o en contra
dependerá de hasta qué punto uno esté dispuesto a reírse con sus payasadas, con
sus puntos de humor groseros reforzados con gags visuales fuera de plano, con
sus momentos frikis –o mejor dicho,
EL MOMENTO FRIKI que viene a cumplir
los deseos de millones de fans en todo el mundo-, con sus inesperados cameos,
juegos de palabras y números musicales imposibles.
Lo que era una perfecta
modulación de su verborrea cómica en “Ted” se vuelve ahora en un episodio
alargado hasta la extenuación de la serie de televisión que le dio la fama. A
la media hora, el chiste ha perdido toda la gracia y aún no has contemplado ni
un cuarto de película. Todo es posible, no hay reglas para rellenar metraje. Si
hay que reírse de la esclavitud o de la moda actual por las barbas con la misma
naturalidad, se hace. Si ahora tiene que mearme encima una oveja, pues se hace.
Si hay que alargar un gag más de lo debido y entrar en el agotamiento del
mismo, se hace. Y si hay que meterle una flor en el culo a Liam Neeson, el
nuevo abuelete badass de Hollywood,
pues también se hace. Es la fórmula del todo vale, y que se ría quien quiera,
aunque más de una risa sea incómoda. Esto no es el salvaje oeste. Aquí
MacFarlane dicta las normas. Insisto, para bien o para mal.
A
favor: EL MOMENTO FRIKI y su primera media hora
En
contra: a partir de ese punto, se agota a sí misma
Calificación *1/2
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