Un hogar por el que pelear
La carrera de David
Ayer estaba pidiendo a gritos una cinta bélica. Como las de Tarantino o los
Coen pedían un western. Su filmografía exigía un género en el que toda la
testosterona que emana de cada fotograma de sus películas acabase por aflorar
del todo, cercenando miembros y cortando yugulares a su paso. Con su nueva
película, por fin, el director y guionista de “Sin tregua” o la reciente
“Sabotage” ha dado un salto de gigante en su carrera. No sólo por dejarse
seducir por un género cinematográfico que le viene como gatillo al dedo, sino
porque así pasa a jugar en la liga de los grandes, algo que también lleva
demandando su cine desde hace tiempo.
Precisamente, es la
dirección ruda y franca lo que engrandece su definitivo abrazo al cine de
guerra. Una realización tan directa y cruda como esos proyectiles que
sobrevuelan las cabezas de los protagonistas como si de rayos láser se tratasen. Su propuesta es
dura, violenta, realista. No hay lugar para el sentimentalismo entre estos
violentos de Wardaddy, o al menos no a ojos de sus compañeros. Cualquier atisbo
de ese Hollywood empeñado en plasmar la guerra como algo crepuscular y sensible
ha sido prácticamente erradicado, y tan sólo en su desenlace sucumbe a un
convencionalismo académico que la impide ser mejor de lo que es. Un par de
momentos, el del sargento llorando a escondidas de sus hombres o la escena de
la comida en el piso alemán, pueden aportar cierto respiro sentimental a la
sobredosis de realismo descarnado al que nos somete el director. E incluso en
esta última, la violencia y tensión emana de sus diálogos.
Y si la dirección de
Ayer, junto a sus méritos técnicos –sensacional montaje de sonido, música y
fotografía-, es lo que la convierte en un film de aconsejable visionado, el
guión no está a la par de su excelente manejo de la cámara y su concepción del
bélico como cine de acción cargado de potencia. No a nivel de diálogos, pues el
cineasta demuestra ser capaz de construirlos con facilidad, sino a nivel de
trama. Lo que tenemos es la historia de un grupo de hombres que viajan de un
lado a otro de Alemania a bordo de su tanque Fury, sin mayor base argumental
que esa, sin mayor estructura que la puramente episódica.
Le falta una trama
férrea, sí, y recoge bastantes tópicos del género –el novato que no carga con
ningún muerto sobre sus espaldas, la idea de que la guerra cambia al ser
humano-, pero lo compensa creando una galería de personajes cuya camaradería
trasciende la pantalla. Llegamos a sentir empatía al poco de empezar el metraje
por el comando que lidera un solvente Brad Pitt, secundado de manera perfecta
por sus hermanos en la ficción. Juntos conforman una especie de familia a su
modo entrañable, que tienen en ese tanque da título a la película –un aplauso a los traductores españoles por
titularla “Corazones de acero”-, una especie de hogar por el que morir y
pelear.
A
favor: la directa y brutal dirección de David Ayer, la
camaradería que desprenden sus personajes
En
contra: un guión no demasiado trabajado a nivel de trama, y
su convencional final
Calificación ***1/2
2 comentarios:
Muy bueno lo de "...le viene como gatillo al dedo".
Si es que la peli me lo pone a huevo jeje
Publicar un comentario