El arte que imita al arte
El Coliseo Cuadrado, en
Roma, dedica en su fachada unas palabras al pueblo italiano, un pueblo de
artistas, poetas, héroes, navegadores, pensadores, científicos y santos,
convirtiéndose, casi de manera inconsciente, en un monumento alzado en defensa
de la cultura de todo un país. Atrás quedan ya los años en que Mussolini
encargase su construcción, en que se convirtiera en un icono del fascismo.
Así, con esta
contraposición de ideas, presenta y culmina Abel Ferrara su particular retrato
de uno de los más grandes cineastas de la cinematografía italiana, Pier Paolo
Pasolini. Un edificio que representaba, al menos en sus comienzos, una
ideología totalmente contraria a la que el cineasta defendía. Y una historia,
la suya propia, que transcurriría marcada por la anécdota de que su propio
padre había salvado al mismísimo dictador de morir en un atentado.
Pero más allá de esta doble
paradoja socio-cultural, lo que Ferrara busca también es la provocación. Porque
Pasolini era un director arriesgado, subversivo, provocativo hasta el exceso. Y
el encargado de “Teniente corrupto” busca provocar y arriesgar con su nuestro
trabajo. Su “Pasolini” no es un biopic
al uso, no recoge la vida de su protagonista, sino que se hace eco de las
últimas horas de vida del maestro, sus últimas entrevistas, en las que hablaba
precisamente de los peligros del fascismo. Así, su película no se limita a
mostrar una vida que bien daría para una serie de filmes, sino que trata de
plasmar en imágenes las inquietudes del escritor y poeta, lo que le pasaba por
la cabeza al realizador, enfrascado por aquel entonces en el doblaje al francés
de su obra más transgresora, “Saló y los 120 días de Sodoma”.
Pero todo riesgo tiene
un precio. Y es que Ferrara cree que homenajear consiste en mirarse al ombligo,
y pretende convertirse en el reflejo contemporáneo del personaje al que
retrata. Se mete en su mente y fantasea con ofrecernos en imágenes la que
podría haber sido su siguiente película, o con mostrarnos cómo él mismo habría
rodado sus fantasías y relatos, con toda la violencia gráfica y explicitud
sexual de las que hacía gala Pasolini. Trata de emularle en un ejercicio de
soberbia y lo que le queda es una propuesta para unas minorías pertenecientes a
clubes muy selectos, tediosa y aburrida.
Y lo peor, que se queda
a medias en su retrato. Ni emociona ni se convierte en un retrato acertado del
artista, no consigue acercarnos a él. Retratar
a Pasolini a través de sus palabras y convirtiendo en imágenes sus fantasías y
pensamientos es quedarse muy corto. “Pasolini” es un homenaje ensimismado al que
parece que le falta metraje. Dura ochenta minutos y parece que dura el doble, y
aún así parece un montaje final cortado.
Lo único salvable de ella es el trabajo de Willem Dafoe, metido en la
piel de su personaje a pesar de su marcado acento inglés de Wisconsin –algo que
la versión italiana intenta remediar doblando al actor con la voz de otro
intérprete italiano, siendo el resultado aún peor-, en un ejercicio de imitación del artista muy convincente. Pero
incluso en este aspecto este proyecto es un ejemplo de arte que imita al arte.
A
favor: Willem Dafoe tratando de imitar a Pasolini
En
contra: Ferrara tratando de imitar a Pasolini; es una
propuesta para minorías muy selectas
Calificación *1/2
No merece mucho la pena
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