Mejor a veces es peor
“Sharknado” no era más
especial que ninguna otra de las propuestas con la que nos asaltaba
periódicamente la productora The Asylum, experta en lanzar subproductos de
serie B en televisión y en copias ideas de otros, como “Transmorphers” o “Mega
Piranha”. Si me denuncian es indiferente, las ganancias son tan altas que puedo
permitirme las querellas. Y pese a que no existía apenas diferencia con otros
títulos del canal SyFy, lo cierto es que su éxito fue tan mayúsculo que
solamente puede atribuírsele al boca a boca y a la excelente campaña mediática
que la acompañaba. ¿Una peli de tiburones voladores por obra y gracia de un
tornado, igual de voraces y peligrosos en su caída? Eso tengo que verlo, y de
hecho esto fue lo que me motivó a verla el verano pasado. ¿Era una buena
película? Por supuesto que no, pero tenía tal concepto despreocupado de lo que
debe ser la producción cinematográfica que era hasta divertido contar sus
innumerables errores de continuidad, su pésimo guión, la poca gracia de sus
actores y sus horribles efectos especiales. Pero, sobre todo, era un producto
entretenidísimo, más incluso que otros que llegan del otro lado del charco con
mayor despliegue de medios.
La secuela era
inevitable, y lo más difícil de “Sharknado: The Second One” es cómo juzgarla.
Es a la vez peor y mejor que su predecesora. Mejor porque su producción está
ligeramente más cuidada, ya no hay tantos errores de racord, su protagonista Ian
Ziering ha asumido su rol con mayor convicción –atención a la escena durante
los créditos a lo “Los Vengadores”-, atesora un par de homenajes
cinematográficos bastante cachondos –desde “Aterriza como puedas” hasta su
particular versión de “Cómo entrenar a tu dragón”- y, dado su boom mediático,
ha podido contar con unos pocos cameos bastante resultones que evidencian a su
vez su mayor holgura de presupuesto.
Pero a la vez, todos
estos detalles positivos la hacen ser peor película que la anterior. Porque lo
que uno espera de una secuela de “Sharknado” es que mantenga el mismo espíritu
cutre, no que tire de amiguetes famosos que quieren ser devorados ante la
cámara ni que intente simular que está mejor hecha. Y, especialmente, lo que se
habría agradecido es que Anthony C. Ferrante hubiera explotado la idea original
hasta límites insospechados, que hubiese tirado la casa por la ventana en
cuanto a vísceras, a guión putrefacto y situaciones descacharrantes. No es el
caso. “Sharknado: The Second One” se limita a repetir los esquemas de la
primera, pero cambiando de escenario y añadiendo subtramas. No hay más sangre,
ni más humor, ni despunta por llevar su propuesta al extremo más allá de lo que
se espera de ella. Se limita a cumplir, y ni siquiera hay más escenas con
tiburones. Diría que hay incluso menos.
Y he aquí la paradoja
de la propuesta. No dar al espectador lo que espera –en mi caso, que de mayor
diversión que la anterior- es precisamente lo que supone el espíritu del primer
“Sharknado”. Es tan mala que no se preocupa por sorprender y por ser
mínimamente original –tiene incluso el previsible recurso del miembro amputado
al que agregar un arma-. Esperar algo más de ella es un error si hablamos de
una productora como The Asylum, una maestra en los platos rápidos precocinados.
Es tan mala que no puede ser buena. Y es tan horrible que no se le puede pedir
más. Pobre iluso fui al pensar que podrían ofrecerme algo diferente.
A
favor: el homenaje inicial a “Aterriza como puedas”, quizá
En
contra: que trate de ser mejor de lo que debería ser, y
esperar de ella algo más
Calificación *
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