Algún tipo de magia
Cuando alcanzas el
compromiso de estrenar un film a ritmo anual pueden ocurrirte dos cosas: o eres
un genio y mantienes el nivel en cada nuevo trabajo, o acabas estrenando filmes
de relleno y, de vez en cuando, una obra que desborde raza e ingenio. A Woody
Allen le pasa. Pocas cintas recientes del cineasta neoyorquino son remarcables.
“Match Point”, Midnight In Paris” o “Blue Jasmine” tienen el dudoso honor de
coronar una filmografía en la que también existen “To Rome With Love” o “Vicky
Cristina Barcelona”.
Desgraciadamente, su
nuevo trabajo, “Magia a la luz de la Luna”, pertenece a ese grupo de películas
que el realizador realiza como relleno. No hay en ella una sola chispa del
genio que sí destilan esos productos de mayor calado con los que Allen consigue
reconocimiento y réditos en taquilla. Sí, tiene unos diálogos ágiles y con
frases remarcables -lo oculto como perfecto lugar en el que los espíritus
pueden abrir un restaurante-, esos tonos con los que Allen concibe el sur de
Francia, su puesta en escena minimalista y una selección de música que va desde
Stravinsky hasta Cole Porter.
Pero no hay nada en
ella que destaque por encima de otras de su carrera. Lo peor que tiene es que
es típicamente alleniana, sin despuntar ni sorprender. Recoge todos los tópicos
del cine del director, y esto será suficiente para sus admiradores, pero
insuficiente para aquellos que no nos conformamos a estas alturas con tan poca
cosa. Y, en esta ocasión, la trama amorosa del film está tan pobremente
desarrollada que acaba de lastrarla, especialmente en sus soporíferos quince
últimos minutos, cuando toca cerrar la historia aunque sea de forma abrupta.
Eso sí, no deja de ser
un film disfrutable y ameno, con una historia simpática y deliciosa, a pesar de
que no sea tampoco una maravilla. Ayudan a hacerla más llevadera una pareja
protagonista en estado de gracia. Colin Firth interpreta al típico británico
estirado y escéptico con la comicidad verbal contenida de la que sólo él sabe
hacer gala, y Emma Stone aporta vida y desenfado al dúo. Pero es una lástima
que se desenvuelvan en un entorno tan familiar y transitado por el director y
guionista, al cual le aconsejaría que se tome un respiro entre proyecto y
proyecto y que los madure un poco mejor. Y, de paso, que no nos reitere tanto la
moraleja final de la película. Porque sí, aunque el mundo pueda parecer que
tenga un propósito, no está totalmente falto de algún tipo de magia. Pero eso
era algo que se puede desprender fácilmente de la historia sin que nos lo
expliquen con interminables líneas de diálogo.
A
favor: Colin Firth y Emma Stone, que satisfará a los fans
de Allen poco exigentes
En
contra: es una típica película de Woody Allen, sin
sorpresas; la historia de amor y cómo lastra el film
Calificación **
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