miércoles, 9 de julio de 2014

LA CRÍTICA. El extraordinario viaje de T.S. Spivet

El Leonardo de Montana
El pequeño T.S. Spivet, como dice su madre, vive en medio del moho de la mente, donde abunda la mediocridad. Al este del rancho en el que vive quedan los extensos ríos que conducen al Atlántico. Al oeste, el Pacífico. Su familia no reconoce el enorme talento de este Leonardo Da Vinci de Montana, un poeta e idealista enfrascado en la búsqueda del movimiento perpetuo. Su madre ha dejado todo para buscar un raro ejemplar de insecto. Su padre y su hermano son dos auténticos vaqueros de miras cuadriculadas. Su hermana, una adolescente en plena efervescencia hormonal en medio de la nada. Todos afectados por un accidente familiar trágico, tratando de canalizar la tristeza a su manera. T.S. es un genio, y este mundo se le queda pequeño, así que emprenderá un viaje en tren de oeste l este para demostrar que es capaz de grandes cosas.

Es como si Jean-Pierre Jeunet se metiese en la piel de este pequeño genio para hablar de la pérdida y cómo afrontarla, y en esencia para hablar de sí mismo como genio del celuloide. Algo que es, y que ha demostrado en numerosas ocasiones. Pero Jeunet parece estar de horas bajas, y con “Micmacs” inició un viaje personal hacia la falta de identidad personal, que culmina ahora con “El extraordinario viaje de T.S. Spivet”. Ya entonces parecía que al realizador galo se le habían acabado las armas para enternecer al público, para atraparnos con su particular manera de contar sus historias, que te ayudaba a simpatizar con sus personajes, aunque estos fueran los freaks adictos a los sueños ajenos de “La ciudad de los niños perdidos” o el malévolo patio de vecinos de “Delicatessen”.


Con “Micmacs” no evidenciaba la pérdida de la autoría visual que sí desprende su nuevo trabajo, sin duda el más americano de su filmografía. Sí, sus destellos de poderío artístico están presentes, pero en flecos puntuales, como la narración en primera persona, los detalles de la personalidad de sus protagonistas –encomiable el trabajo de Helena Bonham Carter-, algún cameo deslumbrante –Dominique Pinon, qué poco apareces-, o el uso de los colores cálidos. Pero por lo demás, es un film más americano que su banda sonora, algo que ni su primera aventura americana, “Alien Resurrección”, podía decir. Al menos ésta mantenía el encanto y el concepto de cine entretenimiento del cine europeo.


Pero no es el apartado visual de este cuento infantil lo que flaquea, sino la incapacidad de Jeunet de conectar con el espectador, algo de lo que ya adolecía su anterior film. No hay empatía, T.S. Spivet no enamora, su corazón no acaba de latir en cada cuidado plano. El mismo hombre que nos trajo a la deliciosa “Amélie” se encuentra perdido en el oeste, entre los rascacielos de esa Nueva York hipócrita y mediáticamente ridícula, moviéndose en un mundo que no es el suyo y que no habla su idioma. No consigue conectar con Francia como con los Estados Unidos, y lo que le queda es un drama bidimensional cargado de buenas intenciones, y presentado en formato tridimensional. Vuelve a casa, Jean-Pierre.

A favor: algunos destellos fugaces de genio, Helena Bonham Carter, y el cameo de Dominique Pinon
En contra: su falta de identidad, y que no llega a conquistarte el corazón como pretende

Calificación **

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