El ciempiés humano de Kevin Smith
A la hora de presentar
su último trabajo, Kevin Smith lo definía como una versión apeluchada de “The Human Centipede”. No le falta razón, más allá de
que el personaje de Howard Howe sea un hermano moral estadounidense del Doctor
Heiter. “Tusk” comparte con la polémica cinta de culto de Tom Six la visión del
ser humano deshumanizado, despojado de toda dignidad, y teoriza sobre qué nos
convierte en humanos una vez esa dignidad se ha perdido del todo. La cinta da
un paso más allá y sentencia que, en tales condiciones, lo que nos diferencia
de los animales es algo aparentemente tan nimio como una lágrima.
Pero hay un detalle que
distancia esta propuesta enormemente de la del cineasta holandés, el entender
la historia desde una perspectiva humorística. Ya sea humor de brocha gorda,
ése que los podcasts exhiben con
libertinaje en esa red inmensa que todo lo consiente –de hecho la idea nació de
uno de estos programas en Internet-, o de brocha fina, en el que el cineasta
acierta con un humor negro de lo más corrosivo. Smith acierta también
enfrentando a dos actores en estado de gracia, a un Justin Long que da el tipo
como cazador de historias rocambolescas salidas de las cuerdas vocales de
auténticos friquis locales, y a un
Michael Parks que se convierte en amo y señor de la función y en actor fetiche
del director, y cuya interpretación es tan escalofriante como la trama que
Smith nos presenta.
Provocativa, enfermiza,
bizarra, macabra, retorcida… “Tusk”, al igual que aquel ciempiés humano, es
capaz de sacar lo peor de nosotros como espectadores. Lo verdaderamente
aterrador de ella es lo que no vemos, lo que llegamos a imaginar en
contraposición con la poca sangre y vísceras que Smith nos sirve. Y con ella,
el guionista y director logra un doble triunfo. Por un lado, demostrar que lo
de la loable “Red State” no fue casualidad, y que este tipo de productos le
vienen como anillo al dedo. Y por el otro, que esa comedia indie salpicada de incontinencia verbal con la que despuntara en
los 90 sigue presente y puede casar a la perfección con su nueva etapa, aunque
por el camino tengamos que pagar el precio de padecer cierta aparición estelar
no acreditada de un actor tan insufrible y patético como el personaje que
interpreta, y que hace que este apetecible Sr. Tusk no se eleve a cotas del
género aún más altas. Sin él nos habríamos ahorrado diez minutos de metraje,
cosa que agradeceríamos. Lo peor, que su próximo film se va a centrar en dicho personaje.
Otra razón más para tener escalofríos.
A
favor: Michael Parks, y el humor que destila la propuesta
En
contra: el tramo dedicado a cierto actor y personaje
bastante patético e insufrible
Calificación ****
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