Durante los créditos
finales de “St. Vincent”, Bill Murray se marca su propia versión del “Shelter
from the storm” de Bob Dylan manguera en mano. Este desenlace define a la
perfección lo que es esta película, un vehículo de lucimiento para el actor,
una nueva excusa para que a Murray le crezca aún más si cabe el ego. Pero
siendo Bill Murray, se lo permitimos, y nos encanta verle en pantalla.
El papel que interpreta
es un auténtico caramelo, especialmente en sus manos. Un viejo cacarrabias, que
no quiere contacto con más seres que su gato y una prostituta, tacaño, borracho
y jugador. La cuenta de Vincent está en números rojos, bajo cero. Debe dinero a
unos corredores de apuestas y no puede saldar su cuenta con el banco. Vincent
no vive, sobrevive y malvive. No aprende, empeora con el tiempo. Pero eso no
quiere decir que no pueda ser el héroe personal de alguien, de un nuevo pequeño
vecino del que tendrá que hacerse cargo a cambio de once dólares la hora,
mientras su madre se mata a trabajar.
La historia del hombre
huraño al que un pequeño le remueve el corazón ya la hemos visto muchas veces
en el cine. Y “St. Vincent” no logra ofrecer nada más allá de lo que ya
conocemos a partir de su material de partida. La película empieza y acaba con
Murray. Él es el alma de la cinta, aunque esté secundado perfectamente por una
Naomi Watts con un portentoso acento ruso, por una Melissa McCarthy a la que le
insto a hacer más drama, y por un joven Jaeden Lieberher que es todo
naturalidad y espontaneidad. No es el típico niño robot al que el cine nos
tiene acostumbrados. Buen reparto, pero totalmente eclipsado por la gran
estrella de la función.
Pero nada más. La
película del también guionista Theodore Melfi reboza ternura y sentimentalismo
hollywoodiense baratos, de andar por casa, de manual del escritor simplista. Es
previsible, se ve con una sonrisa, es simpática, pero no logra ir más allá. Ni
siquiera consigue emocionar, a menos que seas de lágrima fácil. Y yo lo soy.
“St. Vincent” es puro Murray, y sólo por él merece la pena echarle un vistazo.
A este señor le permito pasearse en pantalla con calzoncillos y rascándose sus
partes, le permito que me restriegue lo grande que es, y que sabe que lo es. Le
permito ser un ególatra roba planos. Yo y creo que todos. Porque es Bill
Murray.
A
favor: Bill Murray, y punto (vale, los secundarios tan el
tipo, pero él les hace sombra)
En
contra: es ñoña, previsible y ya la hemos visto mil veces
Calificación **
1 comentario:
pienso lo mismo de Bill así que me das un notición con esta película que no conocía... gracias....
y viva Bill Murray!
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