El hastío eterno
El vampirismo como
maldición eterna. Así entiende a los seres de la noche Jim Jarmusch, como
partículas entrelazadas que se mueven de manera lenta, pausada, con la
parsimonia del que sabe que tiene todo el tiempo del mundo por delante. Una
maldición que te obliga ver a grandes genios del arte, la literatura o la
música sucumbir ante el paso del tiempo, a malvivir con una sangre contaminada
en pleno París del Oeste, un Detroit en bancarrota que no es más que un reflejo
distorsionado de lo que fue.
Vivimos tiempos de
crisis, parece decir el director de la gloriosa y crepuscular “Dead Man”.
Crisis no sólo económica y financiera, sino crisis existencial y,
especialmente, artística. En esa ciudad fantasmagórica por cuyas noches se
mueven los eternos Adán y Eva, hay una alarmante crisis de ideas. Los humanos,
o zombis como ellos nos llaman, estamos condenados a desaparecer como especie
creativa. Jarmusch parece hablar de sí mismo y se convierte en uno de esos
vampiros a los que retrata sin hacer mucho hincapié en sus habilidades, sin
alardes de efectos ni maquillaje, de una manera independiente, como siempre ha
hecho. Personal y con su característico humor marciano, como nos tiene
acostumbrados.
¿Qué puede hacer un
vampiro en esta etapa de crisis? Pues echar la vista atrás y mirar los años
pasados con suma nostalgia, con la esperanza de que una bala de madera les
atraviese el corazón. “Sólo los amantes sobreviven” es pura nostalgia,
melancolía por un tiempo irrecuperable, por una guitarra Silvertone de los años
60 o un vinilo del “Funnel of Love” de Wanda Jackson. Es una historia que se
toma su tiempo para no contar nada en apariencia, que en muchas ocasiones
consigue envolverte y extasiarte como si te hubieses metido un chute de
hemoglobina gracias a su magistral uso de la música, a sus incontables
referencias culturales, y al buen hacer de su reparto, con Tilda Swinton y Tom
Hiddleston a la cabeza.
Pero el hastío eterno
al que se ven sometidos sus protagonistas contagia el ritmo de un film
extremadamente pausado y contemplativo, sólo apto para sibaritas. Y con esto,
de paso, al espectador, lo cual es extremadamente peligroso si su halo de
melancolía no te envuelve desde el comienzo. Entonces es cuando te conviertes
en un chupasangre deseando que haya una estaca cerca. Al que no le ocurra
encontrará un resquicio de esperanza para este maltrecho ser humano condenado
al ostracismo, algo de lo cual ni los vampiros están a salvo. Una disertación
sobre el amor como motor de eterno funcionamiento. Como el arte de una época
perdida, que no se marchita con el tiempo.
A
favor: la nostalgia que desprende y la pareja formada por
Tilda Swinton y Tom Hiddleston
En
contra: que el hastío de sus personajes se contagie a los
espectadores
Calificación **1/2
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