Errores del pasado
Allá por el año 2000,
Bryan Singer revolucionó el género de superhéroes con una película de
estructura y desarrollo simple, podríamos decir que modesta, pero inmensamente
rica en su trasfondo. No fue el primero, por supuesto, en abrir la veda de los
superhéroes de Marvel en el cine, pero sí que logró que los cómics dejaran de
ser cosa de críos. “X-Men” era adulta y oscura sin renunciar al público
familiar. Era cine de superhéroes con alma, como si Singer estuviese utilizando
el género para hablar de algo más grande. Después llegaron los atormentados nolanianos y los taquillazos imberbes, y
el superhéroe se convirtió en factoría. La Patrulla X tuvo que actualizarse y
mutar hacia otro tipo de cine, evolucionar hacia el concepto de franquicia, con
sus spin-off, precuelas y secuelas,
mientras el Marvel de Disney crecía y conseguía una saga cinematográfica
coherente y exitosa, algo a lo que los mutantes no supieron adaptarse.
Es llamativo que ahora,
tras no pocos patinazos personales, sea el propio Singer, el hombre que alumbró
a la familia mutante cinematográfica, el que sea llamado para poner algo de
orden en todo el caos generado durante todos estos años por la Fox. Catorce
años que han dado lugar a incongruencias argumentales y temporales alarmantes,
como si los guionistas de cada nueva entrega –sí, especialmente los de la
primera aventura de Lobezno en solitario- no hubieran visto nada de lo hecho
anteriormente. Y para conseguirlo, el cineasta ha tirado de la vieja trilogía
que él iniciara –ha recuperado para bien a su compositor John Ottman y parte de
su equipo técnico-, la ha unido con la nueva generación de mutantes, y ha
tirado de argucias temporales muy trekkies
para dar cohesión al conjunto. Su nueva aventura es, en esencia, una película
que habla sobre sí mismo como realizador, como el Lobezno encargado de viajar
en el tiempo para arreglar los errores del pasado.
¿Y le ha funcionado el
invento? Pues a pesar de cierta concesión al espectador, tratando de dárselo
todo demasiado masticado en poco tiempo, de su inevitable condición de film
puente, y de tener que tirar del lastre que suponen las anteriores entregas, lo
que le impide definirse al completo como film independiente, lo cierto es que
la fórmula le ha salido bien. “X-Men: Días del futuro pasado”, adaptación muy
libre de los números del cómic original en los que se basa, es un
entretenimiento para todos los públicos, que logra aunar con éxito el espíritu clásico
de las dos entregas realizadas por Singer con anterioridad y esas ansias de
gamberrete irredento de “First Class” –la escena con Mercurio, la gran sorpresa
del film-, pero sin que se le vaya de las manos en ningún momento ni pasándose
de graciosa como esta última.
Una cinta ágil,
divertidísima, seria, inteligente, que no explota mucho más allá de lo
permitido el concepto de los viajes en el tiempo para no meterse en líos –y aún
así, hay una enorme paradoja que rige la cinta que puede dar dolores de
cabeza-, en la que Lobezno va perdiendo protagonismo para cedérselo, para bien,
a unos inspiradísimos James McAvoy y Michael Fassbender, y que en sí misma
supone un reinicio de la saga. Ya el primer paso de la evolución está dado con “Días
del futuro pasado”. Tratar de poner orden al caos era lo más difícil, y ya está
conseguido. Ahora queda avanzar en la historia. Y a juzgar por la escena
post-créditos, la continuación va a ser faraónica.
A
favor: la escena de Mercurio, la vuelta de Bryan Singer,
cómo arregla con coherencia todo el desorden de las entregas anteriores
En
contra: que trate de darlo todo masticado y que no se
defina a sí misma como película por tener que tirar del lastre de todo lo hecho
anteriormente
Calificación ****
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