Es fabuloso ser un LEGO
El mundo es
cuadriculado para Emmett. Es un soñador, un idealista dotado de un enorme
optimismo ante la vida, que empieza su día a día tratando de agradar a los
demás. Pero Emmett no deja de ser un LEGO en un mundo sujeto a instrucciones de
ensamblaje. Canta la misma pegadiza canción que los demás, ve el mismo capítulo
del serial televisivo diario de éxito que los demás, construye y destruye sin
ningún objetivo concreto, sólo porque lo ordena el Megapresi. Pero Emmett está
destinado a ser especial y a acabar con los malvados planes de Megamalo de
edificar un mundo sin creatividad y pegado con Kragel.
El salvador, el único,
el elegido para salvar a su especie de la alienación. Un argumento de espíritu
reaccionario y revolucionario en tiempos de crisis, que aboga por la libertad creativa del individuo, algo muy oportuno en el contexto
social y económico en el que nos movemos, y mil veces explotado en el
celuloide. Una técnica de animación, la de digitalizar los movimientos de los
LEGO de toda la vida pero sin que deje de parecer stop-motion, que entraña el
riesgo de dotar al producto final de una estética parapetada dentro de sus propios
márgenes. Dos aspectos que, a priori, hacen pensar que estamos ante un proyecto
condenado a la cuadriculación y el estancamiento creativo.
Pero no, “La LEGO
película” es de todo menos un film cuadriculado. Lo limitado de su premisa
técnica no supone un problema a la hora de hacer cobrar vida propia a los
muñecos con los que todos nos hemos criado y hacer protagonizar la aventura de
sus vidas. Aunque le cueste un poco coger impulso en sus primeros minutos y
pese a que no es difícil perderse entre tanto abusivo movimiento de cámara y
tanto cambio de pieza, la cinta consigue crear su propio universo
cinematográfico, su propia mitología a partir de los juguetes daneses y sus
infinitos accesorios. Un universo en continua evolución a medida que avanza el
metraje.
Phil Lord y Chris
Miller logran trascender los límites del cubículo incluso en un guión en el que
todo es posible. Lo prototípico de su trama no es impedimento alguno para que
sus responsables tiren del ingenio y la inventiva del niño que llevan dentro y
fundan la ciencia-ficción con el salvaje oeste o el musical. “La LEGO película”
es un juguete cinematográfico divertidísimo dotado de un sentido del humor para
todas las edades, tirando de mala baba y pasajes más infantiles, en el que se
nota la mano de Warner y cuánto puede reírse de sí misma la productora.
Gandalf, Superman, Wonder Woman, ese robaplanos llamado Batman… un muestrario
de personajes con el que la productora rememora sus grandes éxitos y sus más
estrepitosos fracasos -¿alguien recuerda “Green Lantern”?- y se mofa
descaradamente de unos y otros. Sin complejos, llegando incluso a un
crowd-funding imposible con otras franquicias que pertenecen a otras
productoras.
Una galería de referencias
cinematográficas interminable, el primer gran entretenimiento inteligente de
este 2014, que sólo pierde fuelle en su tramo final, cuando la animación pierde
parte de su magia inicial para dar paso a la imagen real, un recurso tras el
cual cabe preguntarse cómo enfocarán la más que inminente secuela. Pero ni este
insignificante detalle logra ensombrecer este genial –o fabuloso, que dirían
los personajes- divertimento para todos los públicos, tan consciente de sus propias
limitaciones que no tiene reparos en romper sus barreras. Y mucho menos se verá
ensombrecida la enorme campaña de publicidad que es en sí misma la película.
Porque a partir de ahora todos querremos tener un sótano como el de Will
Ferrell.
A
favor: Batman, y que no conoce límites pese a lo
cuadriculado de su planteamiento.
En
contra: le cuesta un poco arrancar, y esa pérdida de magia
que supone el viaje a la realidad
Calificación ****
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