Hacia adelante
Quizá no imaginaran Jacques
Lob and Jean-Marc Rochette al
crear “Le Transcerceneige”, una de esas reliquias del mundo del cómic que la
mayoría descubren cuando a algún cineasta iluminado se le ocurre que es buena
idea llevarlo a la gran pantalla, que el cataclismo que describían en sus
páginas lo mismo podía ser producido por una guerra mundial que por el
calentamiento global. Pero ahí está
igualmente ese Rompenieves, ese mastodonte metálico erigido como el arca de un
tal Wildford que pretendía salvar lo poco que quedaba de la Humanidad
haciéndola avanzar en la misma dirección que un tren que no se detiene jamás,
pero no necesariamente en el mismo sentido que éste.
Las causas poco
importan. Lo que realmente cuenta es que lo poco que queda de los seres humanos
está confinado entre sus paredes. Una estructura que no es más que el reflejo
de un mundo, el que hemos construido nosotros mismos. Los pobres a la cola,
malviviendo y reticentes a aceptar su lugar en una sociedad levantada sobre
cimientos totalitaristas. Los ricos a la cabeza, aprovechando el trabajo de los
primeros. Y entre ambos grupos, kilométricas hileras de vagones que guardan más
de una sorpresa. Los pobres dependen de los ricos, estos de los pobres. Puro
equilibrio que mantiene el motor sagrado en funcionamiento. Eso sí, por
supuesto, este equilibrio tiende a la ruptura. La rebelión es inminente.
En su aventura semiamericana –hay producción local, no
es 100% USA-, Bong Joon-ho demuestra haber comprendido la esencia del material
original, y tomando su punto de partida y varias pinceladas básicas, construye
una maquinaria que funde el estilo de cine de Oriente y Occidente como si del
crisol de culturas que exhibe la cinta se tratase. No deja de lado sus señas de
identidad como cineasta: su concepción tan original, nunca tendente a la
repetición, de las escenas de acción, esa mezcla tan imposible de géneros de la
que hace gala en cada nuevo trabajo, y un sentido del humor y un cariño por lo
estrafalario y extravagante –atención al hilarante y amenazante vagón escuela-
que es un primor. Y, a la vez, satisface la dosis de espectáculo made in Hollywood de manera encomiable.
“Snowpiercer” es una
consecuencia directa de todo su cine anterior. La mano del hombre vuelve a
estar presente como motor del desastre, como los científicos que crean a la
criatura de “The Host” o el asesino que desencadena la trama de “Mother”. Su
modo de filmar es ágil, sin verse encorsetado por las dimensiones del escenario
en el que transcurre la historia y sin dejar lugar para el aburrimiento, con
una estructura de videojuego que, sorprendentemente, no acaba resultando
repetitiva. Y sus personajes respiran entre tanta acción. Chris Evans está
convincente como líder a su pesar –tiene un monólogo a cámara hacia el final
del film de esos que encogen el alma-, los secundarios como Tilda Swinton o John
Hurt cumplen con su solvencia característica, y se recibe con los brazos
abiertos el saber hacer del gran Song Kang-ho, actor fetiche del director.
Ciencia-ficción y
entretenimiento inteligentes, de primerísimo nivel, es lo que ofrece
“Snowpiercer”. Incluso con los múltiples agujeros de guión, incongruencias,
giros argumentales y exceso de explicaciones del tramo final del viaje, el tren
continúa su buena marcha y no descarrila del todo gracias a lo que el surcoreano
consigue construir durante su primera hora y media. Avanza siempre hacia
adelante. En un tren, si quieres hacerte con el control, sólo puedes avanzar
hacia adelante.
A
favor: que no resulta repetitiva y ofrece entretenimiento
y ciencia-ficción de primer nivel
En
contra: el exceso de información, agujeros de guión y giros
argumentales de su último tramo
Calificación ***1/2
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