El paréntesis del artista
Mucho se ha dicho sobre la última película de Tim
Burton. Entre otras cosas, que no parece una cinta de Burton. No posee esos
decorados góticos ni la contraposición con una paleta más colorista del
anacrónico escenario en el que se desenvolvía “Eduardo Manostijeras”, no está
protagonizada por esos freaks a los que su creador trata con absoluto amor y
respeto, y ni siquiera la banda sonora de Danny Elfman evoca al estilo
marcadamente burtoniano.
Pero hay una escena en ella, la que protagoniza el
crítico interpretado por Terence Stamp, que viene a decir todo lo contrario,
cuando dice abiertamente que un artista deja de convertirse en un autor para
pasar a ser una pieza más de un gigantesco engranaje, transformándose en un
cliché. En ese sentido, toda “Big Eyes”, que a priori no parece de su director
a nivel estético, es toda una declaración de intenciones de un cineasta que
lleva cerca de quince años trabajando para la industria, transformado más en un
producto que en el artista que fue antaño.
Así, su último trabajo supone el punto de inflexión
en la carrera de un realizador que ha querido demostrar que es capaz de hacer
algo distinto a lo que nos tiene acostumbrados. “Big Eyes” es, por así decirlo,
y aunque sea también de encargo, uno de los proyectos más personales y audaces
del director en mucho tiempo, y ya solo por eso bien merece su visionado. Es
incluso más burtonianas que otras propuestas suyas que desprenden su aura y
universo de lejos como “Alicia en el País de las Maravillas” o “Sombras
tenebrosas”.
Más allá de eso, su
historia se deja ver con comodidad, está bien dirigida y excelentemente
interpretada por el histriónico Christoph Waltz y esa maravilla llamada Amy
Adams -sobre todo ella-, y sólo pierde entereza en el estrafalario juicio
final. Una historia de mentes manipuladoras y otras mentes fácilmente maleables
en plena década de los 50 y 60, cuando las mujeres sólo eran consideradas como
buenas amas de casa y sacrificadas esposas, y en la que el talento no se mide
por los billetes que ganes con tu obra, sino por la pasión que imprimes en
ellas. Burton parece haber aprendido la lección. Desgraciadamente, le durará
poco y volverá a ofrecer lo de siempre. Pero se agradece este delicioso
paréntesis.
A
favor: Amy Adams, y el aparente cambio de registro de Tim
Burton
En
contra: el estrafalario juicio final, y que algunos la
descarten por no parecer de su director, o por pensar que nos ofrece lo mismo
de siempre
Calificación ***1/2
Merece mucho la pena
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