Otro rayo de esperanza
Con la estupenda “El
niño de la bicicleta”, los hermanos Dardenne iniciaron su etapa quizá más
optimista dentro de la dureza y marginalidad con la que presentaban sus proyectos
anteriores. Y debemos decir que la iniciaban, porque con “Dos días, una noche”
parecen haberse instalado en ese optimismo inmaculado, ese rayo de esperanza
que siempre puede asomarse a la vuelta de la esquina cuando todo se viene
abajo.
Aunque, en el caso que
nos ocupa, el final pueda parecer algo amargo, ese reducto de positivismo que
acaba encontrando el personaje de Marion Cotillard, una mujer que tiene dos
días, y una noche, para convencer a unos compañeros de trabajo contra la espada
y la pared de que voten a su favor si no quiere perder su empleo, estriba en la
satisfacción que otorga la lucha por la integridad más que por salvar el propio
cuello. Y, sobre todo, el orgullo personal que da el no pertenecer a ese grupo
del “quítate tú para ponerme yo” que tanto impera en el mundo laboral,
acentuado por una crisis de la que todos somos víctimas.
Pero que esto no lleve
a error. Los cineastas belgas, aunque hayan modulado su dosis de realismo
descarnado para dar a sus personajes una opción B a la que aferrarse, no
abandonan su vertiente más comprometida y social, no dejan de lado a esos
personajes mundanos rodeados de grandes muros grises e inmersos en una realidad
que siempre se empeña en ponerte la pierna encima para que no levantes cabeza. Siguen
apostando por un cine comprometido y crudo, de esa dureza que te da el saber
que lo que ves en pantalla te puede ocurrir a ti.
Fieles a sí mismos, los
responsables de “Rosetta” o “El niño” no nos regalan con “Dos días, una noche”
su mejor trabajo ni el más remarcable –al menos no en comparación con el resto
de su filmografía-, pero tampoco es esto necesario. Lo que nos dan es otro
pedacito de realidad que, eso sí, tiene un enorme acierto en la elección como
cabeza de cartel de una Marion Cotillard sincera y visceral, una actriz natural
y sublime que llena la pantalla y aporta a su personaje el gramito de fragilidad y entereza que
necesita, y que eleva esta nueva propuesta unos cuantos peldaños por encima de
lo que podría haber sido sin ella. Ya sólo por su trabajo bien merece la pena su
visionado.
A
favor: Marion Cotillard, sublime
En
contra: no es la más remarcable de los cineastas, aunque
tampoco lo necesita
Calificación ***1/2
No hay comentarios:
Publicar un comentario