La física del amor
Una personalidad tan
relevante como Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes y prodigiosas
del siglo XX, necesitaba ya un biopic.
Incluso más que otros muchos personajes que han copado este subgénero dramático
en los últimos tiempos, y por qué no decirlo, las ceremonias de entrega de los
Oscar de los últimos quince años. Y por fin ha llegado, con notable y
reconocible flema británica, una puesta de largo de parte de su biografía que
trata de recoger los aspectos más llamativos de la misma.
Durante su primera
media hora, “La teoría del todo” es un biopic
de altura. Detalla sus logros a la vez que desarrolla, con total veracidad y
cercanía, el avance de la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad
neurodegenerativa que fue condenando las habilidades motrices de Hawking a
vivir a expensas de una silla de ruedas y de un aparato que traducía sus
pensamientos en palabras, mientras su cerebro continuaba completamente sano e
intocable. Primero se te escapan de las manos los objetos más cotidianos,
después tienes dificultad para andar, y por último no puedes hablar ni moverte,
y hasta tragar se convierte en una hazaña peligrosa.
Pero no sólo aborda el
problema desde el punto de vista del enfermo, sino que posteriormente tiene el
enorme acierto de mostrar de manera puntual el punto de vista de quienes tienen
que convivir con él, y es aquí donde la cinta hace especial hincapié en la
figura de su esposa, minada psicológica y físicamente ante la situación que
vive día a día. En este sentido, el trabajo de su pareja protagonista, Eddie
Redmayne y Felicity Jones, no podía ser mejor. Él, soberbio y meticuloso a la
hora de encarnar a Hawking, tanto que parece su doble, y ella cargando a sus
espaldas con convicción con un personaje complejo que por algunos de sus actos
podría no empatizar con el público.
“La teoría del todo” viene
a ser “Una mente maravillosa”, pero versión 2.0. No alcanza el nivel de ñoñería
de la oscarizada película de Ron Howard, ni mucho menos su nivel de hipocresía,
pero repite buena parte de sus esquemas. Es decir, es una versión edulcorada de
la vida de un genio y la relación con su esposa, sometidos ambos al reto de
convivir con una enfermedad dura y feroz. La dirección de James Marsh tiene
destellos de excelente director, como las constantes referencias al trabajo de
Hawking en los pequeños detalles como una mancha de café o la visión de una
hoguera a través de un suéter, pero acaba soterrada por el academicismo y la
corrección política de un producto destinado a llevarse galardones, que
prefiere dar rienda suelta al romance y las emociones antes que a la física
pura y dura y a analizar la figura del hombre tras el genio. Le falta encontrar
ese difícil equilibrio entre amor y ciencia. Lo que queda es un biopic que no molesta pese a su exceso
de sentimentalismo, pero que podría haber dado algo más que la simple física
del amor, esa que unifica lo más importante de la vida, la que nos permite
nuestro mayor legado a la Humanidad.
A
favor: Redmayne y Jones, y que es un biopic que no molesta
pese a su exceso sentimentalismo
En
contra: que acaba dando rienda suelta a la parte romántica
antes que a la física
Calificación ***
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