Orgullo y prejuicios
Década de los 60. Un
período de la historia americana que supuso enormes cambios para un colectivo
de su sociedad que hasta entonces había sufrido de los males de la
discriminación y la xenofobia. En un país en el que Lyndon B. Johnson mandaba
soldados negros a un recóndito lugar del mundo llamado Vietnam a luchar por una
nación que no les defendía en casa, una persona de color no podía ni siquiera
ir a votar, y eso le impedía formar parte de un jurado constituido en su totalidad
por blancos. Un hombre cambió esto para siempre. Y ocurrió en una pequeña
ciudad, convertida en bastión de la lucha por los derechos civiles.
“Selma” no es la
biografía de un buen pastor que guió a su pueblo hacia la reclamación de un
derecho que les pertenecía, aunque sí que es un acertado retrato de su
personalidad y su excelente capacidad de oratoria y para liderar a las masas
hacia resoluciones pacíficas. Es la historia del periplo de toda una comunidad
hacia esa reivindicación, simbolizada por una marcha que les llevó desde la
localidad que da nombre a la cinta hasta Montgomery.
Por ello, estamos ante
un film de enorme importancia histórica, una especie de dossier que recoge los
archivos más destacados de ese viaje, con un tono bastante objetivo a pesar de
cierta tendencia hacia la caricaturización de determinados dirigentes políticos
que no salen demasiado bien favorecidos en la película. Pero, sobre todo, es
una cinta que desprende un enorme orgullo por la historia que cuenta y cómo lo
cuenta, y sobre todo por sus propias raíces y quienes ayudaron a forjar un
sueño.
Ava Duvernay ofrece un
trabajo con un acabo impecable a nivel cinematográfico. Un guión solvente, muy
buenas interpretaciones –mención especial para David Oyelowo, transmutado en el
Martin Luther King perfecto-, sobresaliente ambientación y una banda sonora de
lo más adecuada. La cineasta muestra un buen pulso tras la cámara y ofrece
momentos de enorme potencia e impacto, como la escena del asentamiento ante la
Oficina de Registro o la del restaurante, que llegan a impactar y causar dolor
en el espectador por lo que se muestra en pantalla.
Sin embargo, Duvernay
se muestra incapaz de mantener este tono durante toda la propuesta, y el
conjunto presenta altibajos y pérdidas de ritmo. Lo que resulta en general es
una película de intensidad moderada, y que obliga a pensar en la triunfadora de
los Oscar del pasado año, “12 años de esclavitud”, que sin ser un prodigio sí
poseía mayor intensidad que la que nos ocupa. Y también, por supuesto, que da
la sensación de que la nominación al Oscar a mejor película le ha venido
grande, aunque por ello no deja de ser una cinta de aconsejable visionado y que
muestra un enorme orgullo por su pueblo, pero también la otra cara, la de los
prejuicios más dolorosos que hacen avergonzarse de ser humano.
A
favor: David Oyelowo, su importancia y la potencia de
algunas escenas
En
contra: en general, es un film de intensidad moderada
Calificación ***
Merece la pena
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