Autopista hacia ninguna parte
Birmingham
y Londres están separados por 163km de carretera. Sin tráfico, el trayecto
lleva menos de hora y media. Es el trayecto que debe cubrir Ivan Locke en el
tiempo justo si quiere recomponer una vida cuyos cimientos comienzan a
tambalearse. Porque cuando estos fallan, lo que te ha costado edificar con años
de sacrificio puede venirse abajo.
Un único
actor. Un escenario que invita a la claustrofobia, encarnado en esta ocasión
por un flamante BMW. Un dilema a resolver. Éstas son las cartas con las que
juega “Locke”, la segunda película como director del guionista Steven Knight –su
primer largo, “Redención”, era muy inferior al que nos ocupa a todos los
niveles-, reputado guionista que ha prestado su firma a magníficos libretos
como los de “Promesas del este” o “Dirty Pretty Things”. Una materia prima que
ya ha sido utilizada anteriormente con grandes resultados. “Buried”, “Phone
Booth” o la reciente “All is lost” son
excelentes ejemplos de ello.
“Locke”
está más cerca del último caso que de los dos primeros. Aquí no hay un
psicópata al otro lado de la línea, ni nuestro protagonista ni nadie de su
entorno ha sido secuestrado y se le obliga a llegar a su destino en el menor
tiempo posible. Lo que tenemos es a un hombre común que intenta ajustar cuentas
con su pasado y evita cometer los mismos errores que todos aquellos que
llevaron anteriormente su apellido. Y al otro lado del teléfono, que se
convierte en un motor más de la cinta, familiares, amigos y compañeros de trabajo
a los que debe dar explicaciones en una noche decisiva de su vida. En un mundo
que usa la mentira como moneda de cambio cotidiana, y en muchos casos que
prefiere vivir siendo engañado, Locke se postula como el último bastión de la
sinceridad. En una sola noche puede perderlo todo o tejer un nuevo comienzo
motivado por lo que él cree que es lo correcto. La diferencia entre una vez y
nunca es el mundo entero, que diría su esposa en un momento del film.
El gran
error a la hora de enfrentarse a “Locke” es, precisamente, esperar de ella algo
más de lo que ofrece, un thriller edificado con cimientos de una historia
corriente que podría ocurrirle a cualquiera. Y basar toda una película en un
tipo de lo más normal que trata de evitar que su vida se derrumbe cuando se
espera otra cosa es todo un riesgo, más incluso que dejar a un actor al volante, aunque dicho actor tenga la presencia y la carga de matices de un
excepcional Tom Hardy.
A pesar de
su dinámico montaje, el formidable uso de la fotografía y los sonidos, de su
actor protagonista y de un guión de lo más sólido, el poder de “Locke” reside
en la capacidad de su protagonista para despertar empatía en el espectador, y
de la propuesta en generar suspense a partir de una trama que a priori carece
de esto. Knight lo intenta angustiando a su personaje principal a lo largo de
un largo camino de fracaso y redención, utilizando el plano detalle para
atosigar y oprimir. Para muchos conseguirá su objetivo. Para otros incluso además
será imprescindible por todos sus méritos cinematográficos. Para el resto, eta
autopista no conducirá a ninguna parte.
A favor: Tom Hardy, su montaje, fotografía, guión,…
En contra: que el viaje puede no conducir a ninguna parte
Calificación ***
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