“Machete Kills”
comienza muy a lo Grindhouse, con un tráiler cuasi oficial de la próxima
aventura espacial del adalid de las comunicaciones entre estadounidenses y
mexicanos, un libertario de su pueblo, el azote de quienes quieren joder las
relaciones inter gubernamentales. Un avance cafre, cutre, muy freak y kitsch de
un producto que ni siquiera ha comenzado a rodarse. Casi imposible para el
entendimiento humano que esta tercera entrega llegue alguna vez a
materializarse, y más imposible aún que aquello que comenzara hace cuatro años
como la extensión de un tráiler que acompañaba al díptico Planet Terror/Death
Proof acabase convirtiéndose en trilogía fronteriza. Pero con Robert Rodriguez
todo es posible, y para muestra esta secuela que en España no disfrutaremos en
pantalla grande, sino en insano formato doméstico, y seguramente con un doblaje
penoso.
Ya entonces, la
existencia de aquel “Machete” con el que tan bien lo pasamos muchos solamente
se justificaba en base a la idea de recuperar ese tipo de cine de serie Z y
sesión doble que tan bien homenajearan Jim Sharman y Richard O’ Brien en los
créditos iniciales de uno de los mejores musicales de la historia del cine. Y,
con todo, la gracia ya se había perdido, algo que ya en esta nueva entrega se
ha dejado notar más, especialmente porque el estilo visual de copia
cinematográfica quemada y desgastada ya no existe por ningún lado, por
desgracia. Dejada a un lado esta argucia formal, que daba sentido a todo el
proyecto emprendido por Rodriguez, Tarantino y amiguetes, lo cierto es que no
debería haber nada en este film que no podamos ver en una de esas baratas
producciones televisivas del canal SyFy.
Pero sí que hay, y todo
se reduce a un concepto. “Machete Kills” es una película hecha para
incondicionales de Rodriguez y sus idas de olla extravagantes, ésas con las que
el del sombrero nos asalta de vez en cuando, tipo “Spy Kids” y sus secuelas.
Una cinta no destinada a contentar a un amplio sector del público, sino más
bien a todos aquellos que le ríen las gracias al mexicano, tanto al que está
detrás como al que se pone frente a ella con semblante recio, se pase de la
raya o no. Cine para consumir sin prejuicios, para disfrutar entre amigos, con
nachos y tequilas, y muchas risas.
Es decir, no es una
buena película, pero Rodriguez consigue un divertimento de duración exagerada
–le sobran fácilmente veinte minutos-, de acción exacerbada y estructura
episódica, caótica, capaz de mutar de “El Mariachi” a “Star Wars”, pasando por
“Teléfono Rojo, ¿volamos hacia Moscú?” con la misma facilidad y temple con que
James Bond pasada de “La espía que me amó” a “Moonraker”, y que funciona como
una spoof movie fronteriza del agente
007.
Por supuesto, un
divertimento sólo al alcance de aquellos que no le pidan peras al olmo y estén
dispuestos a dejarse timar por Rodriguez, en el mejor sentido de la palabra.
Sólo así disfrutarán de este mejunje que se toma aún menos en serio que su
predecesora, sincera en todo momento en sus intenciones, y en el que tienen
cabida esbirros clonados, prostitutas de senos guerrilleros, villanos
estrafalarios, matones que sirven de misiles, armas que vuelven todo del revés
y corazones explosivos, consciente de sus propios excesos y repleto de cameos
imposibles –brillante la idea del asesino de mil caras para justificar algunos
de ellos-, con Mel Gibson, Demián Bichir y Charlie Sheen –aquí presentado como
Carlos Estévez- sobresaliendo por encima del resto. Y lo mejor, que seguramente
“Machete Kills Again… in Space” acabará siendo una realidad. Si sigue esta
tónica, bienvenida sea.
A
favor: los cameos, y que se toma aún menos en serio que su
predecesora
En
contra: le sobra metraje, se echa en falta el estilo
Grindhouse, y sólo es para aquellos que estén dispuestos a reírle las gracias a
Rodriguez
Calificación ***1/2
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