La Teoría del Caos
La Teoría del Caos. La
imprevisibilidad que lleva emparejada un sistema dinámico cuando se alteran sus
condiciones iniciales. En el cine se da todo el tiempo, en propuestas muy similares
a otras pero cuyas diferencias en sus minutos iniciales imposibilitan predecir
qué ocurrirá según avance la trama, aunque ambas parezcan ir de la mano en
numerosos puntos. Aunque también se da lo opuesto, cintas tan previsibles en su
desarrollo que es indiferente que se modifiquen sus condiciones de partida. “Big
Bad Wolves” pertenece al primer grupo. Es pura imprevisibilidad, una película
que podríamos emparejar por su temática y partes de su desarrollo con “Prisoners”
de Denis Villeneuve, pero que acaba siendo radicalmente distinta en tono e
intenciones.
Los personajes de la
segunda obra de la pareja de cineastas israelíes formada por Aharon Keshales y
Navot Papushados, tras la sangrienta “Kalevet (Rabies)” también están
condicionados por la imprevisibilidad. Cada acto de estos grandes lobos
malvados lleva a una consecuencia, y éstas son totalmente impredecibles, hasta
llegar a una trampa de guión que dará lugar a un pequeño giro final a la trama.
Un final abierto, creíble o no, pero inesperado.
Keshales y Papushados
demuestran ser unos cachondos. Su estiloso thriller, perfectamente dirigido, está repleto de lobos que
acechan en un frondoso bosque rodeado por árabes, como si el conflicto entre
Israel y Palestina fuera cosa de risa. “Big Bad Wolves” es perversa y sórdida pero
también adictiva, desconcertante por utilizar el humor negro y pinceladas de gore y torture porn en una historia que toca de cerca la pedofilia. Hasta esos
extremos llega su sentido del humor. Un humor que aparece cuando menos te lo
esperas, en los momentos en los que otros directores habrían insertado buenas
dosis de dramatismo. Un humor que impregna el uso de la banda sonora –ya la
forma de presentar la desaparición de la niña es toda una declaración de intenciones-,
que está presente en el camino de caramelos que lleva a la presentación de un
cadáver, en esa moneda perdida que decide quién hará el trabajo sucio, en la
llamada de la impertinente madre que retrasa una carnicería humana, o en el
momentazo pastel a ritmo del “Everyday” de Buddy Holly.
Pero es precisamente su
uso tan macabro de la comedia lo que puede granjearle el rechazo de buena parte
de la audiencia. Pueden sentirse las risitas malévolas de sus creadores jugando
a este divertimento que no hará gracia a más de uno, pero que parece haber
encantado a Tarantino, que la ha convertido en su cinta favorita de 2013. No es
de extrañar, conociendo los gustos de Quentin. Y a pesar de que no siempre
acierta, de tirar mucho de amiguismos, debo reconocer que esta vez ha dado en
el clavo, que he entendido la broma. Aunque no vaya a sentar igual de bien a
todo el mundo.
A
favor: sus desconcertantes pinceladas de humor negro y su
imprevisibilidad
En
contra: precisamente su humor negro
Calificación ****
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