El fallido blockbuster antediluviano
Un genio matemático que
encuentra un orden divino dentro del caos, una bailarina que se convierte en
mártir de su propia obsesión por la perfección, la búsqueda de un árbol de la
vida legendario capaz de otorgar la inmortalidad… o sencillamente los momentos
de epifanía que un buen chute lisérgico es capaz de proporcionar. No hay duda.
La religión ha estado presente en toda la carrera cinematográfica de Darren
Aronofsky, hasta el punto que sus propuestas han convertido al cineasta en un
sacrificado de sus propias pulsiones. Para algunos, un profeta a seguir. Para
otros, un director al que crucificar.
Podríamos decir a
priori que “Noé” es la película más abierta y directamente religiosa de
Aronofsky. Pero sólo por su título y su trama, pues su visión del mítico pasaje
bíblico, si no fuera por sus personajes e historia, bien podría pasar por una
epopeya post apocalíptica y pro vegana en la que el hombre merece ser
ajusticiado por sus pecados por un Creador de cuya denominación divina huye
Aronofsky en un sabio juego con las palabras. O bien podríamos estar ante una
aventura de fantasía épica que transcurre en un universo ficticio, en el que
unos gigantescos ángeles de piedra ayudan al protagonista en su empresa. Y es
precisamente aquí donde reside su primer punto débil, en la imposibilidad de
desligarse del mito y dejarse llevar por una supuesta fantasía antediluviana,
sin preguntarnos si estamos ante una tomadura de pelo o ante una genialidad más
de su máximo responsable.
Lo que sí queda claro
es que estamos ante el film más comercial de su director, pero por causas ajenas
a sí mismo, y aquí estriba su segundo gran defecto. Paramount la ha vendido
como el blockbuster que no es, cuando realmente en una pieza autoral con un
abultado presupuesto. Un fallido intento de cine comercial que resulta tan soso
como, por ejemplo, el “Robin Hood” de Ridley Scott, y que pretende ser tanto
que finalmente se queda en muy poco. Una cinta ambiciosa que mete la pata a la
hora de intentar aunar comercialidad y cine de autor, incapaz de estirar casi
dos horas y media un pasaje que apenas daría para los noventa minutos de
metraje.
Sin embargo, no todo es
negativo en ella. Russell Crowe está inmenso, tiene su presencia característica
en pantalla como para sostener el personaje protagonista. El toque Aronofsky,
así como su temática de sacrificio y obsesión, está presente a cuentagotas, y
cuando aparece, como en su forma de narrar el Génesis en imágenes, se agradece.
La fotografía, los medios técnicos, los efectos, la banda sonora… El
presupuesto se nota para bien. Pero sobre todo, una doble moraleja a aplaudir:
que el perdón familiar es más importante que el divino, y que de Tolkien a las
sagradas escrituras hay solamente un paso.
A
favor: los toques fugaces de autoría, los medios, la doble
moraleja final y Russell Crowe, cómo no
En
contra: su fallido intento de aunar comercialidad y cine de
autor
Calificación **
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