(Advertencia, esta crítica podría contener spoilers involuntarios, pero spoilers. Si no has visto la película, no sigas leyendo)
Ya lo decía el
personaje de Jamie Kennedy en la primera “Scream”, cuando enumeraba las reglas
básicas para sobrevivir a toda buena película de terror: el sexo está
prohibido. Todo aquel que lo practique recibirá una muerte cruel y dolorosa. El
segundo trabajo tras la cámara de David Robert Mitchell lleva hasta el extremo
esa premisa, y convierte el coito en un arma de múltiples filos, como la que se
cobraba numerosas víctimas en Crystal Lake o el cine de Eli Roth.
“It Follows” viene a
ser un slasher psicológico, una película en la que el “asesino” te persigue y
no descansa hasta dar contigo, le lleve el tiempo que le lleve alcanzarte. No
reinventa las fórmulas del género, y en realidad todo en ella suena a ya visto,
por mucho que intenten venderla como lo más transgresor que le ha ocurrido al
terror en los últimos tiempos. Es puro cine oriental trasladado a un universo
atemporal –no hay ordenadores, ni televisores modernos o teléfonos móviles,
sólo un ebook con forma de concha nos
devuelve al presente- regido por una serie de reglas, un ritmo y una atmósfera que
rememoran ese cine de género modesto en el que el golpe de efecto se lograba a
base de ingenio y saber hacer. Es decir, es como llevar “Ringu” al vecindario y
la época del “Halloween” de John Carpenter.
Y pese a sus muchas
referencias, el cineasta consigue apropiarse de todas ellas y hacerlas propias.
Porque posee grandes ideas y sabe cómo plasmarlas en pantalla con efectividad.
Éste es el gran acierto de esta película, que te sirve algo ya masticado con
una presentación alejada de los convencionalismos del terror contemporáneo.
Tiene un sentido de la planificación de las escenas soberbio, en el que el
travelling circular, el plano fijo y la estupenda banda sonora sirven como
perfectos mecanismos para generar tensión, para que el espectador se remueva en
su butaca y no olvide escenas como la de la silla de ruedas, o la del primer
ataque en casa de esa “cosa” que persigue a la protagonista, una Maika Monroe
que se convierte en otro de sus puntos positivos, y desde ya en toda una scream queen.
Por supuesto, no es un
trabajo perfecto. Por el camino se deja algunos agujeros gordos de guión –el plan
final en la piscina, cogido con pinzas- y ciertos momentos efectistas que
logran el susto fácil –la escena en casa del vecino, el ataque en el cobertizo
de la playa- y que no encajan del todo con el clima general de la historia.
Pero aún así se agradece este golpe en la mesa de un director a tener en
cuenta, que demuestra que en el séptimo arte, aunque todo esté inventado,
siempre se puede transgredir las normas. Ahora bien, nunca la de que el sexo
puede matar, y de que la monogamia y la fidelidad son la salvación de la
condenación eterna. Estamos avisados.
A
favor: Maika Monroe, la planificación de escenas, la banda
sonora, su halo atemporal, lo bien que juega con sus referentes,…
En
contra: algunos escollos gordos de guión y ciertos momentos
efectistas prescindibles
Calificación ****
No se la pierda
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