Survival inmobiliario
El fantaterror español sigue
en pleno proceso de transformación, algo que no ha dejado de hacer desde su
mismo nacimiento. Cineastas como Miguel Ángel Vivas o Alfredo Montero llegan
con propuestas enérgicas, angustiosas y que destilan puro amor por el género.
Sus monumentales “Secuestrados” o “La cueva” son buena prueba de ello. La ópera
prima de Rafa Martínez en la dirección también apunta en esta línea. Pero va
más allá, porque consigue devolver a la gloria a Filmax tras el desastre
económico –y de calidad para muchos fans- que supuso la última entrega de
“[·REC]”. Martínez devuelve a la productora a aquel año 1999, cuando un
desconocido Jaume Balagueró debutaba con la soberbia “Los sin nombre”,
demostrando que la modestia era un arma más ingeniosa que la grandeza a la hora
de concebir y contar una historia.
“Sweet Home”, tras sus
créditos retro, comienza como un thriller de asalto a un domicilio típico. De
hecho, recuerda a “Panic Room”, de David Fincher, pero llevando la acción a un
edificio barcelonés en pleno proceso de desalojo, y ofreciendo la cara más
brutal y siniestra de ese mal tan dramático y terrorífico que es el desahucio.
Sin embargo, llegado un punto de la narración, ésta pega un giro que la hermana
más con la nouvelle horreur vague
francesa que con el cine de género patrio. Es entonces cuando se vuelve salvaje,
gore, desprejuiciada, cuando Martínez demuestra todo el oficio que emana de su
cabeza creadora, cuando el film muestra un pulso que la diferencia de otras
propuestas nacionales similares.
Porque si algo destaca
de esta película es su dirección. El manejo del espacio, de la cámara, de los
recursos cinematográficos y de la atmósfera de los que hace gala “Sweet Home”
hacen olvidar que su guión no sea todo lo robusto que podría haber sido, que
sus personajes no acaben de transmitir una enorme simpatía al espectador
–especialmente él-, que en algún momento se vuelva alto tópica –el verdugo que
camina en lugar de correr tras sus víctimas, y aún así las alcanza- y
condescendiente hacia el público –al fin y al cabo hay que vender- o que su
opción doblada tire un poco para atrás. Da igual, pues la película entretiene,
tiene una fuerza arrolladora en cada fotograma y consigue contagiar de pura
tensión al espectador.
Pero no es sólo un film
para fervientes seguidores del terror entendido como un enorme edificio de tres
pisos que funcionan como los niveles de un videojuego, repleto de llaves a
encontrar y pasadizos secretos a utilizar para escapar, y donde el humor negro
avanza a ritmo de Mocedades. Más que un slasher,
este survival inmobiliario está hecho
para el público en general, para que pase ochenta minutos pegado a sus butacas.
Y esto vuelve a unirla de nuevo a los productos de sus compatriotas, siempre
más pendientes de lo que el público quiere ver en el cine antes que de mirarse
en sus propios ombligos. Eso y el nacimiento de una nueva heroína española.
Aquí no están Manuela Velasco, Marta Castellote ni Manuela Vellés. Lo que
tenemos es a una descomunal Ingrid García Jonsson, convertida desde ya en la
nueva reina del grito, y en una okupa de armas tomar.
A
favor: la dirección, la tensión que transmite, e Ingrid
García Jonsson
En
contra: algunos tópicos y escollos de guión, y tener que
verla doblada
Calificación ****
No se la pierda
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