martes, 17 de marzo de 2015

LA CRÍTICA. Big eyes

El paréntesis del artista
Mucho se ha dicho sobre la última película de Tim Burton. Entre otras cosas, que no parece una cinta de Burton. No posee esos decorados góticos ni la contraposición con una paleta más colorista del anacrónico escenario en el que se desenvolvía “Eduardo Manostijeras”, no está protagonizada por esos freaks a los que su creador trata con absoluto amor y respeto, y ni siquiera la banda sonora de Danny Elfman evoca al estilo marcadamente burtoniano.

Pero hay una escena en ella, la que protagoniza el crítico interpretado por Terence Stamp, que viene a decir todo lo contrario, cuando dice abiertamente que un artista deja de convertirse en un autor para pasar a ser una pieza más de un gigantesco engranaje, transformándose en un cliché. En ese sentido, toda “Big Eyes”, que a priori no parece de su director a nivel estético, es toda una declaración de intenciones de un cineasta que lleva cerca de quince años trabajando para la industria, transformado más en un producto que en el artista que fue antaño.


Así, su último trabajo supone el punto de inflexión en la carrera de un realizador que ha querido demostrar que es capaz de hacer algo distinto a lo que nos tiene acostumbrados. “Big Eyes” es, por así decirlo, y aunque sea también de encargo, uno de los proyectos más personales y audaces del director en mucho tiempo, y ya solo por eso bien merece su visionado. Es incluso más burtonianas que otras propuestas suyas que desprenden su aura y universo de lejos como “Alicia en el País de las Maravillas” o “Sombras tenebrosas”.


Más allá de eso, su historia se deja ver con comodidad, está bien dirigida y excelentemente interpretada por el histriónico Christoph Waltz y esa maravilla llamada Amy Adams -sobre todo ella-, y sólo pierde entereza en el estrafalario juicio final. Una historia de mentes manipuladoras y otras mentes fácilmente maleables en plena década de los 50 y 60, cuando las mujeres sólo eran consideradas como buenas amas de casa y sacrificadas esposas, y en la que el talento no se mide por los billetes que ganes con tu obra, sino por la pasión que imprimes en ellas. Burton parece haber aprendido la lección. Desgraciadamente, le durará poco y volverá a ofrecer lo de siempre. Pero se agradece este delicioso paréntesis.

A favor: Amy Adams, y el aparente cambio de registro de Tim Burton
En contra: el estrafalario juicio final, y que algunos la descarten por no parecer de su director, o por pensar que nos ofrece lo mismo de siempre

Calificación ***1/2
                                                                        Merece mucho la pena

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