Pocos
actores en la actualidad están a su nivel interpretativo. Philip Seymour
Hoffman pertenecía a esa cantera de intérpretes difíciles de encontrar, de
enorme presencia y versatilidad en la pantalla. Se comía, literalmente, a sus
compañeros de reparto en cuanto aparecía, por insignificante que fuera su
papel. Era, sencillamente, uno de los mejores actores que ha dado Hollywood en
los últimos 20 años.
Ya desde sus comienzos
en el cine en 1992 dio sobradas muestras de talento. De ascendencia alemana e
irlandesa, Hoffman comenzó a mediados de los 80 a interesarse por el mundo de
la interpretación, y se graduó en la Universidad de Nueva York, formando una
compañía de director con el director Bennet Miller. Su primer papel fue en
televisión, en la serie “Ley y orden”, en 1991, en la que intervino tras ser
ingresado en un centro de rehabilitación debido a su adicción a las drogas. Tan
sólo un año después conseguiría el papel que le colocaría en el ojo del huracán
de la industria, en un año en el que encadenó cuatro proyectos. Fue en “Esencia
de mujer”, de Martin Brest, a partir de la cual se convertiría en un secundario
habitual en Hollywood, con más de un trabajo por año.
Trabajó a las órdenes
de Roger Donaldson (“La huida”), Luis Mandoki (“Cuando un hombre ama a una
mujer”), Jan de Bont (“Twister”), Todd Solondz (“Happiness”), David Mamet (“State
and Main”), Cameron Crowe (“Casi famosos”), Brett Ratner (“El dragón rojo”),
Spike Lee (“La última noche”), los hermanos Coen (“El gran Lebowski”), Anthony
Minghella (“El talento de Mr. Ripley”, “Cold Mountain”), J.J. Abrams (“Misión:
Imposible III”), Sidney Lumet (“Antes que el diablo sepa que has muerto”), Mike
Nichols (“La guerra de Charlie Wilson”), George Clooney (“Los idus de marzo”),
y recientemente Francis Lawrence (“Los juegos del hambre: En llamas”).
Además, se convirtió en
el actor fetiche de cineastas como Paul Thomas Anderson (“Boogie Nights”, “Magnolia”,
“Punch-Drunk Love”, “The Master”) o Bennet Miller (“Capote”, “Moneyball”), bajo
cuyas órdenes recibió el Oscar a mejor actor por meterse en la piel de Truman
Capote. Fue candidato a la estatuilla en tres ocasiones más a partir de
entonces, todas ellas como secundario, y se llevó a casa, entre otros, el Globo
de Oro, el BAFTA, tres Independent Spirit Awards, un premio del Sindicato de
Actores y la Copa Volpi en Venecia gracias a su absorbente interpretación en “The
Master”.
Un actor de raza, de
carácter, capaz de meterse en la piel de un bonachón o un villano, capaz de
hacer comedia y drama con facilidad, aportando siempre una enorme presencia en
todos sus papeles. En mayo del año pasado, Hoffman volvió a ingresar en un centro
de rehabilitación para curarse de su adicción a los medicamentos y la heroína.
El actor fue encontrado hoy sin vida en su apartamento de Manhattan. Tenía 46
años, más de medio centenar de trabajos a sus espaldas en apenas dos décadas, y
el respeto y admiración de toda la profesión. Una pérdida irreparable para el
séptimo arte. Descanse en paz, Master.
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