sábado, 9 de mayo de 2015

LA CRÍTICA. Sweet Home

Survival inmobiliario
El fantaterror español sigue en pleno proceso de transformación, algo que no ha dejado de hacer desde su mismo nacimiento. Cineastas como Miguel Ángel Vivas o Alfredo Montero llegan con propuestas enérgicas, angustiosas y que destilan puro amor por el género. Sus monumentales “Secuestrados” o “La cueva” son buena prueba de ello. La ópera prima de Rafa Martínez en la dirección también apunta en esta línea. Pero va más allá, porque consigue devolver a la gloria a Filmax tras el desastre económico –y de calidad para muchos fans- que supuso la última entrega de “[·REC]”. Martínez devuelve a la productora a aquel año 1999, cuando un desconocido Jaume Balagueró debutaba con la soberbia “Los sin nombre”, demostrando que la modestia era un arma más ingeniosa que la grandeza a la hora de concebir y contar una historia.

“Sweet Home”, tras sus créditos retro, comienza como un thriller de asalto a un domicilio típico. De hecho, recuerda a “Panic Room”, de David Fincher, pero llevando la acción a un edificio barcelonés en pleno proceso de desalojo, y ofreciendo la cara más brutal y siniestra de ese mal tan dramático y terrorífico que es el desahucio. Sin embargo, llegado un punto de la narración, ésta pega un giro que la hermana más con la nouvelle horreur vague francesa que con el cine de género patrio. Es entonces cuando se vuelve salvaje, gore, desprejuiciada, cuando Martínez demuestra todo el oficio que emana de su cabeza creadora, cuando el film muestra un pulso que la diferencia de otras propuestas nacionales similares.


Porque si algo destaca de esta película es su dirección. El manejo del espacio, de la cámara, de los recursos cinematográficos y de la atmósfera de los que hace gala “Sweet Home” hacen olvidar que su guión no sea todo lo robusto que podría haber sido, que sus personajes no acaben de transmitir una enorme simpatía al espectador –especialmente él-, que en algún momento se vuelva alto tópica –el verdugo que camina en lugar de correr tras sus víctimas, y aún así las alcanza- y condescendiente hacia el público –al fin y al cabo hay que vender- o que su opción doblada tire un poco para atrás. Da igual, pues la película entretiene, tiene una fuerza arrolladora en cada fotograma y consigue contagiar de pura tensión al espectador.


Pero no es sólo un film para fervientes seguidores del terror entendido como un enorme edificio de tres pisos que funcionan como los niveles de un videojuego, repleto de llaves a encontrar y pasadizos secretos a utilizar para escapar, y donde el humor negro avanza a ritmo de Mocedades. Más que un slasher, este survival inmobiliario está hecho para el público en general, para que pase ochenta minutos pegado a sus butacas. Y esto vuelve a unirla de nuevo a los productos de sus compatriotas, siempre más pendientes de lo que el público quiere ver en el cine antes que de mirarse en sus propios ombligos. Eso y el nacimiento de una nueva heroína española. Aquí no están Manuela Velasco, Marta Castellote ni Manuela Vellés. Lo que tenemos es a una descomunal Ingrid García Jonsson, convertida desde ya en la nueva reina del grito, y en una okupa de armas tomar.

A favor: la dirección, la tensión que transmite, e Ingrid García Jonsson
En contra: algunos tópicos y escollos de guión, y tener que verla doblada

Calificación ****
                                                                         No se la pierda

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