Ahora
que mis ojos han flipado en colorines con la formidable “Enemy”, no está de más
hacer un repaso por la carrera de su director, Denis Villeneuve. El cineasta
nació en Quebec hace 46 años, estudió cine en Montreal y comenzó en televisión
a finales de los 80. No fue hasta mediados de los 90 cuando dio el salto al
cine con un corto documental que cosechó elogios en el Festival de Locarno, “REW-FFWD”,
lo que le permitió formar parte del proyecto cinematográfico “Cosmos”. Cosechó
elogios en festivales como Cannes, Toronto, Sundance, Berlín y Montreal,
gracias a sus dos primeros largometrajes, “Un 32 août sur terre” y “Maelström”,
a finales de los 90 y comienzos del
nuevo milenio, y gracias a este último triunfó en los premios Genie, los Oscar
canadienses con cuatro grandes galardones, entre ellos película y director.
A pesar de este
reconocimiento, Villeneuve se tomó con calma la gestación de su siguiente
trabajo, la estupenda “Polytechnique”, tanto que antes volvió al mundo del
cortometraje con las imprescindibles “120 seconds to get elected” y “Next Floor”.
Ya le dedicaremos un hueco a la primera, pero hoy toca hablar del trabajo que
le valió su primer gran reconocimiento internacional, un cortometraje sin
apenas diálogos, a excepción de ese Next Floor que le da título, que ya
contendría las líneas más marcadas de lo que sería su cine posterior: una
mezcla de incertidumbre e imagen potenciada por un uso inigualable del sonido,
la música y la fotografía parea generar tensión y desconcierto en el
espectador.
Once huéspedes
disfrutan de un opulento banquete, una bacanal de carne que apenas es masticada
por sus comensales. Sin mediar palabra, tan sólo moviendo las mandíbulas para hacer
pasar comida al estómago prácticamente sin masticar. Con esta aparentemente
absurda premisa argumental, Villeneuve habla en apenas once minutos de algunos
de los temas recurrentes de su filmografía: el sistema de clases; los estados
totalitarios; una historia, la humana, tendente a la reiteración; la idea del yo
frente a la de la comunidad; y, cómo no, la figura de la mujer como ser conservador
y controlador. El ser humano es un depredador, y a los demás, al que solamente
puede insertar en su boca escasas porciones de carne, sólo nos queda acatar las
órdenes si queremos sobrevivir en su jungla.
Les dejo con el
cortometraje, que ganó en su momento el premio Canal+ en Cannes, el premio a
mejor corto de drama en los Genie, en nueva York, Seattle, Sitges y Toronto,
entre otros. Una joya que ya dejaba claro que tras la cámara se escondía un
absoluto genio.
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