Buñuel
tenía no pocos oscuros objetos de deseo. Le encantaba el tabaco, el alcohol y
frecuentaba burdeles, siendo estos últimos y los bares excelentes lugares para
él de meditación y recogimiento. Una de sus debilidades era el Dry Martini, que
tomaba sin falta cada día entre la una y la una y media del mediodía. Un ritual
que no podía cumplir si no preparaba la bebida a su gusto, según lo que él
entendía como el Dry Martini perfecto. Así lo relataba en su libro “El último
suspiro”, y aconsejo apuntar la receta:
“En un bar, para inducir y mantener el ensueño, hay
que tomar gin inglés. Mi bebida preferida es el Dry Martini. Dado el papel
primordial que ha desempeñado el Dry Martini en esta vida que estoy contando,
debo consagrarle una o dos páginas (…)
Básicamente se compone de gin y unas gotas de vermouth
–la presencia de éste debe ser testimonial-, preferentemente ‘Noilly-Prat’.
Permítaseme dar mi fórmula
personal, fruto de larga experiencia, con la que siempre obtengo un éxito
bastante halagüeño. Pongo en la heladera todo lo necesario, copas, ginebra y
coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que
me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero. Al día
siguiente, cuando llegan los amigos saco todo lo que necesito. Primeramente,
sobre el hielo bien duro echo unas gotas de vermouth y media cucharadita de
Angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que
ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo
vierto el gin puro, agito y sirvo. Esto es todo, y resulta insuperable.”
Desconozco si llegó a patentar la receta, pero sí que dejó grabada la
elaboración de la bebidaen el siguiente vídeo. Eso sí, previamente había completado
el ritual de mantener los ingredientes a veinte grados. Ni uno más, ni uno
menos. Tomamos nota.
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