Abracadabra
En Hollywood ocurre muy
de vez en cuando que en cartelera acaban coincidiendo, con poco tiempo de
diferencia, filmes de temáticas similares. “Volcano” vs. “Dante’s Peak”, “Mars
Attacks!” vs. “Independence Day”, o incluso escenas parecidas en “Abre los ojos”
y “Pactar con el diablo”. En algunos de los casos expuestos una de las dos
contendientes ganaba en taquilla, mientras que la otra se llevaba el respaldo
de la crítica. O viceversa. En otros, en cambio, los dos títulos se estrellaban
o bien acababan triunfando.
Hace unos años, dos
cintas con la magia como leti motiv llegaban
a nuestras pantallas. “The Prestige” jugaba a sorprender al espectador, a armar
un rompecabezas de época, erigiendo a Christopher Nolan como un habilidoso
prestidigitador. Por su parte, “El ilusionista” no buscaba tanto sorprender al
respetable como servir una historia perfectamente ambientada e interpretada por
un omnipresente Edward Norton. Las dos lograron su objetivo, conquistar a
crítica y público y cautivarles con su magia.
Este año ha vuelto a
ocurrir. Si hace unos meses los magos de “Ahora me ves” reventaban, para
sorpresa de muchos, las taquillas de todo el mundo, el camino de “El increíble
Burt Wonderstone” ha sido totalmente el opuesto. La propuesta de Don Scardino se
la ha pegado en taquilla, a la crítica no ha convencido, y en España ha ido a
parar directamente al mercado doméstico. Y tan opuestas como sus resultados han
sido sus intenciones y logros. Mientras la primera era un decente entretenimiento
que ambicionaba engañar al público con habilidosos juegos de manos, creyéndose
la más lista de la clase, la que nos ocupa no tiene ningún tipo de pretensión
más allá de que nos echemos unas risas.
Sin embargo, donde no
acaba de acertar es en lo que realmente le interesa, hacer reír. Hay un intento
de comedia en la historia de los dos magos amigos de toda la vida que acaban
odiándose y separándose por la presuntuosidad de uno de ellos. También hay un
intento de comedia en la posterior búsqueda de éste de la humildad. Steve
Carell, Steve Buscemi y Olivia Wilde buscan hacer reír, y apenas lo consiguen
por culpa del soso guión. No hay apenas risas, hasta que entra Jim Carrey en
escena. Es ver su melena al viento, sus aires de estrella del rock temeraria
dispuesta a todo por maravillar y asquear a partes iguales a sus seguidores, y
las situaciones escatológicas que protagoniza, y entran ganas de reír. Es el
Carrey de siempre, y se le echaba de menos, aunque sus apariciones sean
contadas. Es también la enorme presencia de Alan Arkin lo que más destaca,
protagonizando un número de escapismo chapucero, pero genial.
, desvelando
el gran truco, soberbia- y sí muchos de aburrimiento. Su batalla con “Ahora me
ves” es como la del “Abracadabra” que acompaña a Burt y Anton en su espectáculo
contra el heavy que rodea a Steve Gray: la de un entretenimiento caduco y
pasado de moda, que pasa a ser de todo menos entretenimiento propiamente dicho.
Falta de pretensiones, y de chispa. Al menos, aparece James Gandolfini, y me
recorre un sentimiento de nostalgia. Pero me quedo con lo nuevo en esta
ocasión, con esos magos sabiondos y guays que piensan que todos somos idiotas.
A
favor: las apariciones de Jim Carrey y Alan Arkin
En
contra: carece de gracia en la mayor parte de su metraje
Calificación: **
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