La búsqueda del arte automático
No todos los cineastas
son capaces de abordar el tema de la Inteligencia Artificial sin desaprovechar
los muchos interrogantes que éste es capaz de suscitar. El principal, por
supuesto, qué diferencia a una máquina de un ser humano. “Autómata” o “Un amigo
para Frank” son perfectos ejemplos recientes de cintas con grandes premisas
pero discutibles resultados. Y tan complicado como esto es cómo abordarlo sin
que las muchas referencias de más de un siglo de ciencia-ficción y fantástico
pesen tanto sobre la espalda del producto que éste se acabe hundiendo. Desde la
literatura hasta el cine, desde el “Frankenstein” de Mary Shelley hasta el “A.I.”
de Spielberg.
La ópera prima del
guionista y novelista Alex Garland, autor de los libretos de propuestas tan
interesantes, algunas ya de culto, como “Dredd”, “Sunshine”, “28 días después”
o “Nunca me abandones”, logra ambos aspectos a pesar de todo el cúmulo de
referencias e ideas que construyen la historia. Lo que el debutante consigue
con “Ex Machina” es un thriller de ciencia-ficción que divaga sobre el hombre
convertido en Dios, sobre el Prometeo moderno que guía la conciencia de las
máquinas, y sobre cómo éstas sueñan con el color que se esconde tras la
monocromaticidad con que están pintadas las paredes que les encierran.
Es meritorio que su responsable
logre con tan pocos medios un nivel técnico y artístico que roza la perfección
desde los efectos especiales hasta el diseño de producción. Y es tan loable que
consiga insuflar vida y ritmo a un producto que se desarrolla entre
conversaciones sobre la ética y la moral, sobre lo humano y lo artificial,
gracias a un guión y una dirección que resultan atractivas para el espectador
por lo que se cuenta y cómo lo hace, y que pese a volverse previsible en cierto
punto del relato, no deja de resultar interesante.
Influyen en ellos
también unos actores comedidos y acertados. Oscar Isaac está correcto, como de
costumbre, y Domnhall Gleeson esboza la que quizá sea la interpretación más
repleta de matices y convincente de toda su carrera. Pero sin duda es ella,
Alicia Vikander, la que llena de vida a su robótico personaje, la que sobresale
por encima de sus compañeros de reparto y hace aún más recomendable esta
película. Ella es el símbolo definitivo de la búsqueda de ese arte automático
que servía como esencia del trabajo de Jackson Pollock. El perfecto equilibrio
entre predeterminación y aleatoriedad. Entre programación y libre albedrío. Entre
lo artificial y lo real.
A
favor: Alicia Vikander, lo bien que aprovecha su premisa y
que no palidezca frente a sus múltiples referentes
En
contra: Cierta previsibilidad perdonable
Calificación ****
No se la pierda
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