La corta vida de las mariposas
La vida de Alice es
idílica. Un buen trabajo, una posición económica holgada, un marido que la
quiere y unos hijos mayores, independizados y amorosos. Tiene tiempo libre y lo
disfruta leyendo o saliendo a correr. De repente, empieza a tener vacíos en su
memoria y a perder la noción del espacio y el tiempo. Se desorienta y olvida
pequeños detalles, como citas y nombres. Alice tiene Alzheimer. Su vida tal y
como la conocía da un vuelco. Seguramente vivirá muchos años, pero ante la
rapidez con la que avanza la enfermedad, es como si le quedara un año de vida.
Alice se convierte en una especie de mariposa cuya vida va a ser fugaz, pero
que deja tras de sí años de felicidad.
No es la primera vez
que el cine retrata una enfermedad tan despiadada y cruel como esta, un mal con
el que el individuo acaba perdiendo la conciencia de su propia identidad.
“Still Alice” es el último ejemplo, una cinta pequeña en todos sus aspectos,
con una realización y guión sencillos plagada de saltos temporales, como si
fuéramos testigos directos de esa noción de pérdida de la realidad que sufre su
protagonista. Una película independiente que nos relata cómo avanza la enfermedad
paso a paso, etapa a etapa, golpeándonos en cada nueva escena.
Un film que se apoya
única y exclusivamente en la comedida interpretación de Julianne Moore. No
estamos ante su mejor interpretación, pero es el único motor estable dentro de
la propuesta de Richard Glatzer y Wash Westmoreland. Algunos dirán que no lo da
todo en un rol que afronta con absoluta moderación y contención, pero no hay
más que ver la escena del ordenador, hacia el final del metraje, cuando ya se
hace patente su deterioro físico y personal, para demostrar que se equivocan de
cabo a rabo.
Lo demás está de más.
La dirección es rutinaria, sin alardes, el libreto no se preocupa por explorar
otras vías que no sean plasmar el inexorable paso del tiempo para su
protagonista, y los secundarios, aunque hacen bien su trabajo, no están a la
altura de la gran estrella de la función. Es de esos casos en los que una
actriz se come una película hasta tal punto que esta última pierde fuerza,
básicamente porque lo que se cuenta y cómo lo hace no están a la altura de su
interpretación.
Ni siquiera es de las
mejores que abordan el doloroso tema del Alzheimer. Para eso ya están “El hijo
de la novia”, “Iris” o, especialmente, “Arrugas”. Pero no deja de ser un buen producto
que consigue huir de sentimentalismos facilones y que es carne de premios y
conmemoraciones. Aunque la gran mayoría, por no decir todos, vayan a parar a
una excelente actriz a la que le ha llegado la hora de ser reconocida como
merece.
A
favor: Julianne Moore
En
contra: que la actriz fagocita todo lo demás
Calificación **1/2
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