jueves, 12 de septiembre de 2013

LA CRÍTICA: El increíble Burt Wonderstone

Abracadabra
En Hollywood ocurre muy de vez en cuando que en cartelera acaban coincidiendo, con poco tiempo de diferencia, filmes de temáticas similares. “Volcano” vs. “Dante’s Peak”, “Mars Attacks!” vs. “Independence Day”, o incluso escenas parecidas en “Abre los ojos” y “Pactar con el diablo”. En algunos de los casos expuestos una de las dos contendientes ganaba en taquilla, mientras que la otra se llevaba el respaldo de la crítica. O viceversa. En otros, en cambio, los dos títulos se estrellaban o bien acababan triunfando.

Hace unos años, dos cintas con la magia como leti motiv llegaban a nuestras pantallas. “The Prestige” jugaba a sorprender al espectador, a armar un rompecabezas de época, erigiendo a Christopher Nolan como un habilidoso prestidigitador. Por su parte, “El ilusionista” no buscaba tanto sorprender al respetable como servir una historia perfectamente ambientada e interpretada por un omnipresente Edward Norton. Las dos lograron su objetivo, conquistar a crítica y público y cautivarles con su magia.

Este año ha vuelto a ocurrir. Si hace unos meses los magos de “Ahora me ves” reventaban, para sorpresa de muchos, las taquillas de todo el mundo, el camino de “El increíble Burt Wonderstone” ha sido totalmente el opuesto. La propuesta de Don Scardino se la ha pegado en taquilla, a la crítica no ha convencido, y en España ha ido a parar directamente al mercado doméstico. Y tan opuestas como sus resultados han sido sus intenciones y logros. Mientras la primera era un decente entretenimiento que ambicionaba engañar al público con habilidosos juegos de manos, creyéndose la más lista de la clase, la que nos ocupa no tiene ningún tipo de pretensión más allá de que nos echemos unas risas.


Sin embargo, donde no acaba de acertar es en lo que realmente le interesa, hacer reír. Hay un intento de comedia en la historia de los dos magos amigos de toda la vida que acaban odiándose y separándose por la presuntuosidad de uno de ellos. También hay un intento de comedia en la posterior búsqueda de éste de la humildad. Steve Carell, Steve Buscemi y Olivia Wilde buscan hacer reír, y apenas lo consiguen por culpa del soso guión. No hay apenas risas, hasta que entra Jim Carrey en escena. Es ver su melena al viento, sus aires de estrella del rock temeraria dispuesta a todo por maravillar y asquear a partes iguales a sus seguidores, y las situaciones escatológicas que protagoniza, y entran ganas de reír. Es el Carrey de siempre, y se le echaba de menos, aunque sus apariciones sean contadas. Es también la enorme presencia de Alan Arkin lo que más destaca, protagonizando un número de escapismo chapucero, pero genial.

Ambos se llevan los méritos de una película con pocos momentos de ingenio –escena final
, desvelando el gran truco, soberbia- y sí muchos de aburrimiento. Su batalla con “Ahora me ves” es como la del “Abracadabra” que acompaña a Burt y Anton en su espectáculo contra el heavy que rodea a Steve Gray: la de un entretenimiento caduco y pasado de moda, que pasa a ser de todo menos entretenimiento propiamente dicho. Falta de pretensiones, y de chispa. Al menos, aparece James Gandolfini, y me recorre un sentimiento de nostalgia. Pero me quedo con lo nuevo en esta ocasión, con esos magos sabiondos y guays que piensan que todos somos idiotas.

A favor: las apariciones de Jim Carrey y Alan Arkin
En contra: carece de gracia en la mayor parte de su metraje

Calificación: **

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